Introducción
⌅La
imagen de la ética de Kant como una ética rigorista hasta lo inhumano,
incapaz de hacerse cargo del contexto real de la acción, desatenta de
las características de la naturaleza humana y, por lo tanto, de un
formalismo vacío, ha sido superada y refutada desde hace varias décadas
desde muy diferentes aristas por diversos intérpretes (una muy pequeña
muestra a modo de ejemplo: Baron 1999Baron, Marcia W., 1999, Kantian Ethics Almost Without Apology, Cornell University Press, Ithaca. https://doi.org/10.7591/9781501720895
, Borges 2004Borges, Maria, 2004, “What Can Kant Teach Us about Emotions?”, The Journal of Philosophy, vol. 101, no. 3, pp. 140–158. https://doi.org/10.5840/jphil200410137
, De Haro 2015De Haro Romo, Vicente, 2015, Duty, Virtue and Practical Reason in Kant’s Metaphysics of Morals, Georg Olms, Hildesheim/Zúrich/Nueva York.
, Kleingeld 2014Kleingeld,
Pauline, 2014, “Debunking Confabulation: Emotions and the Significance
of Empirical Psychology for Kantian Ethics”, en Alix Cohen (comp.), Kant on Emotion and Value, Palgrave Macmillan, Houndmills, pp. 146–165. https://doi.org/10.1057/9781137276650_8
, Sherman 1990Sherman, Nancy, 1990, “The Place of Emotions in Kantian Morality”, en Owen Flanagan y Amélie Oksenberg Rorty (comps.), Identity, Character, and Morality, The MIT Press, Cambridge, Massachusetts, pp. 141–162. https://doi.org/10.7551/mitpress/3645.003.0011
y Varden 2020Varden, Helga, 2020, Sex, Love, and Gender: a Kantian Theory, Oxford University Press, Oxford. https://doi.org/10.1093/oso/9780198812838.001.0001
). En buena medida, esta superación se ha logrado al mostrar la relevancia de la Metafísica de las costumbresKant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
para una comprensión cabal de la ética de Kant, obra relegada durante mucho tiempo en favor de la Fundamentación de la metafísica de las costumbresKant, Immanuel, 2012, Fundamentación para una metafísica de las costumbres, 2a ed., trad. R.R. Aramayo, Alianza Editorial, Madrid.
y de la Crítica de la razón prácticaKant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
.1Desde
luego, esta ampliación de los límites de la comprensión de la ética y
la moral kantianas también se ha enriquecido mucho gracias a otras
obras, como la Religión y la Antropología, además de varios textos cortos y el conjunto de lecciones y reflexiones. En sintonía con esta humanización de la ética de Kant, en este trabajo
me interesa examinar la conexión de esa ética con aspectos afectivos del
ser humano. Sin embargo, para ello quiero acudir a un tema que abordan
precisamente aquellos dos libros —la FundamentaciónKant, Immanuel, 2012, Fundamentación para una metafísica de las costumbres, 2a ed., trad. R.R. Aramayo, Alianza Editorial, Madrid.
y la segunda CríticaKant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
—
y que han servido (injustamente) de base a la caricatura de una ética
kantiana fría y descarnada. Me refiero al sentimiento de respeto.2Esto no significa que acotaré mi investigación a los límites de la Fundamentación y de la Crítica de la razón práctica.
Me interesa el papel que se asigna al sentimiento de respeto en estas
dos obras, pero acudiré a varios otros trabajos de Kant para
caracterizar lo que es el respeto como sentimiento.
En concreto, me interesa analizar el sentimiento de respeto
precisamente como sentimiento. Esto es, quiero entender el lugar del
respeto en una teoría general de los sentimientos. Este interés puede ya
de inicio resultar problemático y causar cierta resistencia. Después de
todo, Kant afirma que el sentimiento de respeto es “muy particular” y
que “no puede ser comparado con ningún sentimiento patológico” (KpV 5:76Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).3Se
cita la obra de Kant con la abreviatura de la obra según la
Kant-Forschungsstelle seguida de la paginación de la Akademie-Ausgabe,
salvo para la Crítica de la razón pura que se cita según la primera (A) y segunda (B) edición. Las traducciones utilizadas se consignan en la bibliografía final. Evidentemente no se pueden obviar estas advertencias, pero creo que
tampoco deben servir para justificar una excepcionalidad de este
sentimiento tal que impida explicarlo en una teoría general. Aun cuando
en muchos aspectos se distinga fuertemente de los sentimientos
patológicos, debe haber razones de por qué tanto los sentimientos
patológicos como el respeto o cualquier otro sentimiento merece el
nombre mismo de “sentimiento”.
Dado que el centro de mi investigación es el carácter de sentimiento del respeto, la mayor parte de este escrito se destina a esclarecer qué es un sentimiento para Kant. Para ello, examino en el primer apartado las características del sentimiento en general en cuanto representación, esto es, su pertenencia a la sensibilidad y su referencia meramente subjetiva. En el segundo apartado exploro si es posible examinar el contenido de los sentimientos de placer y displacer. Se explica que un análisis así es imposible, pero se muestra que en la relación del sentimiento con el deseo aparece una característica del sentimiento: su tendencia a preservarse o a suprimirse como estado del sujeto. En el tercer apartado explico el sentido de dicha tendencia, a saber, que el sentimiento es una apreciación del acuerdo o desacuerdo con la vida y que, en función de esto, ofrece el fundamento para su preservación o supresión. En el último apartado analizo el respeto a la luz de la caracterización desarrollada en los apartados anteriores.
Aunque
desde hace varias décadas han aumentado de manera considerable los
estudios sobre la teoría kantiana de las emociones, este último
concepto, “emoción”, no tiene en Kant un término correspondiente, y con
frecuencia se encuentran trabajos sobre ese término que incluyen sin
delimitarlos conceptos que Kant utiliza con diferentes significados (por
ejemplo: Leidenschaft, Neigung, Affekt, Gefühl). Para los
objetivos de este trabajo recurriré a los pasajes de la obra crítica en
que Kant tematiza de forma clara el concepto de “sentimiento” (Gefühl). Los pasajes más relevantes se encuentran en la Crítica del juicio (KU 5: 177, 5: 205–207)Kant, Immanuel, 1992, Crítica de la facultad de juzgar, trad. P. Oyarzún, Monte Ávila, Caracas.
y en su “Primera introducción” (EEKU 20: 205–208), en la Metafísica de las costumbres (MS 6: 211–212)Kant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
, en la Antropología (Anth 7: 230 y ss.)Kant, Immanuel, 2014, Antropología en sentido pragmático, trad. D.M. Granja, G. Leyva y P. Storandt, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
y en varias de las lecciones de metafísica (especialmente en: V-Met-L2/Pölitz 28: 586–588; V-Met/Dohna 28: 672–676; V-Met/Mron 29: 890–893). Respecto al sentimiento de respeto, centraré mi atención
en la noción de “respeto por la ley moral”, tal como aparece en los
pasajes relevantes de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (GMS 4: 400–401)Kant, Immanuel, 2012, Fundamentación para una metafísica de las costumbres, 2a ed., trad. R.R. Aramayo, Alianza Editorial, Madrid.
y en la Crítica de la razón práctica (KpV 5: 71–89)Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
.
1. El sentimiento como representación
⌅En
la mayoría de los pasajes en que Kant define o explica directamente el
sentimiento (Gefühl), enmarca el tema en su exposición tripartita de las
facultades del ánimo.4En MS 6: 211–212 sólo se habla propiamente de la facultad de desear y de su relación con
el sentimiento de placer y displacer, pero la discusión supone la
visión tripartita de las facultades. Por otra parte, aunque en la Antropología no se comenta en forma explícita esta división, está claramente
supuesta en la estructura misma de la primera parte del libro que
consiste en tres capítulos, dedicado cada uno a una de las tres
facultades. Según esta división, podemos relacionar
todas las facultades a la facultad de conocer, a la de desear y al
sentimiento del placer y displacer (KU 5: 177Kant, Immanuel, 1992, Crítica de la facultad de juzgar, trad. P. Oyarzún, Monte Ávila, Caracas.
; EEKU 20: 205). En la “Primera introducción” a la Crítica de la facultad de juzgar,
Kant traza esta distinción en función de las diferentes maneras de
relación del ánimo con las representaciones. En primer lugar, hay
representaciones que se refieren al objeto y a la conciencia que tenemos
de éste: tales son las representaciones de la facultad de conocer.
También hay representaciones que se relacionan con un objeto como causa
de su realidad efectiva; éstas son las representaciones de la facultad
de desear. Por último, hay representaciones que no se refieren de ningún
modo al objeto, sino sólo al sujeto. Estas representaciones son los
sentimientos y pertenecen a la facultad del sentimiento de placer y
displacer (EEKU 20: 206).
En esta caracterización puede
parecer que hay un salto entre distinguir ciertas representaciones como
si se refirieran sólo al sujeto y asociarlas con el placer y el
displacer. De hecho, en la primera Crítica, al final del capítulo
“De las ideas en general”, Kant ofrece una suerte de escala de las
representaciones. Ahí describe las sensaciones (Empfindungen)
como percepciones (esto es, como representaciones con conciencia) que se
refieren solamente al sujeto como modificación de su estado (KrV A230/B376). En este pasaje no se identifican estas representaciones
subjetivas con los sentimientos ni se vinculan con el placer o
displacer. En cambio, Kant traza en obras posteriores una distinción
entre sensaciones y sentimientos. Por ejemplo, en la Crítica del juicio describe los sentimientos como aquello “que tiene siempre que
permanecer subjetivo y no puede de ninguna manera constituir una
representación de un objeto” y nos brinda un ejemplo: “el color verde de
los prados pertenece a la sensación objetiva, como percepción de un
objeto de los sentidos, el agrado del mismo, empero a la sensación
subjetiva” (KU 5: 206Kant, Immanuel, 1992, Crítica de la facultad de juzgar, trad. P. Oyarzún, Monte Ávila, Caracas.
).
Aunque una sensación, por ejemplo, el verde, se pueda tomar en
determinada circunstancia como una modificación del estado del sujeto,
tiene la capacidad de referirse, o al menos de pretender referirse, a un
objeto (cfr. Deimling 2018, pp. 29–30Deimling,
Wiebke, 2018, “Two Different Kinds of Value? Kant on Feeling and Moral
Cognition”, en Sorensen y Williamson (comps.), pp. 25–40. https://doi.org/10.1017/9781316823453.003
). Por lo tanto, pertenecen a la facultad de conocer. En cambio, “el sentimiento5Kant emplea el término “sentimiento” (Gefühl)
para designar tanto a la facultad en cuestión como su representación.
En algunas ocasiones utiliza para referirse a la facultad el término
“sentido interior” o “íntimo” (sensus interior; inwendigen Sinn) (Anth 7: 153; V-Met/Mron 29: 890). es la facultad de experimentar placer o displacer en virtud de una
representación, porque ambos contienen lo meramente subjetivo en
relación con nuestra representación y ninguna referencia a un objeto
para su posible conocimiento (ni siquiera para el conocimiento de
nuestro estado)” (MS 6: 211–212Kant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
).
Así pues, el placer y el displacer son lo que nunca, bajo ninguna
circunstancia, puede atribuirse al objeto: el sentimiento se refiere
“únicamente al sujeto, y no sirve a conocimiento alguno, ni siquiera a
aquel a través del cual el sujeto se conoce a sí mismo” (KU 5: 206Kant, Immanuel, 1992, Crítica de la facultad de juzgar, trad. P. Oyarzún, Monte Ávila, Caracas.
).
Esta nueva caracterización no debe entenderse necesariamente en contradicción con lo dicho en la primera Crítica, sino como una elaboración más detallada del carácter subjetivo de las representaciones. En la Metafísica de las costumbresKant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
Kant resalta, de acuerdo con lo señalado en la Crítica (KrV A230/B376), el carácter subjetivo de la sensación, pero a la vez
subraya que la diferencia entre ésta y el sentimiento es que la primera
puede referirse también a un objeto, mientras que el segundo no:
Podemos
explicar la sensibilidad mediante lo subjetivo de nuestras
representaciones […]. Ahora bien, lo subjetivo de nuestras
representaciones puede ser, o bien de tal modo que puede también
referirse a un objeto para conocerlo […], en este caso la sensibilidad,
como receptividad de la representación pensada, es el sentido [Sinn].
O bien lo subjetivo de la representación no puede convertirse en modo
alguno en un elemento del conocimiento: porque sólo contiene la
referencia de la misma al sujeto y no contiene nada utilizable para
conocer el objeto; entonces se llama sentimiento [Gefühl] a esta receptividad de la representación. (MS 6: 211–212, notaKant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
)
De
este modo, lo característico del sentimiento, a diferencia de las
representaciones de la facultad de conocer y de la facultad de desear,
es que mientras que estas últimas tienen referencia objetiva, el
sentimiento “es solamente la receptividad de una determinación del
sujeto” (EEKU 20: 208), es “la receptividad de la representación, que contiene el efecto de la representación sobre el sujeto” (MS 6: 212, notaKant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
).
Por ser la receptividad el lugar del sentimiento, Kant sostiene que
éste pertenece propiamente a la sensibilidad, aunque eso no impide que
la representación pueda ella misma tener su origen tanto en la
sensibilidad como en el entendimiento o la razón (MS 6: 212, notaKant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
; KpV 5: 23Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
Las
principales características del sentimiento que han salido a la luz en
estos pasajes son: que es una representación de la sensibilidad,
(independientemente de si su origen es intelectual o sensible), que es
una representación que se refiere sólo al sujeto y que es una
representación que conlleva placer o displacer (cfr. Merle 2015Merle, J.-C., 2015, “Gefühl”, en Marcus Willaschek, Jürgen Stolzenberg, Georg Mohr y Stefano Bacin (comps.), Kant-Lexikon, De Gruyter, Berlín. https://doi.org/10.1515/9783110443998-010
). Esta caracterización obliga a incluir bajo el
término “sentimiento” a representaciones que difícilmente catalogaríamos
como tales por no caer en lo que usualmente llamamos “emociones”, como
el hambre, la quemazón o un pinchazo (cfr. Frierson 2014, p. 168Frierson, Patrick R., 2014, “Affective Normativity”, en Alix Cohen (comp.), Kant on Emotion and Value, Palgrave Macmillan, Houndmills, pp. 166–190. https://doi.org/10.1057/9781137276650_9
). Podría ser tentador clasificar estas representaciones como sensaciones y no como sentimientos.6Una
cuestión relacionada con esto es si no deberíamos considerar sólo el
placer o displacer como sentimientos en sentido propio y, por ejemplo,
la quemazón o el hambre (e incluso la alegría, el respeto o el
sentimiento de lo bello) como representaciones complejas que incluyen al
sentimiento de placer o displacer junto con otras sensaciones o
representaciones. Esta interpretación coincidiría con la posición que
sostiene que no hay una diferencia cualitativa entre placeres, sino sólo
una cuantitativa, como piensa Guyer 1997 (pp. 99–119). Un fragmento de la segunda Crítica parece apoyar esta interpretación. Ahí se indica que el sentimiento de
placer no puede ser distinto más que en el grado en que afecta (KpV 5: 23).
Sin embargo, entiendo que con esto último Kant sólo se refiere al
placer en relación con la facultad de desear y su posibilidad de
determinarla, no a la distinción de los diferentes sentimientos en su
calidad de representaciones. La facultad de desear sólo tiene en cuenta
el grado, no la cualidad. Pero esto no significa que, como tales, los
sentimientos no puedan tener también características fenomenológicas
distintas, como sostienen Grenberg 2001, Cohen 2020 y Eran 2023. Sin embargo, pertenecen a la
sensibilidad, se refieren sólo al sujeto y conllevan placer o displacer,
que son las características propias del sentimiento, según Kant. El
mismo autor, en la AntropologíaKant, Immanuel, 2014, Antropología en sentido pragmático, trad. D.M. Granja, G. Leyva y P. Storandt, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
,
empieza el elenco de sentimientos con el deleite y el dolor (que
tampoco clasifican necesariamente, en el lenguaje actual, como
emociones), e incluye representaciones como la sensación de desagrado
que produce fumar tabaco (Anth 7: 230, 232Kant, Immanuel, 2014, Antropología en sentido pragmático, trad. D.M. Granja, G. Leyva y P. Storandt, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).7Me
parece que el problema no es tal si abordamos la noción kantiana de
sentimiento independientemente de nuestra concepción actual de emoción y
de la tendencia prácticamente universal de catalogar a los sentimientos
como un subtipo de las emociones. Si se procede así, podría resultar
que no todo lo que es un sentimiento para Kant es a la vez una emoción,
aun cuando su teoría de los sentimientos mostrase condiciones
necesarias, pero no suficientes, de las emociones (cfr. Eran 2021). No es un objetivo de este texto intentar
establecer un vínculo de la teoría kantiana del sentimiento con una
posible teoría de las emociones.
2. Sentimiento, placer y displacer
⌅Si
bien el placer y el displacer son los aspectos cualitativos distintivos
de las representaciones del sentimiento, una definición de placer y
displacer es imposible si se pretende hacer en función de un examen
analítico de estas representaciones. Ahora bien, aunque hasta ahora he
examinado la representación del sentimiento por sí misma y según la
facultad a la que corresponde, lo cierto es que las tres facultades del
ánimo —y sus correspondientes representaciones— están intrínsecamente
relacionadas, y ciertos aspectos de ellas se deben examinar en
referencia a las otras. Por ejemplo, en la Metafísica Mrongovius Kant afirma que el placer precede a la facultad de desear, y la facultad
de conocer precede a las otras dos. Se puede sentir placer o displacer
sin desear o aborrecer, pero no se puede desear o aborrecer algo si no
es en función del placer y el displacer; y para aborrecer o desear
necesito primero sentir placer y displacer, y conocer objetos que pueda
poner en relación con ese placer o displacer (V-Met/Mron 29: 877–878; MS 6: 211Kant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
).
Ahora
bien, aunque el placer precede a la facultad de desear, Kant afirma —y
esto es lo que me interesa revisar ahora— que “no se puede definir el
placer o el displacer si no se presupone la facultad de desear” (V-Met/Mron 29: 890). En varios lugares, Kant ofrece una caracterización de las
representaciones del sentimiento del placer y displacer en función del
fundamento que ofrecen para conservar al sujeto en su estado o para
determinar el cambio del estado de las representaciones (KU 5: 220Kant, Immanuel, 1992, Crítica de la facultad de juzgar, trad. P. Oyarzún, Monte Ávila, Caracas.
; EEKU 20: 230–231, Anth 7: 230–231Kant, Immanuel, 2014, Antropología en sentido pragmático, trad. D.M. Granja, G. Leyva y P. Storandt, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
; V-Met-L2/Pölitz 28: 586–587; V-Met/Mron 29: 877), pero este fundamento se hace evidente no en el sentimiento
mismo, sino en la determinación de otra facultad: la facultad de desear.
Sin embargo, Kant reconoce que esta manera de definir el sentimiento de
placer y displacer —mediante otra facultad— no resulta satisfactoria:
Fácilmente se ve que el placer o displacer, por no ser modos de conocimiento, no pueden ser definidos por sí mismos en modo alguno, y exigen ser sentidos, no inteligidos; que, en consecuencia, sólo se los puede precariamente definir por el influjo que una representación ejerce por medio de este sentimiento sobre la actividad de las fuerzas del ánimo. (EEKU 20: 232)
El problema, como indica este pasaje, radica en que estos sentimientos son, por sí mismos, indefinibles (V-Anth/Busolt 25: 1499).8La
imposibilidad de definir los sentimientos se debe entender como
imposibilidad de definirlos según su contenido. No es posible definir el
placer o el displacer analíticamente, esto es, mediante la
determinación de sus notas. Pero esto no niega la posibilidad de definir
lo que es un sentimiento como un tipo particular de representación. La
representación concreta (placer, displacer, etc.) no se puede definir,
pero las características que debe tener una representación para ser
considerada un sentimiento sí se pueden mostrar. Esto es lo que se
pretende en este trabajo. Por eso, como apuntaba
antes, no se pueden definir si no se presupone la facultad de desear.
Pero, en realidad, el recurso a la facultad de desear tampoco
proporciona información sobre el contenido de estos sentimientos, y por
ello no ofrece una definición en sentido propio. Más bien nos ofrece una
explicación de estas representaciones: nos muestra en ellos una suerte
de tendencia a preservarse o a suprimirse como estados del sujeto. Pero
no pueden definirse con más detalle, “a lo sumo pueden indicarse las
consecuencias que tienen en ciertas situaciones, para hacerlos
cognoscibles en la práctica” (MS 6: 212Kant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
): los deseos pueden ayudarnos a fijar la atención en los sentimientos, pero no pueden dotarlos de contenido (Deimling 2018, p. 34Deimling,
Wiebke, 2018, “Two Different Kinds of Value? Kant on Feeling and Moral
Cognition”, en Sorensen y Williamson (comps.), pp. 25–40. https://doi.org/10.1017/9781316823453.003
).
Así pues, aunque Kant había afirmado que sin la facultad de desear no se puede definir el placer o displacer, en realidad encontramos que sencillamente ninguno de los dos se puede definir: “exigen ser sentidos, no inteligidos”. La facultad de desear nos permite, más bien, caracterizar el sentimiento en función de su propia determinación. Donde hay deseo podemos encontrar un sentimiento, y la dirección del deseo, que está determinada en relación con el carácter placentero o displacentero del sentimiento, revela una tendencia correspondiente en dicha representación a preservarse o suprimirse. De este modo, los sentimientos se pueden caracterizar como representaciones “que producen un esfuerzo por mantener su estado de representación” (V-Met/Dohna 28: 674) o como representaciones que contienen un fundamento para continuar o producir la misma representación, o para abandonarla o evitarla (V-Met-L2/Pölitz 28: 586–587; V-Met/Mron 29: 877). Desde luego, no es que el deseo determine el carácter del sentimiento; más bien el placer y el displacer preceden a la facultad de desear, y en la determinación de la facultad de desear se muestra el fundamento que ofrecen para esa determinación. La determinación de la facultad de desear es la ratio cognoscendi del fundamento que ofrecen el placer y displacer, de su disposición a preservarse o suprimirse.
3. Sentimiento y vida
⌅Ahora
bien, ¿en función de qué, o por qué, un estado del sujeto tendería a
continuar y otro a cambiar? ¿Por qué una representación se ha de
manifestar como placentera y otra como displacentera? La respuesta a
estas preguntas no se puede encontrar en un análisis del sentimiento.
Una vez más tenemos que recurrir a la relación del placer y el displacer
con las demás facultades. En la Crítica de la razón prácticaKant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
Kant escribe en una nota a pie:
La
vida es la facultad de un ser para actuar según las leyes de la
facultad de desear. La facultad de desear es la facultad que tiene un
ser de originar, mediante sus representaciones, la realidad de los
objetos de esas representaciones. El placer es la representación de la
concordancia del objeto o de la acción con las condiciones subjetivas de
la vida, es decir, con la facultad mediante la cual una representación
origina la realidad de su objeto (o de la determinación de las fuerzas
del sujeto para la acción de producir el objeto). (KpV 5: 9, notaKant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
)
Los
sentimientos son representaciones que se refieren sólo al sujeto en la
medida en que buscan preservar su propia existencia —o suprimirla— en el
sujeto (EEKU 20: 206). Esto es, cuando se siente placer, lo que
se siente es, por decirlo así, la pertinencia de continuar en ese
estado; cuando se siente displacer, se siente la pertinencia de terminar
con ese estado. Pues bien, si se concibe el placer también como un
sentimiento de “concordancia con las condiciones de la vida”, un
“sentimiento de fomento de la vida” (Anth 7: 231Kant, Immanuel, 2014, Antropología en sentido pragmático, trad. D.M. Granja, G. Leyva y P. Storandt, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
, V-Met-L2/Pölitz 28: 586; V-Met/Mron 29: 890), entonces el placer y el displacer son representaciones que
instan a continuar o detener un estado según se perciba como propicio o
desfavorable para la vida. En ese sentido, el placer y el displacer
tienen una función valorativa. Valoran la concordancia o discordancia de
un estado del sujeto con la vida. Si se siente placer, se desea
continuar en ese estado porque dicho estado parece fomentar la propia
vida; si se siente displacer, se quiere finalizar ese estado porque ese
estado se siente como inhibidor de la vida (cfr. Cohen 2020, pp. 440–441Cohen, Alix, 2020, “A Kantian Account of Emotions as Feelings”, Mind, vol. 129, no. 514, pp. 429–460. https://doi.org/10.1093/mind/fzz018
; Frierson 2014, pp. 169–170Frierson, Patrick R., 2014, “Affective Normativity”, en Alix Cohen (comp.), Kant on Emotion and Value, Palgrave Macmillan, Houndmills, pp. 166–190. https://doi.org/10.1057/9781137276650_9
).
Aunque en el pasaje recién citado de la segunda Crítica la vida se define en función de la capacidad de actuar según la
facultad de desear, en otros lugares Kant la caracteriza de manera más
amplia. Por ejemplo, en la Metafísica de las costumbresKant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
la define de manera muy general sin mencionar explícitamente ninguna
facultad: “la facultad de un ser de actuar según sus representaciones se
llama vida” (MS 6: 211Kant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
).
En unas de sus lecciones de metafísica, Kant señala que las tres
facultades —de desear, de conocer y el sentimiento de placer y
displacer— “tomadas en conjunto, constituyen la vida del alma” (V-Met/Mron 29: 878). En los Principios metafísicos de la ciencia naturalKant, Immanuel, 1989b, Principios metafísicos de la ciencia natural, trad. C. Másmela, Alianza, Madrid.
, donde se define de manera más extensa la vida, se establece la relación
de ésta con todas las facultades (que, significativamente, aparecen
resaltadas en el texto original):
La vida es la facultad de una sustancia de determinarse por sí misma para actuar a partir de un principio interno —de una sustancia finita que se determina a sí misma para el cambio— y de una sustancia material para determinarse a sí misma en el movimiento o en el reposo como cambio de su estado. Ahora bien, no conocemos de una sustancia otro principio interno para cambiar su estado que el deseo y, en general, ninguna otra actividad interna que el pensar, con aquello que depende de tal deseo, a saber, el sentimiento de placer o displacer y el apetito o la voluntad. (MAN 4: 544)
Así pues, en contraposición con la materia inerte, que sólo puede cambiar de estado por acción de una causa externa (MAN 4: 543), la vida se define por la capacidad de una sustancia de
determinarse a sí misma para actuar. Y esta autodeterminación radica en
el ejercicio de las facultades del ánimo (y, por extensión, de todas las
facultades, que se pueden reducir a aquellas tres).9Es
de notar que esta definición de vida parece ser aplicable sólo a los
seres humanos si tomamos el “pensar” en sentido estricto. Si se toma
como equivalente la facultad de conocer comprendería también a los
animales en la medida en que les corresponde la sensibilidad como
facultad de conocer. Sin embargo, tanto esta definición como aquellas
que sólo implican la determinación de la facultad de desear (sin
considerar la facultad de conocer), excluyen la vida vegetal. Sin poder
profundizar aquí en este problema, me interesa nada más subrayar que,
para Kant, la vida se debe entender en función del ejercicio de las
propias facultades. Si placer y displacer indican
acuerdo o desacuerdo con la vida, y la vida estriba en el ejercicio de
nuestras facultades, entonces se siente placer o displacer en función de
que el ejercicio de nuestras facultades se vea favorecido o inhibido (cfr. Deimling 2018, p. 35Deimling,
Wiebke, 2018, “Two Different Kinds of Value? Kant on Feeling and Moral
Cognition”, en Sorensen y Williamson (comps.), pp. 25–40. https://doi.org/10.1017/9781316823453.003
). Lo que inhibe el ejercicio de las facultades es displacentero, lo que las promueve es placentero.10En
una de las lecciones de antropología dictada a inicios de la década del
silencio (entre 1772 y 1773) puede leerse: “Si comparamos todos los
casos que nos producen placer o displacer, generalmente encontramos que
todo lo que concuerda en nosotros para hacernos tangible nuestra vida
nos produce placer, y todo lo que restringe a nuestras facultades
vitales [Lebens-Fähigkeiten] nos produce displacer. El principio de todo
placer o displacer reside en favorecer o restringir nuestras facultades
vitales” (V-Anth/Collins 25: 167). Para una exposición más detallada de
la relación entre la vida y el sentimiento, véase Molina 2015.
Ahora bien: que los sentimientos de placer y displacer
indiquen acuerdo o desacuerdo con la vida no significa que ofrezcan un
contenido cognitivo. Del mismo modo que es a través del deseo que
encontramos que el placer y el displacer ofrecen un fundamento de
determinación de la facultad de desear, también es sólo en su relación
con la facultad de desear y de conocer que encontramos que indican un
acuerdo o desacuerdo con la promoción de la vida. El sentimiento, por sí
mismo, no ofrece ese contenido. Así como Kant señala que el placer y
displacer “exigen ser sentidos, no inteligidos”, debemos decir que la
concordancia con la vida se siente, no se conoce: los sentimientos son
“apreciaciones afectivas de nuestra actividad” (Cohen 2020, p. 430Cohen, Alix, 2020, “A Kantian Account of Emotions as Feelings”, Mind, vol. 129, no. 514, pp. 429–460. https://doi.org/10.1093/mind/fzz018
). Sencillamente se siente placer y, porque se
siente placer, se busca continuar o reproducir ese estado placentero. Y
resulta que, al hacerlo, lo que se busca es la promoción de la vida. La
función del sentimiento es, pues, ofrecer un fundamento para la
autodeterminación del sujeto de acuerdo con lo que promueve o inhibe su
propia actividad. Podría decirse, aunque impropiamente, que la vida se
sirve del placer y displacer para determinar al ser vivo a actuar en
función de lo que la promueve.11De este modo, como sostiene Cohen 2018 (p. 13), el sentimiento tiene una función orientativa. La
función del sentimiento es hacer al sujeto consciente de lo que promueve
o inhibe su actividad. Estoy de acuerdo con esta caracterización,
siempre y cuando se entienda que este hacer consciente no implica un
contenido cognitivo. Pero es preciso insistir en que
la información que el placer y displacer ofrecen por sí mismos, en su
calidad de sentimientos, no es información en sentido cognitivo. En
palabras de Cohen 2020 (p. 438)Cohen, Alix, 2020, “A Kantian Account of Emotions as Feelings”, Mind, vol. 129, no. 514, pp. 429–460. https://doi.org/10.1093/mind/fzz018
: “Los sentimientos funcionan como apreciaciones,
pero en lugar de transmitir sus apreciaciones a través de un contenido
representativo, como lo hace el juicio, lo transmiten a través de su
valencia, ya sea placentera o dolorosa”. Por sí mismos, no ofrecen un
conocimiento de lo que es provechoso o contrario a la vida ni impulsan a
emprender una acción concreta, aunque sirven de fundamento para ambas
cosas en relación con el resto de las facultades. Sirven de fundamento
para determinar a la facultad de desear y, por ello, ofrecen un
fundamento a la acción. No son ellos mismos el móvil (el móvil es el
deseo de obtener placer o evitar displacer), pero son el fundamento del
móvil.12Puede
haber deseo sin acción, pero no acción sin deseo, del mismo modo que no
hay deseo sin placer o displacer, pero puede haber placer sin deseo (MS 6: 211 y 212). La razón para distinguir entre sentimiento y móvil se expondrá más adelante, en el subapartado 3.1. De igual forma, por sí mismos no dicen nada sobre la relación entre un
estado y el fomento de la vida, aunque en una reflexión posterior se
pueda establecer esa conexión.
Que el sentimiento de concordancia o
discordancia con las condiciones subjetivas de la vida no ofrezca un
contenido cognitivo debe entenderse desde la caracterización del
sentimiento como una representación que se refiere al sujeto y que no
puede, nunca, dirigirse al objeto. Sin embargo, lo dicho hasta ahora
podría generar la impresión de que los sentimientos sí se refieren a
algún objeto: al objeto que causa placer o displacer y, por lo tanto, al
objeto —o estado objetivo— que concuerda o no con las condiciones
subjetivas de la vida.13Por ejemplo, DeWitt 2014 y DeWitt 2018 describen el placer y el displacer como
representaciones cognitivas que, aunque no ofrecen un conocimiento en un
sentido teórico sobre las propiedades de los objetos, sí contienen de
suyo evaluaciones sobre la concordancia de un objeto con la vida. Wood 2018 sigue también esta premisa. Aunque hay que admitir que, en la práctica, el sentimiento de placer o
displacer se suele asociar con una representación de la facultad de
conocer y, por ello, se puede determinar una causa objetiva del placer o
displacer, en el análisis se debe separar el sentimiento de placer o
displacer, como representación por derecho propio, de la representación
del objeto que lo causa.14En
este sentido, no se puede afirmar que los sentimientos no tengan
ninguna relación con el mundo, puesto que, en la mayoría de los casos,
son causados por objetos que nos afectan. Porque los sentimientos son el
resultado del hecho de que el mundo nos afecta, parece que tratan sobre
el mundo (Cohen 2020, p. 444). Pero lo que intento subrayar es que la
representación misma del sentimiento no tiene ningún contenido sobre eso
que lo causa. Tomado por sí mismo, sólo tiene relación con el sujeto. Por ello, “los sentimientos, aunque estén en relación con cogniciones y
con voliciones, no son ellos mismos cognitivos o volitivos” (Frierson 2014, p. 170Frierson, Patrick R., 2014, “Affective Normativity”, en Alix Cohen (comp.), Kant on Emotion and Value, Palgrave Macmillan, Houndmills, pp. 166–190. https://doi.org/10.1057/9781137276650_9
). Según esto, debe sostenerse que lo que se valora
como favorable o desfavorable para la vida en la evaluación sensible e
inmediata que tiene lugar en el sentimiento no es la causa objetiva del
placer o el displacer, sino el estado mismo. Ese estado es el mismo
sentimiento que involucra placer o displacer y, por lo tanto, es
autorreferencial. Por ejemplo, si tengo la mano sobre el fuego y siento
dolor,15Kant define el dolor como el displacer por medio del sentido, esto es, como displacer sensible (Anth 7: 230). puede parecer que el estado del que hay que salir es el estado de tener
la mano sobre el fuego. Pero esto ya implica una referencia a objetos.
En realidad, el sentimiento de quemarse sólo expresa mediante el dolor
una valoración del estado subjetivo, esto es, del sentimiento mismo de
quemarse. Por sí mismo, el sentimiento doloroso de quemarse no nos dice
cuál es su causa, ni qué hay que hacer para evitarlo. Y la valoración
—sensible e inmediata que es el dolor mismo— es que el quemarse no
concuerda con las condiciones subjetivas de la vida.16En
algunos pasajes, Kant vincula expresamente los sentimientos con los
objetos. Por ejemplo, en Metafísica Vigilantus escribe que “la
gratificación y el dolor surgen de la sensación sensorial [Sinnen
Empfindung] inmediata del sujeto: lo que es característico de ella
reside en el interés por la existencia del objeto” (V-Met-K 3E/Arnoldt
29: 1009). Esto parece abonar en contra de mi lectura. Sin embargo, creo
que esto debe entenderse en el contexto de la caracterización de la
gratificación (Vergnügen) y el dolor (Schmerz) como sentimientos del
sentido, definidos de antemano en función de la receptividad sensorial.
Por otra parte, Kant señala en este mismo pasaje que la gratificación
tiene lugar sólo en la medida en que el objeto nos plazca “porque
depende de mantenernos por más tiempo en el estado subjetivo en que nos
encontramos”. En este sentido, incluso en estos casos lo que debe
considerarse esencial en el sentimiento no es la relación con el objeto,
sino el estado subjetivo y su tendencia a preservarse (o suprimirse).
Aunque el interés se dirija a la existencia del objeto, el fundamento de
ese interés, que es el sentimiento, está en la tendencia autorreferente
de la representación a preservarse o suprimirse. Esto
puede verse con más claridad en otros ejemplos. El displacer del hambre
me impulsa a cambiar de estado, pero de suyo el hambre no me informa de
ningún objeto que cause ese displacer o que me pueda sacar de él.17También
podemos considerar sentimientos como la alegría o la tristeza, que
pueden vivirse sin tener una conciencia clara de su causa. Alegría,
tristeza, enojo, depresión… sólo se refieren al estado del sujeto, y se
puede estar alegre, triste, enojado o deprimido sin saber por qué, y
sólo después de cierta reflexión asignar una causa a ese sentimiento. El placer y displacer sólo ofrecen valoraciones sobre el estado mismo
en que se está y apuntan a la conveniencia de permanecer o no en él;
pero no se refieren al mundo ni ofrecen un conocimiento de la supuesta
causa del estado ni señalan qué hacer en concreto para continuar o
abandonar el estado.18Otra
manera de expresar la idea de este párrafo es indicando que, de acuerdo
con la postura que aquí se sostiene, el interés no debe tomarse como
una característica esencial del sentimiento. En KU 5: 204–209,
Kant señala que hay sentimientos a los que está ligado un interés (lo
agradable, la complacencia en lo útil, la complacencia en lo bueno) y
sentimientos desinteresados (los sentimientos estéticos). Ahora bien,
según Kant, el interés es la complacencia ligada a la representación de
la existencia de un objeto y, por eso, tal complacencia tiene relación
con la facultad de desear “ya sea ésta su fundamento de determinación,
ya esté, al menos, necesariamente vinculado con su fundamento de
determinación” (KU 5: 204).
Según esto, entiendo que, aunque ciertos sentimientos estén ligados a
un interés, el interés no es una característica del sentimiento en
cuanto tal, sino una determinación relativa a la facultad de desear. Y a
tal punto no debe entenderse el interés como una característica del
sentimiento en cuanto tal, que hay sentimientos que no conllevan
interés. La relación del sentimiento con el objeto (es más, con la
existencia del objeto) sólo se da por mediación de la facultad de
desear; pero el sentimiento mismo como tal se refiere al estado del
sujeto, no a un objeto. Esto no niega que ciertos sentimientos estén
vinculados necesariamente con un interés, sólo niega que ese interés sea
constitutivo del sentimiento como sentimiento. El sentimiento de
respeto, que es el que me interesa en este trabajo, se cuenta entre
estos últimos, pero, como señalaré en el apartado 4.2, no es ilegítimo
considerarlo independientemente de su objeto. En Metafísica Dohna Kant explica que nuestras representaciones pueden volverse causas
eficientes, pero distingue dos modos de la causalidad de la
representación: una causalidad subjetiva, en la que las representaciones
son causas para producirse a sí mismas, y una causalidad objetiva, en
la que se convierten en la causa de la producción de objetos. El acuerdo
en la causalidad subjetiva de las representaciones se llama placer, y
el acuerdo en la causalidad objetiva de las representaciones se llama
deseo (V-Met/Dohna 28: 675).19Mi lectura, que sostiene que el acuerdo o desacuerdo es entre la vida y la representación misma,
pretende hacer compatible el hecho de que los sentimientos como
representaciones no tienen ningún tipo de referencia objetiva con su
caracterización como apreciaciones de acuerdo o desacuerdo con la vida.
Me opongo así a la lectura más convencional que comparten autores que,
por otra parte, sostienen tesis incompatibles entre sí, de que esta
concordancia conlleva, de un modo u otro, intencionalidad (DeWitt 2014, Eran 2023). Cohen 2020 también les atribuye intencionalidad, aunque una
intencionalidad “derivada” que surge de su relación con el juicio. Creo
que mi lectura, además de ser más adecuada para el carácter
absolutamente subjetivo del sentimiento, tiene otra ventaja sobre sus
alternativas: hace compatible atribuir al placer un fundamento de
determinación para continuar o producir un estado, con el señalamiento
kantiano de que el sentimiento estético no causa deseo por un objeto. En
este caso el placer serviría como fundamento para la preservación de la
representación misma (por ejemplo, lo bello) sin dirigirse a ningún
objeto y sin determinar el deseo. Otra alternativa sería eliminar del
sentimiento la característica de ofrecer un fundamento para su propia
preservación o supresión. Si no se quiere prescindir de esta
caracterización, pero tampoco se quiere definir el sentimiento en
general (incluido el sentimiento estético) como orientado de origen a
objetos, hay que sostener que el acuerdo es entre la vida y la
representación misma, y no entre la vida y el objeto de la
representación. Así pues, los sentimientos impulsan a preservar o suprimir la representación subjetiva, pero no se orientan, per se, a continuar o evitar un estado objetivo de cosas (cfr. Frierson 2014, pp. 170–171Frierson, Patrick R., 2014, “Affective Normativity”, en Alix Cohen (comp.), Kant on Emotion and Value, Palgrave Macmillan, Houndmills, pp. 166–190. https://doi.org/10.1057/9781137276650_9
), aunque sin ellos tampoco se puede determinar la
facultad de desear: sin placer o displacer no se puede aborrecer o
desear. Puesto que en el sentimiento está dado, según sea placer o
displacer, el fundamento de la preservación o supresión de la misma
representación, el sentido de la determinación del deseo ya viene
adelantado por el sentimiento. Por ello, en la orientación de la
facultad de desear determinada se descubre que el sentimiento, según sea
placentero o displacentero, conlleva el fundamento para preservar o
reproducir la representación, o terminarla o evitarla.
En resumen: los sentimientos, en su calidad de placenteros o displacenteros, ofrecen sensible e inmediatamente una valoración sobre sí mismos como congruentes o no con las condiciones subjetivas de la vida, esto es, con el fomento o inhibición del ejercicio de nuestras facultades y, por lo tanto, de la pertinencia de conservarse o no como estados del sujeto. Pero el valor de congruencia o discordancia con la vida no son contenidos cognitivos del placer o displacer. La determinación de la facultad de desear es la ratio cognoscendi del significado de la valoración mostrada en el placer y el displacer. Puesto que lo placentero incita a la facultad de desear a determinarse en función de la reproducción del sentimiento placentero, y la vida es la facultad para actuar según las leyes de la facultad de desear, en esa determinación se revela la relación entre el placer y la vida. El placer y el displacer son, de suyo, valoraciones, pero el sentido de esas valoraciones no se descubre en el análisis de dichas representaciones por sí mismas, sino en su relación con la facultad de desear. Parafraseando una expresión de Kant citada ya un par de veces: “la concordancia o discordancia con la vida no se inteligen, se sienten”.
3.1. Sentimiento y motivación
⌅Debo
hacer una pequeña digresión antes de dar paso a la caracterización del
respeto según la exposición de la noción de sentimiento que he ofrecido.
La caracterización de los sentimientos como representaciones que
conllevan una tendencia a continuarse o a terminarse puede entenderse
como una disposición para la acción y, en efecto, existe una discusión
sobre si a los sentimientos les pertenece también como característica
esencial el ser móviles.20Entiendo por móvil lo que en alemán Kant llama Triebfeder —traducido en ocasiones también por “resorte”—, y que define como el “fundamento subjetivo del deseo”, frente a “motivo” (Bewegungsgrund), que define como el “fundamento objetivo del querer” (GSM 4: 427). Por ejemplo, DeWitt 2014DeWitt, Janelle, 2014, “Respect for the Moral Law: The Emotional Side of Reason”, Philosophy, vol. 89, no. 1, pp. 31–62. https://doi.org/10.1017/S0031819113000648
los describe como “iniciadores de la acción” (action-initiating). Por otra parte, Cohen 2020Cohen, Alix, 2020, “A Kantian Account of Emotions as Feelings”, Mind, vol. 129, no. 514, pp. 429–460. https://doi.org/10.1093/mind/fzz018
sostiene que los sentimientos deben definirse
independientemente de su relación con el deseo y, por lo tanto,
independientemente de su función motivante. Apuntala su posición con la
afirmación de que, dado que hay sentimientos como el de lo bello que no
implica una motivación por no conllevar deseo, la motivación no puede
ser un elemento esencial del sentimiento. Como he intentado mostrar a lo
largo del tercer apartado, entiendo, con Cohen, que la función
motivante no es una característica que se descubra analíticamente en el
sentimiento, y por lo tanto no la he de consignar entre los elementos
que pienso que caracterizan al sentimiento como representación.
Mi posición se basa, en primer lugar, en el carácter completamente subjetivo del sentimiento. Si son representaciones que se refieren exclusivamente al sujeto y de ningún modo al objeto, no pueden tener intencionalidad cognitiva ni conativa, pues ambas implican de suyo una referencia objetiva. En segundo lugar, mi interpretación se funda en la distinción entre causalidad subjetiva y causalidad objetiva, según la cual nuestras representaciones pueden volverse causas eficientes de dos maneras distintas: de manera subjetiva como causas para producirse a sí mismas, y de manera objetiva como causas de la producción de objetos. Según el primer modelo de causalidad, las representaciones son sentimientos; según el segundo, son deseos (V-Met/Dohna 28: 675). Esta distinción permite entender la propensión de los sentimientos a continuarse o suprimirse considerándolos con independencia de la facultad de desear y, por lo tanto, sin relacionarlos con objetos. Esto no impide relacionar esa tendencia con la causalidad objetiva y señalarla como el fundamento de la determinación del deseo, pero sin reducirla a él: “una representación que produce un esfuerzo [conatum] por mantener su estado de representación se llama placer, una que se convierte en causa de la producción de un objeto se llama deseo” (V-Met/Dohna 28: 675).
Hace falta, pues, la relación con la facultad de desear para hablar de un móvil. Esto es: los sentimientos no son de suyo móviles, pero se convierten en móviles en cuanto que fungen como fundamentos de determinación de la facultad de desear. Sostengo entonces que el fundamento que el sentimiento ofrece para su propia conservación o supresión no se debe entender, ipso facto, como el fundamento de determinación de la facultad de desear, aunque bien pueda desempeñar también ese papel.
4. El respeto como sentimiento
⌅Según el análisis de los apartados anteriores, las características que definen el sentimiento como un tipo de representación son:
-
Los sentimientos pertenecen a la sensibilidad.
-
Los sentimientos no se refieren a un objeto, sino sólo al sujeto.
-
Los sentimientos conllevan placer o displacer.
-
Los sentimientos involucran una apreciación de concordancia o discordancia con la vida.
-
Los sentimientos ofrecen un fundamento para su conservación o su supresión.
En este apartado me propongo examinar el sentimiento de respeto21Como se adelantó en la introducción, me refiero aquí al sentimiento de respeto como se aborda en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (específicamente en GMS 4: 400–403) y en la Crítica de la razón práctica (KpV 5: 72–89). Sobre las diversas maneras en que Kant tematiza este sentimiento y la posibilidad de integrar sus diferentes sentidos, véase Williamson 2018. a la luz de estas características. Sin embargo, no pretendo ofrecer un análisis exhaustivo del respeto; no es posible agotar aquí cada una de las características del sentimiento en función del respeto. Sólo pretendo mostrar la posibilidad de entender el respeto al lado del resto de los sentimientos en una teoría general del sentimiento.
4.1. El respeto pertenece a la sensibilidad
⌅Que
para Kant el respeto es un sentimiento y, como tal, pertenece a la
sensibilidad, no es una posición especialmente controvertida, aunque
algunos intérpretes la han puesto en duda al afirmar que el respeto no
es un sentimiento, sino nuestra conciencia de la ley moral (Singleton 2007Singleton, Jane, 2007, “Kant’s Account of Respect: A Bridge between Rationality and Anthropology”, Kantian Review, vol. 12, no. 1, pp. 40–60. https://doi.org/10.1017/S1369415400000807
, Stratton-Lake 2000Stratton-Lake, Philip, 2000, Kant, Duty and Moral Worth, Routledge, Londres. https://doi.org/10.4324/9780203989357
). Sin embargo, Kant no deja dudas al respecto.
Aunque en efecto le interesa subrayar que la causa de la determinación
del respeto “reside en la razón pura práctica”, señala a la vez que “el
sentimiento sensible, fundamento de todas nuestras inclinaciones, es la
condición de aquella sensación que llamamos respeto” (KpV 5: 75Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
);
e insiste más abajo: “así como el respeto es una acción sobre el
sentimiento y, por lo tanto, sobre la sensibilidad de un ser racional,
se presupone esta sensibilidad” (KpV 5: 76Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
Esto
no niega la distinción que Kant traza entre sentimiento patológico y
moral ni, por lo tanto, que la causa del respeto no se deba encontrar en
la sensibilidad.22En la Antropología, Kant distingue también entre sentimientos sensibles e intelectuales (Anth 7: 230), aunque en otras partes señala que un sentimiento intelectual es una contradicción (KpV 5: 117), pues el sentimiento no se define por el origen sensible o intelectual de la representación que lo produce (KpV 5: 23–24; MS 6: 211). Tal vez el pasaje de la Antropología deba entenderse no como una caracterización de la forma de la
representación, sino de su origen, como se explica en una de las
lecciones de metafísica, donde se habla de complacentia sensitiva y de complacentia intellectualis según la representación que produce la determinación sea sensible o intelectual (V-Met/Dohna 28: 675). En efecto, el respeto es un sentimiento moral y no patológico porque la representación de la ley precede al sentimiento (MS 6: 399Kant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
), la causa de su determinación no reside en la sensación, sino en la razón pura práctica (KpV 5: 75Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
), por lo que su origen no es empírico y puede conocerse a priori (KpV 5: 73, 78Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
Pero lo que se determina es la sensibilidad. La distinción entre
sentimientos patológicos y morales se da en virtud de la causa de la
determinación. Pero el carácter del sentimiento, como representación,
depende de la facultad que es determinada. En este sentido, el respeto
es una representación de la sensibilidad, pues es una determinación
suya, aunque la causa de la determinación sea la razón.
Kant
adelanta que se le podría reprochar acudir, bajo la noción de respeto, a
un sentimiento oscuro, en lugar de resolver claramente el asunto
mediante un concepto de la razón (GMS 4: 401, notaKant, Immanuel, 2012, Fundamentación para una metafísica de las costumbres, 2a ed., trad. R.R. Aramayo, Alianza Editorial, Madrid.
).
¿Cuál es la razón, pues, de recurrir a un sentimiento? La importancia
sistemática de la pertenencia del respeto a la sensibilidad radica en
dos razones. En primer lugar, porque no hay acción si no hay
determinación de la facultad de desear, y toda determinación de la
facultad de desear implica placer o displacer (MS 6: 211Kant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
).
Ahora bien, decir que no hay determinación de la facultad de desear sin
placer o displacer no significa necesariamente decir que placer y
displacer preceden al deseo; placer o displacer pueden ser no la causa,
sino el efecto del deseo (KpV 5: 9, notaKant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
; MS 6: 211Kant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
).
Volveré sobre esto más adelante. Por ahora sólo es preciso señalar que,
puesto que la acción no se puede entender sin un móvil, y dado que el
móvil ha de entenderse siempre en la relación entre la facultad de
desear y el sentimiento de placer o displacer, la pertenencia del
respeto a la sensibilidad es una condición ineludible para entender que
una acción moral de hecho se lleve a cabo; esto es, para entender sus
móviles.
En segundo lugar, sólo porque el respeto pertenece a la
sensibilidad se puede explicar su relación con otras representaciones de
la sensibilidad. Como señala Kant en la segunda Crítica, lo
esencial de toda determinación de la voluntad mediante la ley moral es
que sea determinada sólo por la ley “no sólo sin el concurso de impulsos
sensibles, sino incluso con exclusión de todos esos impulsos” (KpV 5: 72Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
). En este sentido, la ley moral debe oponerse a las inclinaciones: “abate la presunción”, “constriñe al amor propio” (KpV 5: 73–74Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
Pero, ¿cómo puede oponerse una representación de la razón a
representaciones de la sensibilidad? Si el sentimiento de respeto fuera
una mera conciencia de la ley moral, pero no un sentimiento, sería
imposible establecer una relación entre ambas cosas. En la AntropologíaKant, Immanuel, 2014, Antropología en sentido pragmático, trad. D.M. Granja, G. Leyva y P. Storandt, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
, Kant señala que el deleite y el dolor23Deleite (Vergnügen) y dolor (Schmerz)
son, respectivamente, el placer y el displacer por medio del sentido.
Ciertamente el sentimiento de respeto no es un sentimiento de deleite.
En cambio, como se verá en el subapartado 4.3, en su relación con la
sensibilidad sí ha de entenderse propiamente como dolor. no se relacionan entre sí en términos de ganancia y carencia, sino en
términos de ganancia y pérdida; no se oponen entre sí como
contradictorios, sino como contrarios (Anth 7: 230Kant, Immanuel, 2014, Antropología en sentido pragmático, trad. D.M. Granja, G. Leyva y P. Storandt, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
). Si se recurre a la terminología del escrito precrítico Magnitudes negativas, el deleite y el dolor están en relación de oposición real, no de oposición lógica (NG 2: 171–172). Esto quiere decir que el displacer (en este caso, el
dolor) no es la ausencia del placer, sino una magnitud que se le opone.24La comprensión del placer y el displacer como magnitudes se legitima también en el lenguaje usado por Kant en KpV 5: 41–42. Una reconstrucción de la doctrina kantiana sobre el respeto en clave de fuerzas dinámicas a la luz de Magnitudes negativas puede encontrarse en Zinkin 2006, si bien ahí se aplica la noción de fuerza a la
voluntad, mientras que aquí me limito a considerar los sentimientos como
magnitudes. En la medida en que se relacionan como
magnitudes opuestas, placer y displacer tienen la capacidad de
contraponerse mutuamente. No hay manera de explicar cómo es que la ley
moral, como representación racional, podría oponerse al influjo de la
sensibilidad. Sólo porque el respeto es un sentimiento y su lugar está
en la sensibilidad, podemos entender cómo puede, por oposición real,
contrariar dicha influencia. Esto es especialmente relevante al
considerar que, para Kant, el estímulo a la actividad que el respeto
ofrece como móvil debe entenderse, primordialmente, en el sentido de la
remoción de un obstáculo más que de un impulso per se (KpV 5: 79Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
4.2. El respeto no se refiere a un objeto, sino sólo al sujeto
⌅A
primera vista, esta característica puede resultar problemática: cuando
se habla del sentimiento de respeto, se habla del respeto a la ley moral. Es más, según Kant, “el objeto del respeto es exclusivamente la ley” (GMS 6: 401, notaKant, Immanuel, 2012, Fundamentación para una metafísica de las costumbres, 2a ed., trad. R.R. Aramayo, Alianza Editorial, Madrid.
).
En este sentido, parece necesario establecer que el respeto es de suyo
intencional y se dirige a la ley moral. Sin embargo, creo que se debe
proceder con el sentimiento de respeto de la misma manera que con otros
sentimientos. Líneas atrás veíamos el ejemplo del hambre: el hambre no
se dirige de suyo a ningún objeto aunque, en la medida en que sirve de
fundamento para determinar a la facultad de desear, se apetece comer.
Así, en relación con la facultad de desear, podemos distinguir entre dos
fundamentos distintos de determinación: el hambre (sentimiento
displacentero) como fundamento subjetivo y la comida (o el comer) como
fundamento objetivo. Con el sentimiento de respeto sucede algo
semejante: la voluntad es determinada objetivamente por la ley y
subjetivamente por el respeto (GMS 4: 400Kant, Immanuel, 2012, Fundamentación para una metafísica de las costumbres, 2a ed., trad. R.R. Aramayo, Alianza Editorial, Madrid.
).
Sin embargo, el sentimiento de respeto se encuentra en una situación
peculiar. En el caso del hambre —y del resto de los sentimientos
patológicos— el sentimiento precede a la determinación de la facultad de
desear; por eso es sencillo separarlo del objeto, que sólo comparece
después, en la determinación del deseo. En cambio, en el caso del
respeto, la determinación de la voluntad por parte de la ley es la causa
del sentimiento. Dado que el respeto presupone la ley, es difícil
entenderlo sin referencia a ella, pero no es ilegítimo hacerlo. Aunque
el respeto no pueda tener lugar sin la determinación de la facultad de
desear y, por lo tanto, sin la ley moral, es posible caracterizarlo sólo
como representación de la sensibilidad, independientemente de su causa.
En un análisis así, lo que ha de caracterizar al respeto no es lo que
lo causa (lo que se respeta), sino únicamente la determinación de la
sensibilidad. El respeto, como sentimiento, sólo se refiere al
estado subjetivo; no se refiere a lo determinante —la ley—, sino a lo
determinado —la sensibilidad—. De acuerdo con esto, Kant señala que el
“sentimiento moral (como el placer y el displacer en general) es algo
meramente subjetivo, que no suministra conocimiento” (MS 6: 400Kant, Immanuel, 1989a, Metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts y J. Conill Sancho, Tecnos, Madrid.
).
Hemos visto antes que el placer y el displacer son lo que nunca puede
atribuirse al objeto, sino que sólo se refieren al sujeto. Pasemos,
pues, a considerar este aspecto.
4.3. El respeto conlleva placer o displacer
⌅El
sentimiento de placer o displacer es la característica definitoria del
sentimiento como representación desde el punto de vista de la cualidad.
Todo sentimiento, en cuanto que sentimiento, conlleva placer o
displacer. El caso del respeto es peculiar en este aspecto, pues, en
lugar de ser placentero o displacentero, es un sentimiento que conlleva a
la vez placer y displacer. Así, Kant señala en la FundamentaciónKant, Immanuel, 2012, Fundamentación para una metafísica de las costumbres, 2a ed., trad. R.R. Aramayo, Alianza Editorial, Madrid.
:
A
decir verdad, el respeto es la representación de un valor que doblega
mi amor propio. Por lo tanto, es algo a lo que no se considera objeto de
la inclinación ni tampoco del miedo, aunque presente ciertas analogías
con ambas cosas al mismo tiempo. Así pues, el objeto del respeto es exclusivamente la ley, aquella ley que nos imponemos a nosotros mismos como necesaria de suyo. En cuanto que ley nos hallamos sometidos a ella
sin interrogar el amor propio y en cuanto que se ve impuesta por
nosotros mismos es una consecuencia de nuestra voluntad; atendiendo a lo
primero presenta cierta analogía con el miedo y tomando en cuenta lo
segundo tiene analogía con la inclinación. (GMS 4: 401, notaKant, Immanuel, 2012, Fundamentación para una metafísica de las costumbres, 2a ed., trad. R.R. Aramayo, Alianza Editorial, Madrid.
)
El
respeto no es un modo de la inclinación, pero tampoco del miedo; sin
embargo, tiene cierta analogía con ambos: se parece al miedo porque
implica sometimiento, se parece a la inclinación pues es consecuencia de
nuestra voluntad. Como en el miedo, parece comparecer un elemento de
displacer. Como en la inclinación, parece comparecer el placer. En la Crítica de la razón prácticaKant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
,
Kant renueva esta idea cuando señala que el respeto “es tan poco un
sentimiento de placer” y, a la vez “hay en el tan poco de displacer” (KpV 5: 77Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).25No
sigo aquí la traducción de Granja. En ella se lee: “El respeto está tan
lejos de ser un sentimiento de placer […] Pero al mismo tiempo carece
tanto de displacer”. Esta traducción, aunque se apega mejor a los giros
del español, parecería excluir del respeto al placer y al displacer. El
texto en alemán no implica necesariamente esto: “Die Achtung ist so
wenig ein Gefühl der Lust […] Gleichwohl ist darin doch auch wiederum so
wenig Unlust”. Que en realidad el respeto contiene ambas cosas es
patente en el pasaje completo: después de alejarlo del placer, Kant
enumera características displacenteras del respeto; después de
distanciarlo del displacer, muestra sus características placenteras (KpV 5: 77–78). El respeto no se identifica con el placer ni con el displacer; sin
embargo, implica a ambos: el efecto que la ley moral ejerce sobre el
sentimiento “por una parte, es únicamente negativo y por otra, en
relación con el fundamento restrictivo de la razón pura práctica, es
positivo” (KpV 5: 75Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
). Así, el respeto,
como
sumisión a una ley, es decir, como mandato (lo cual significa coerción
para un sujeto afectado de manera sensible), no contiene placer alguno
sino, en ese sentido, más bien displacer por la acción. Por otra parte,
como esta coerción está ejercitada sólo por la legislación de la propia
razón, ese sentimiento contiene también una elevación y el efecto
subjetivo sobre él, en cuanto que la razón pura práctica es la única
causa, se puede llamar, por lo tanto, únicamente aprobación de sí mismo
respecto de esta última. (KpV 5: 80–81Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
)
Por
una parte, la ley moral daña las inclinaciones, debilita la presunción,
humilla. Tiene, por lo tanto, un efecto negativo en el sentimiento, que
se percibe como dolor (KpV 5: 73Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
Sin embargo, esta humillación en el plano sensible es una elevación de
la estima moral en el plano intelectual y, así, un sentimiento positivo
en cuanto a su causa intelectual (KpV 5: 79Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
Ahora bien, el placer y el displacer presentes en el sentimiento de
respeto no deben concebirse como dos representaciones separables: es un
sentimiento negativo, displacentero, porque es contrario a las
inclinaciones y humilla a la presunción, pero justamente porque es
contrario a las inclinaciones y humilla a la presunción es que es un
sentimiento positivo y funge como fundamento subjetivo de la actividad (KpV 5: 79Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
De este modo, mientras que la mayoría de los sentimientos son
placenteros o displacenteros y, por ello, se deben distinguir como dos
valoraciones distintas, el sentimiento de respeto ofrece una sola
valoración, que es a la vez positiva y negativa.26Este
doble aspecto de la valoración que ofrece el sentimiento de respeto
sería problemático en aquellos casos en que el placer debe anteceder a
la determinación de la facultad de desear. Básicamente, una valoración
que es a la vez positiva y negativa no puede ofrecer un fundamento para
determinar la voluntad en un sentido o en otro. Esto muestra que, de
hecho, el sentimiento de respeto no puede desempeñar ese papel, como
Kant señala en repetidas ocasiones. El respeto es un efecto de la ley
moral, y el dolor y la elevación que conlleva no es lo que determina la
voluntad en una dirección o en otra, sino que es el sentimiento
resultante de la oposición a las inclinaciones (de su abatimiento) que
se efectúa por la misma determinación de la voluntad. Cómo es esto posible y cuál es la valoración que se ofrece, lo veremos en seguida.
Antes
de pasar a ese tema, vale la pena hacer una última observación. Cuando
Kant habla del aspecto negativo del sentimiento de respeto utiliza el
término “dolor” (Schmerz). El sentimiento que se opone al dolor es el deleite (Vergnügen).
Sin embargo, Kant no utiliza el término “agrado” para referirse al
aspecto positivo del respeto. Aunque parece resistirse a caracterizarlo
de una manera concreta (e incluso se resiste a utilizar la palabra
“placer”),27Aunque en KpV 5: 116 está muy cerca de esta caracterización al hablar de la complacencia
consigo mismo como la conciencia placentera de la determinación de la
voluntad por la ley, y en KU 5: 222 sí describe al sentimiento de respeto como placer (véase Holberg 2016, pp. 235–240). llega a utilizar el término “elevación” (Erhebung) (KpV 5: 80Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
). ¿Por qué esta asimetría? El deleite y el dolor son, respectivamente, el placer y el displacer por medio del sentido (Sinn).
Kant insiste en varias ocasiones en que el respeto no es un sentimiento
patológico, no es efecto de un objeto externo que afecte nuestro
sentido. ¿Por qué, entonces, califica el displacer provocado por la ley
moral sobre el sentimiento como “dolor”? La razón de ello está en que,
aunque conozcamos a priori el efecto de la ley sobre el
sentimiento, “no podemos conocer la fuerza de la ley pura práctica como
móvil, sino sólo la resistencia a los móviles de la sensibilidad” (KpV 5: 78–79Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
La causa del sentimiento es la representación de la ley moral, pero la
valoración es sobre el ejercicio de las facultades sensibles. En el
aspecto negativo del respeto no se siente propiamente la ley moral, se
siente la oposición a los móviles de la sensibilidad. Por ello, dice
Kant, “el efecto negativo sobre el sentimiento (del displacer) es, como
todo influjo sobre el mismo y como todo sentimiento en general,
patológico” (KpV 5: 75Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
En contraste, el carácter positivo del respeto no puede ser agrado,
pues la valoración es sobre la capacidad de actuar de la razón pura
práctica.
4.4. El respeto involucra una apreciación de concordancia o discordancia con la vida
⌅Aquí, como en la característica anterior, hay que decir que el respeto manifiesta a la vez una apreciación de concordancia y de discordancia con la vida. Como señalé en el aparatado 3, en último término se siente placer o displacer en función de que el ejercicio de nuestras facultades se vea favorecido o inhibido. El sentimiento de respeto es justamente una apreciación de la concordancia y discordancia de nuestras facultades respecto de la ley moral.
Kant es bastante explícito al respecto
en el rasgo negativo del sentimiento de respeto. La ley moral excluye
completamente el influjo del amor propio —esto es, de las inclinaciones
en su conjunto— de la determinación de la voluntad, con lo que “infiere
un perjuicio infinito a la presunción que prescribe como leyes las
condiciones subjetivas de ese amor” (KpV 5: 73Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
Desde el punto de vista de la sensibilidad, la ley moral es realmente
opuesta a las condiciones subjetivas de la vida, pues inhibe la
determinación de nuestra voluntad según nuestras inclinaciones: “la ley
moral humilla inevitablemente a todo hombre cuando compara con esa ley
la tendencia sensible de su naturaleza” (KpV 5: 74Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).28Cabría
preguntar qué sucede en las situaciones en las que las inclinaciones se
orientan en la misma dirección que la ley moral. Parecería que en estos
casos no cabría hablar de dolor. Sin pretender resolver el asunto, la
respuesta debe plantearse en función de que la moralidad de la acción
exige que las inclinaciones se excluyan como el fundamento de su
determinación, aun cuando coincidan con la ley moral.
El elemento positivo de esta negación es el camino abierto a la determinación de la voluntad por la ley moral al eliminar los obstáculos puestos por las inclinaciones:
Al
quitar la representación de la ley moral el influjo del amor propio y
la ilusión de la presunción disminuye el obstáculo que encuentra la
razón pura práctica y se produce así, en el juicio de la razón, la
representación de la superioridad de su ley objetiva sobre los impulsos
de la sensibilidad y, por lo tanto, aumenta relativamente el peso de la
ley (respecto de una voluntad afectada por la sensibilidad) al quitar el
contrapeso. (KpV 75–76Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
)
Quitar
los obstáculos de las inclinaciones, aumentar el peso de la ley en una
voluntad afectada por la sensibilidad es “la otra cara de la
humillación” (Torralba 2020, p. 180Torralba, José María, 2020, “El sentimiento de respeto y la estructura del vínculo moral”, Revista de Estudios Kantianos, vol. 5, no. 1, pp. 174–191. https://doi.org/10.7203/REK.5.1.14013
), pues allana el camino a la razón pura práctica (GMS 4: 400–401Kant, Immanuel, 2012, Fundamentación para una metafísica de las costumbres, 2a ed., trad. R.R. Aramayo, Alianza Editorial, Madrid.
).
El placer manifiesta el acuerdo de un objeto o una acción con las
condiciones subjetivas de la vida. El sentimiento de respeto manifiesta,
en lo que tiene de placentero o “elevado”, justamente la concordancia
entre la razón y las condiciones subjetivas para la realización de su
acción; en este caso, la negación de las condiciones subjetivas que se
le oponen, por lo que “debe ser considerado fundamento subjetivo de la
actividad” (KpV 5: 79Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
Si disminuyen los obstáculos que encuentra la razón, aumenta su
efectividad. La inhibición de los elementos sensibles en la
determinación de la voluntad es, a la vez, promoción de los elementos
intelectuales, pues “toda disminución de los obstáculos que se oponen a
una actividad es un fomento de esta misma actividad” (KpV 5: 79Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
Por eso, en el sentimiento de respeto no se pueden separar el dolor y
el placer. Ambos muestran la valoración sobre una y la misma cosa: el
efecto de la ley moral sobre las inclinaciones. La oposición de la ley
moral a las inclinaciones es, a la vez, inhibición y promoción de
nuestra propia actividad: “la conciencia de una sumisión libre de la
voluntad a la ley, pero unida con una coerción inevitable ejercida sobre
todas las inclinaciones, aunque sólo mediante la propia razón, es el
respeto a la ley” (KpV 5: 80Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
4.5. El respeto ofrece un fundamento para su conservación o supresión
⌅Expliqué líneas atrás que, dado que el contenido de los sentimientos no se puede analizar, algunas de sus características sólo se muestran en su relación con otras facultades. Por ejemplo, el fundamento que contienen los sentimientos para preservar o eliminar la representación se muestra en la dirección que toma la facultad de desear en la medida en que es determinada por el sentimiento. Según esto, parecería que el lugar más natural para examinar esta característica del sentimiento en el respeto sería el papel que este último desempeña como móvil de la acción moral, esto es, como fundamento subjetivo de la determinación de la voluntad. Sin embargo, me parece que hay otro lugar en el que esta característica se presenta con mucha más claridad y con la ventaja de que se hace patente la causalidad subjetiva de los sentimientos sin necesidad de verla convertida en la causalidad objetiva del deseo.
A lo largo
del capítulo “De los móviles de la razón pura práctica”, Kant insiste en
que ningún sentimiento, ni aun un supuesto “sentimiento moral” —ni
siquiera el respeto—, puede anteceder a la ley moral ni servirle de
fundamento (KpV 5: 75Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
Por ello, dice más adelante que, aunque “es muy hermoso hacer el bien a
los hombres por amor y por compasiva benevolencia, o ser justo por amor
al orden […] esto todavía no es la verdadera máxima moral de nuestro
comportamiento” (KpV 5: 82Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
Sin embargo, Kant también sostiene que la ley manda que se ejecute
gustosamente la ley moral. Este mandato resulta peculiar, puesto que no
se puede mandar sobre las inclinaciones (y porque mandar hacer algo que
se hace gustosamente resulta superfluo). En este sentido, este mandato
se debe entender como el mandato a aspirar a transformar el respeto a la ley en amor a la ley (KpV 5: 83–84Kant, Immanuel, 2005, Crítica de la razón práctica, trad. D.M. Granja, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México.
).
Ahora
bien, si no se puede cambiar la disposición de nuestras inclinaciones
mediante una determinación de la voluntad, ¿de qué manera se puede
justificar la aspiración a cumplir gustosamente la ley? Holberg 2016Holberg, Erica A., 2016, “The Importance of Pleasure in the Moral for Kant’s Ethics”, The Southern Journal of Philosophy, vol. 54, pp. 226–246. https://doi.org/10.1111/sjp.12173
ofrece una respuesta mediante el examen del papel
que desempeña la dimensión placentera del sentimiento de respeto en la
virtud, sin convertirlo en causa determinante de la voluntad. Ya que la
determinación de la voluntad por la ley conlleva placer, la sensibilidad
es dirigida y disciplinada mediante acciones determinadas de dicha
manera: la contribución del sentimiento de respeto es la producción de
una sensibilidad cultivada, adquirida mediante la repetición de acciones
morales (cfr. Holberg 2016, p. 240Holberg, Erica A., 2016, “The Importance of Pleasure in the Moral for Kant’s Ethics”, The Southern Journal of Philosophy, vol. 54, pp. 226–246. https://doi.org/10.1111/sjp.12173
). Ahora bien, ¿cómo es que la repetición de
acciones morales “cultiva” o “disciplina” a la sensibilidad? Me parece
que esto se debe explicar en función de la causalidad subjetiva de los
sentimientos.29Holberg
explora el papel del placer en el respeto como fundamento de la virtud,
pero no se detiene a explorar el fundamento de la posibilidad de que el
placer ejerza este papel. En este sentido, lo que propongo aquí —en
pinceladas muy gruesas— es una lectura de la tesis de Holberg a la luz
de la distinción entre causalidad subjetiva y objetiva de las
representaciones. Dado que los sentimientos determinan
la sensibilidad, y esa determinación conlleva la propensión a su
conservación o supresión, los sentimientos disciplinan la sensibilidad:
la predisponen en función de sí mismos. La causalidad del sentimiento no
se entiende aquí, entonces, como causalidad objetiva en la acción
concreta, sino como causalidad subjetiva sobre la misma sensibilidad. De
esta manera, el sentimiento de respeto no serviría como fundamento
causal de la determinación de la voluntad, pero sí determinaría la
sensibilidad de tal manera que la haría más receptiva al influjo de la
ley moral, pues a lo que tiende la determinación de la sensibilidad por
el sentimiento es a la conservación del placer y a la supresión del
displacer que residen en el sentimiento.30Incluso
aquí podría mostrarse el doble aspecto del sentimiento de respeto, con
el dominio de sí mismo como el elemento negativo del cultivo de la
sensibilidad y el gobernarse a sí mismo como el elemento positivo (cfr. MS 6: 407–408; Holberg 2016, p. 243). Así, con el sentimiento de
respeto “la sensibilidad es moldeada de manera estable por las
actividades de la razón, en lugar de verse forzada temporalmente a
obedecerlas” (Holberg 2016, p. 243Holberg, Erica A., 2016, “The Importance of Pleasure in the Moral for Kant’s Ethics”, The Southern Journal of Philosophy, vol. 54, pp. 226–246. https://doi.org/10.1111/sjp.12173
).
Esto no debe entenderse como una explicación analítica del fundamento interno del sentimiento de respeto para su preservación o eliminación: no pretendo explicar el modo en que esta característica pertenece exactamente al sentimiento de respeto, sino sólo mostrar un caso en el que se puede reconocer que esta característica de hecho se cumple.
Conclusiones
⌅A lo largo de este trabajo señalé y expliqué las características que Kant atribuye a los sentimientos como representaciones de la facultad del sentimiento de placer y displacer, y he mostrado que el respeto cumple con dichas características. No pretendo haber ofrecido una exposición exhaustiva de este sentimiento, pero espero haber esbozado las bases para una tarea de ese tipo. La caracterización del respeto como sentimiento no implica negar lo que Kant dice de él, esto es, que es un sentimiento muy particular que no se puede comparar con los sentimientos patológicos. Nada de lo dicho aquí contradice las características que distinguen el sentimiento de respeto de los sentimientos patológicos: que no tiene origen empírico, no funciona como causa determinante de la voluntad y puede conocerse a priori.31Una comparación detallada del sentimiento de respeto frente a los sentimientos patológicos puede encontrarse en Cohen 2018 (p. 18). Así, sin negar la peculiaridad del respeto, he mostrado de qué manera puede hablarse de él, con toda propiedad, como un sentimiento.
La caracterización que hace este trabajo del respeto exclusivamente como sentimiento, y la consideración de que el carácter de móvil no pertenece al sentimiento per se, significó no abordar de manera directa la razón por la cual Kant introduce el sentimiento de respeto: ofrecer una explicación de los móviles de la razón pura práctica. Aunque la función del respeto como móvil queda fuera de los límites de este trabajo, creo que algunos de los temas que se exploraron aquí pueden ayudar a ampliar nuestra comprensión del respeto como móvil. Por poner dos ejemplos: 1) La distinción entre causalidad subjetiva y causalidad objetiva puede ayudar a comprender la posibilidad de un sentimiento como móvil sin adjudicarle ipso facto una orientación específica a la determinación de la facultad de desear. Así, esta distinción puede ayudar a examinar cómo la causalidad objetiva (su papel como móvil) del respeto puede serle dada no al determinar la facultad de desear, sino en la determinación de la facultad de desear. 2) El examen del sentido de la valoración contenida en el respeto también puede aclarar el sentido de la determinación subjetiva de la voluntad cuando el respeto funge como móvil: lo que se quiere, cuando se quiere impulsado por el respeto, es la autonomía, la autodeterminación. Como insiste Kant, el móvil es la moralidad misma, y esto se puede entender en la medida en que el respeto es el sentir la determinación de la voluntad por la razón práctica, esto es, el acuerdo de esta razón práctica consigo misma; por lo tanto, la agencia y promoción de la agencia de la razón.