Introducción
⌅En sus Lecciones sobre pedagogía (VuP)Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
Kant afirma que “el ser humano es la única criatura que tiene que ser educada” (IX: 441Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).1Todas
las referencias a Kant que se citan en este trabajo corresponden, con
los números romanos para la obra y con los arábigos para la página de la
obra en cuestión, a la edición de la Academia de Berlín, Kant’s gesammelte Schriften, herausgegeben von der Königlich Preußischen Akademie der Wissenschaften,
Berlin, 1902 y ss., XXIX vols. A lo largo del trabajo usaré las
siguientes abreviaturas para los trabajos de Kant (versiones en alemán,
español e inglés) tomados de la bibliografía citada al final del
trabajo: Lectures on Pedagogy (VuP); Antropología en sentido pragmático (Anth); La religión dentro de los límites de la mera razón (Rel); Fundamentación de la metafísica de las costumbres (GMS); The Conflict of the Faculties (SdF); Of the Different Races of Human Beings (VRM); Crítica de la razón práctica (KpV); Toward Perpetual Peace (ZeF); Kritik der Urteilskraft (KU); On the Use of Teleological Principles in Philosophy (UgTPP); Determination of a Concept of a Human Race (BBM); La metafísica de la costumbres (MS); Ideas para una historia universal en clave cosmopolita (IGA); Probable inicio de la historia humana (MAdM); Lecciones de ética (VdE); Review of J.G. Herder’s Ideas for the Philosophy of the History of Humanity (RvG). Para las ediciones inglesas y alemanas, todas las traducciones al español son mías. Por educación (Erziehung) debemos entender cuidado, disciplina y formación (Bildung).
El cuidado es la precaución que deben tener los padres para que sus
hijos, al ser niños, no se hagan daño a sí mismos; la disciplina es la
parte negativa de la educación que impide que, “por medio de sus
impulsos animales”, el ser humano “se desvíe de su propio destino” (IX: 442Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).
Por último, la formación es la parte positiva de la educación por la
que los seres humanos son guiados hacia el cumplimento de su vocación o
destino (Bestimmung). ¿Cuál es este destino? Kant responde a esta pregunta en AnthKant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
al discutir las predisposiciones técnicas, pragmáticas y morales del
ser humano: “El ser humano está destinado por su razón a vivir en
sociedad con otros seres humanos y en ella a cultivarse, civilizarse y, finalmente, a moralizarse a través de las artes y las ciencias” (VII: 324Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
). Así, Kant sostiene que, a través de la instrucción y la formación, un ser humano dotado de razón se realiza como ser cultivado, prudente y moralizado (VuP, IX: 449–450Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
). El cultivo, la civilización y la moralización son el producto educado de las predisposiciones técnicas, pragmáticas y morales de la naturaleza humana,
respectivamente, y pertenecen a la educación práctica, esto es, “a la
educación por la cual el ser humano es formado para vivir como un ser
activo y libre (VuP, IX: 455Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).2En Anth Kant concede que estas tres predisposiciones son naturales en la razón de los seres humanos, pero en Rel menciona la “predisposición a la animalidad del hombre como ser
viviente”, que no requiere de razón. Las dos predisposiciones, técnicas y
pragmáticas, a las que se refiere en Anth se corresponden más o menos con la “predisposición de la humanidad” que discute en Rel (VI: 27).
Kant explica que por “predisposición de un ser entendemos tanto las
partes constitutivas requeridas para él como también las formas de su
ligazón para ser un ser tal”. Las predisposiciones técnica, pragmática y
moral, además de que van acompañadas de razón, son “originales” y no
“contingentes” porque “pertenecen necesariamente a la posibilidad del
ser [humano] en cuanto tal” (Rel VI: 28).
La “predisposición técnica” (technische Anlage) es la
característica por la cual los seres humanos pueden manipular y hacer
uso de las cosas que encuentran fuera de sí mismos para mejorar sus
condiciones físicas de vida (Anth, VII: 322Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
).
Al educar esta predisposición, el ser humano deviene diestro y hábil
para realizar cualquier número de tareas y alcanzar propósitos posibles
que, en realidad, pueden ser infinitos en número (VuP, IX: 450Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).
Por su parte, la “predisposición pragmática” (pragmatische Anlage) es la característica por la cual el ser humano, como ser racional, es capaz de salir de la “rudeza de su naturaleza”. Al educar esta predisposición, el ser humano se civiliza entre las “artes de la cultura” (Anth, VII: 324Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
), es decir, las “buenas maneras sociales” y la prudencia (Klugheit), definida como la capacidad de “usar a otros seres humanos para los propios propósitos finales” (VuP, IX: 450Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
). La prudencia “es la facultad de usar las propias habilidades de manera efectiva” (VuP, IX: 455Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
), y en GMSKant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
Kant señala que la prudencia consiste en “la habilidad en la elección de los medios para el mayor bienestar propio” (IV: 415Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
), es decir, para el logro de la felicidad (Glückseligkeit). Así, además de civilizar al ser humano, la prudencia es una condición para el logro de la felicidad personal.
Por último, la “predisposición moral” (moralische Anlage) es la característica que hace al ser humano “moralmente bueno por naturaleza” gracias a su “carácter inteligible” (Anth, VII: 324Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
). Sin embargo, puesto que el ser humano tiene igualmente la “propensión” (Hang) a apetecer lo que no es moralmente bueno según su “carácter sensible”, también se puede juzgar “malo por naturaleza” (VII: 324Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
). La educación moral consiste en que “comprenda por sí mismo los principios de la razón” (VuP, IX: 455Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
) y, para ello, cada uno tiene que ser formado en torno a la máxima de “sustine et abstine” (VuP, IX: 486Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).
Este
ensayo es un estudio sobre el trabajo docente de Kant para desarrollar
en sus estudiantes la predisposición pragmática, la prudencia. Mi
objetivo es mostrar que, al enseñar prudencia para formar estudiantes
cosmopolitas y civilizados, la práctica docente de Kant cumple a la vez
el objetivo paradójico de que sus estudiantes no puedan realizar el fin
personal por el cual el desarrollo de la predisposición pragmática es
igualmente necesario, a saber, la felicidad. Espero mostrar que la idea
de “historia natural” que Kant adopta requiere que los seres humanos
tomen en serio individualmente la finalidad de su propia felicidad
empírica y se esfuercen prudencialmente para alcanzarla. Pero, debido a
una finalidad “Natural” más elevada que la de la felicidad empírica
personal y que Kant reconoce perfectamente en relación con el proyecto
civilizatorio de la humanidad para el despliegue histórico de la
moralidad, los seres humanos están destinados de manera individual a ser
felizmente frustrados.3Como se verá en la segunda sección, en el trabajo fundacional de la moral de Kant (GMS y KpV)
hay una resistencia poderosa del filósofo a hacer concebible y
realizable racionalmente la felicidad empírica. Sin embargo, esta
resistencia es consonante en términos teleológicos con el desarrollo
civilizatorio de la especie. Sostengo, pues, que hay
en la natural predisposición pragmática una tensión paradójica de
fuerzas que sólo en virtud de su propia contrariedad puede ser
comprendida en forma adecuada, y por eso propongo que la actividad
docente de Kant encaminada a la enseñanza de la prudencia se comprenda
como una actitud irónica. Aprovecho para mis propósitos el
significado de ironía que desarrolla en la modernidad Friedrich
Schlegel, filósofo y crítico literario contemporáneo de Kant. Mi lectura
de la labor pedagógica cosmopolita de Kant me permitirá atribuirle una
“belleza lógica” pues, como dice Schlegel, “la filosofía es la verdadera
casa de la ironía, que se podría definir como belleza lógica” (en Behler 1990, p. 73Behler, Ernst, 1990, Irony and the Discourse of Modernity, University of Washington Press, Seattle. https://doi.org/10.1515/9780295801537
).
Este trabajo tiene tres partes. En la primera examino el vínculo que el pragmatismo, el cosmopolitismo y la historia natural guardan entre sí a partir de las lecciones de antropología y geografía física de Kant. Mi objetivo es mostrar de qué modo se legitima una teleología antropológica cuyo propósito se reconoce en clave pragmatista y cosmopolita. En la segunda señalo la manera en que la prudencia se desprende del pragmatismo y por qué es esencial para el cosmopolitismo; explico la relación entre la felicidad y el cosmopolitismo y examino el escepticismo racional práctico y prudencial en Kant. Cuestiono así el acompañamiento de la razón práctica en la predisposición pragmática llevando este escepticismo a la misma práctica docente de la prudencia. La pregunta que surge aquí es la siguiente: ¿por qué Kant reconoce una inclinación natural a la felicidad empírica en los seres humanos, admite la presencia de la racionalidad práctica —en su antropología filosófica— en la predisposición pragmática y dedica muchos años a la enseñanza de la prudencia y el cosmopolitismo cuando, desde el punto de vista de sus investigaciones críticas, reconoce sus deficiencias práctico-racionales?4En la primera parte de SdF, Kant explica que la facultad de filosofía tiene que estar constituida por dos departamentos, uno que privilegie los “conocimientos históricos” y otro los “conocimientos racionales puros”. El primero incluye “historia, geografía, filología, humanidades y conocimientos empíricos que contienen las ciencias naturales”, mientras que el segundo se enfoca en la “matemática y filosofía pura, la metafísica de la naturaleza y la moral”. Pero la misma facultad tiene que “estudiar las relaciones que tienen entre sí estas dos formas de saber filosófico” (VII: 28). La facultad de filosofía es la facultad de la filosofía de Kant, desde luego, y sus dos departamentos corresponden, respectivamente, a sus escritos pedagógicos y populares y a sus escritos propiamente crítico-trascendentales. Pienso que la “belleza lógica” de la que habla Schlegel define su relación. Para responderla, propongo tomar el concepto de ironía en Schlegel. Por último, en el apartado final defiendo la ironía de la práctica docente de Kant con la introducción del concepto de la “sociable insociabilidad”. En mi opinión, este concepto complejo muestra por qué tiene sentido que Kant enseñe a sus estudiantes a ser prudentes para ser felices si, al mismo tiempo, reconoce que para la razón práctica se trata de un fin imposible. La sociable insociabilidad permite explicar, por un lado, por qué la civilización y el cosmopolitismo son requisitos desde el punto de vista antropológico histórico para la moralidad y, por otro lado, por qué la civilización misma necesita que los seres humanos busquen con afán ser felices cuando al mismo tiempo están naturalmente destinados a tropezar de manera continua para serlo debido a la competencia y rivalidad propia de la arena social.
1. Pragmatismo e historia natural
⌅El
interés pedagógico pragmático de Kant puede encontrarse al margen de
sus tres críticas. Un buen punto de partida está en un ensayo
informativo, publicado en 1777, en el que el filósofo anuncia el
programa de su curso sobre geografía física para el semestre de invierno
de 1775 (VRMKant, Immanuel, 2014d, Of the Different Races of Human Beings, 4a reimp., trad. H. Wilson y G. Zöller, The Cambridge Edition of the Works
of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).
Los cursos más repetidos y apreciados que Kant impartió en la
Universidad de Königsberg durante 40 años —desde el semestre de verano
de 1756 hasta su retiro de la docencia en 1796— fueron precisamente
sobre geografía física y antropología, cursos en los cuales la
preocupación por el desarrollo de la prudencia era el objetivo central
de su enseñanza.5Como
explica Holly Wilson, “las lecciones sobre geografía física tal como se
desarrollaron a través del tiempo y llegaron a asociarse con las
lecciones sobre antropología tenían la intención de preparar a sus
estudiantes en la adquisición de las habilidades de la prudencia. El uso
pragmático de la geografía física radica en esta preparación para el
desarrollo de la prudencia” (Wilson 2011, p. 161).
Kant concedía una importancia de primer orden a su práctica
docente, de ninguna manera menor a la que otorgaba a su proyecto
personal como investigador. Al concentrar sus esfuerzos en la trasmisión
de una sabiduría prudencial, Kant reflejó su sensibilidad como docente
ilustrado preocupado por formar a sus estudiantes como “ciudadanos del
mundo”. Me parece que su trabajo docente manifiesta en este sentido su
interés en favor de una forma popular de pensar la filosofía, pues al
transmitir conocimientos prácticos basados en la “historia, la
geografía, la filología y las humanidades” (SdF, VII: 28Kant, Immanuel, 1996b, The Conflict of the Faculties, trad. M.J. Gregor y R. Anchor, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
),
ofrecía a sus estudiantes aprendizajes filosóficos aplicados al mundo
social que les eran útiles para llegar a ser personas reconocidas y
exitosas socialmente. Como dice el filósofo, “la persona prudente es
quien se halla bien adaptada a la sociedad humana, es popular e
influyente” (VuP, IX: 450Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).
Kant explica que la geografía física y la antropología “pertenecen al ejercicio preliminar del conocimiento del mundo; proporcionan el elemento pragmático a todas las ciencias y habilidades por el cual se vuelven útiles no sólo para la escuela, sino también para la vida, al introducir al aprendiz consumado en el escenario de su destino, es decir, el mundo” (VRM, II: 443Kant, Immanuel, 2014d, Of the Different Races of Human Beings, 4a reimp., trad. H. Wilson y G. Zöller, The Cambridge Edition of the Works
of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).
Estudiar geografía física y antropología otorga “un conocimiento del
mundo”. La orientación pragmática que da Kant a sus cursos y textos
sobre geografía y antropología instruyen y facilitan en forma amena el
conocimiento del mundo “a través de referencias a múltiples ejemplos que
pueden ser encontrados por cualquier lector” sin ser académicamente
rígidos y secos (Anth, VII: 122Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
). Son cursos “útiles para el ejercicio de la razón práctica” (VRM, II: 312Kant, Immanuel, 2014d, Of the Different Races of Human Beings, 4a reimp., trad. H. Wilson y G. Zöller, The Cambridge Edition of the Works
of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
), pues enseñan “cómo hacer práctico nuestro conocimiento del mundo” (VuP, IX: 515Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
)
considerando las características naturales de las razas humanas, las
costumbres de los pueblos y las características particulares de cada
género.6En el prefacio de Anth Kant marca la diferencia entre una antropología fisiológica y una
pragmática al señalar que “el conocimiento fisiológico del ser humano
concierne a la investigación de lo que la naturaleza hace al ser humano,
mientras que lo pragmático concierne a la investigación de lo que él,
como ser libre para actuar, hace de sí mismo, o puede y debe hacer de sí
mismo” (VII: 119). La concepción de ser humano que Kant tiene en Anth es la de un ser libre para actuar. Pero, como dice Robert Louden,
“todas las versiones [publicadas] de las lecciones de antropología de
Kant incluyen discusiones extensivas sobre características humanas que
surgen de lo que Kant considera su composición biológica en lugar de sus
elecciones libres” (Louden 2011, p. 145). Como conocimientos que
contribuyen al desarrollo de habilidades práctico-técnicas, tienen el
aval de la observación de las conexiones causales. La antropología y la
geografía física son ciencias (del mundo) en este sentido.
Sin
embargo, por momentos Kant parece dudar de que la ciencia de la
geografía física y de la psicología empírica sean suficientes como
saberes pragmáticos. Por ejemplo, en el prefacio de AnthKant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
, y una vez que distingue entre antropología fisiológica y pragmática, señala que la “antropología, considerada conocimiento del mundo no es todavía pragmática cuando contiene un conocimiento amplio de las cosas en el mundo, por ejemplo, los animales, las plantas y los minerales de
varias tierras y climas, sino sólo cuando contiene un conocimiento del
ser humano como ciudadano del mundo” (VII: 120Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
). Con todo, en VRMKant, Immanuel, 2014d, Of the Different Races of Human Beings, 4a reimp., trad. H. Wilson y G. Zöller, The Cambridge Edition of the Works
of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
Kant afirma que trata de un saber geográfico físico y pragmático y, sin embargo, no dice nada sobre el ser humano como ciudadano del mundo.
¿Acaso entonces los estudios de la geografía física no son
estrictamente pragmáticos por no contener “un conocimiento del ser
humano como ciudadano del mundo”? Desde luego, ni las plantas ni
los ríos, montañas, valles o planicies son ciudadanos. Pero, por ser
parte de la naturaleza y pertenecer a la tierra como los ríos, las
plantas, los minerales y los animales, los seres humanos también son
objeto de un estudio geográfico. El tratamiento pragmático cosmopolita
es específicamente un saber cuyo objeto es siempre el ser humano, y es
un saber posible porque el ser humano también es un organismo natural.7Como
vuelve a explicar Louden: “en todas las descripciones y reportes de las
lecciones de geografía física de Kant, el ser humano desempeña un papel
prominente. No es simplemente el caso que los cursos de geografía
física traten sólo con cosas de la tierra, ni tampoco que su curso de
antropología lidia solamente con seres humanos […] En la medida en que
los cursos de antropología y de geografía física conciernen a seres
humanos, hay un considerable traslapo entre ambas disciplinas” (Louden 2011, p. 144).
La geografía física puede constituir un saber pragmático cosmopolita si, como la antropología en sentido pragmático, estudia al ser humano como un ser natural con propósito. Entender al ser humano así es comprenderlo desde el punto de vista histórico natural. En VRMKant, Immanuel, 2014d, Of the Different Races of Human Beings, 4a reimp., trad. H. Wilson y G. Zöller, The Cambridge Edition of the Works
of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
,
Kant escribe que la “historia natural” nos muestra los cambios de
especies y subespecies, “transformando el sistema escolar de la
descripción de la naturaleza en un sistema físico del entendimiento”, en
donde “podemos reconocer fines allí en los casos en que las causas
naturales no son fácilmente reconocibles, y aducir causas naturales
donde no percibimos fines” (II: 434–435Kant, Immanuel, 2014d, Of the Different Races of Human Beings, 4a reimp., trad. H. Wilson y G. Zöller, The Cambridge Edition of the Works
of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
). Del mismo modo, en otro ensayo dedicado al estudio de la raza de 1785, Kant añade al concepto de historia natural “un carácter propositivo en un organismo”, y argumenta en favor de la necesidad de comenzar con
un principio teleológico “cuando la teoría nos abandona en el escrutinio
de la conexión de las causas con los efectos” (BBM, VIII: 102Kant, Immanuel, 2014c, Determination of a Concept of a Human Race,
4ª reimp., trad. H. Wilson y G. Zöller, The Cambridge Edition of the
Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).
Sin
embargo, no es sino hasta tres años después, en 1788, cuando Kant
aborda de manera más enfática la idea teleológica de la historia
natural. Explica que el estudio teleológico de la naturaleza —esto es,
la historia natural— puede ser físico o metafísico. En el primer caso,
la historia natural se refiere a una intención natural cuyos
fines solamente pueden concebirse a través de la experiencia, mientras
que, en el segundo caso, la intención de la naturaleza se refiere a un
fin que sólo puede ser determinado por la razón pura, pero no teórica,
sino práctica (UgTPP, VIII: 159Kant, Immanuel, 2014e, On the Use of Teleological Principles in Philosophy, 4a reimp., trad. G. Zöller, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
). El estudio metafísico de la historia natural es el que Kant realiza en la segunda parte de la KUKant, Immanuel, 2006, Kritik der Urteilskraft, Philosophische Bibliotek, Felix Meiner, Hamburgo.
al discutir el juicio teleológico. En cambio, ya que las disciplinas de
la geografía y la antropología se refieren a la ciencia descriptiva del
mundo, los principios teleológicos que sobresalen en ellas “tienen que
estar restringidos a condiciones empíricas”. Así, a diferencia del
principio teleológico de la libertad (el sumo bien) y de la naturaleza a
la luz del propósito final de la libertad (el sistema completo de la
filosofía trascendental) que son enteramente a priori, el principio teleológico propio de la historia natural, “al estar restringido a condiciones empíricas” y excluido de “una doctrina de fines puros,
nunca puede indicar el fundamento último de conexiones propositivas
completamente y con determinación suficiente para todos los fines” (UgTPP, VIII: 182Kant, Immanuel, 2014e, On the Use of Teleological Principles in Philosophy, 4a reimp., trad. G. Zöller, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).
¿Qué
relación hay entonces entre el principio teleológico de la historia
natural y el pragmatismo cosmopolita? Al tratarse de la ciencia empírica
de la antropología para la cual el principio teleológico no presupone
ninguna concepción teórica o práctica a priori sobre fines
últimos, el cosmopolitismo tiene que ser un fin empírico. Volvamos
entonces a la idea de que el cosmopolitismo está conectado con el
conocimiento del mundo. Esto significa que es un conocimiento
global sobre el ser humano en general, un ser que pertenece al mundo,
cuya casa es el mundo en su totalidad. Kant considera que los estudios
de geografía y antropología condicionan la posibilidad para la
ciudadanía del mundo si se toma el cosmopolitismo no de manera
“abstracta y formal”, indicando con ello su simplicidad mundana y teleológica. Entonces, saber cómo es el ser humano dentro del mundo, como ser mundano y “organismo natural”, es necesario para saber cómo moverse dentro del mundo: cómo obtener, de los seres humanos con los que se
interactúa, lo que se desea de ellos cuidando los intereses propios (VuP, IX: 157Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
). Esto implica un saber de conexiones causales siempre en relación con ciertos propósitos.
Así, lo que añade el principio teleológico de la historia natural al
saber cosmopolita es tratar las conexiones causales entre seres humanos
como organismos naturales a partir de relaciones entre medios y fines y
de las partes con el todo. En efecto, el concepto de un ser orgánico no
es otro “más que el de un ser material que sólo es posible a través de
la relación de todo lo que contiene entre sí como medios y fines” (UgTPP, VIII: 181Kant, Immanuel, 2014e, On the Use of Teleological Principles in Philosophy, 4a reimp., trad. G. Zöller, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).
En
este sentido, comprendida como entidad orgánica en la que “todo está
mutuamente relacionado entre sí como fin y medio”, la especie humana es
un “sistema” (Anth, VIII: 179Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
). Por ello, el pragmatismo cosmopolita es un saber cosmológico:
El conocimiento del mundo que nos dan la geografía física y la antropología tiene que considerarse cosmológicamente,
esto es, no sólo con respecto a los detalles notables que contienen sus
objetos peculiares, sino con respecto a lo que podemos notar sobre la
relación como un todo en la que se encuentran y en donde cada uno ocupa
su lugar. (VRM, II: 443Kant, Immanuel, 2014d, Of the Different Races of Human Beings, 4a reimp., trad. H. Wilson y G. Zöller, The Cambridge Edition of the Works
of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
)
La
meta del conocimiento cosmológico pragmático es la de colocarse a sí
mismo en el mundo como parte de un todo integrado y sistemático. Como
explica Louden, “el énfasis principal del adjetivo cosmológico está en
la necesidad de comprender el todo y cómo las partes se relacionan con
él” (Louden 2011, p. 142Louden, Robert B., 2011, “ ‘The Play of Nature’: Human Beings in Kant’s Geography”, en Stuart Elden y Eduardo Mendieta (comps.), Reading Kant’s Geography, State University of New York Press, Nueva York, pp. 139–159. https://doi.org/10.1515/9781438436067-009
). Por ejemplo, si se atiende a uno de los caracteres que Kant trata en AnthKant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
,
poseemos un conocimiento pragmático cosmológico sobre la sexualidad
humana cuando, comprendidos los nexos causales que explican la
inclinación sexual de la especie humana en general (todo) y la manera en
que el carácter sexual de cada uno de los géneros (parte) se ajusta a
esa inclinación, somos capaces de influir en el comportamiento de las
mujeres y los hombres atendiendo a su género.
En resumen, la
historia natural que Kant atribuye a las disciplinas de la geografía
física y antropología brinda, primero, la pauta para comprender la
naturaleza humana teleológicamente (sin olvidar que no se trata de una finalidad metafísica) y, segundo, un saber para orientarse prácticamente en el mundo humano. El ser humano se orienta prácticamente en el mundo
social común al asimilar las conexiones de causa y efecto que operan en
la naturaleza humana bajo la relación práctica de medios y fines; al
situarse a sí mismo como parte en relación con el todo y al conceder
finalidad a la historia humana conforme al desarrollo de las
predisposiciones naturales que se hallan en sí, confiando a la
“Providencia” un plan para el cumplimiento de ese propósito.8En Anth Kant usa el concepto de “Providencia” para referirse a “una sabiduría
que no es la del hombre”, una sabiduría que “percibimos con admiración
en la conservación de las especies de seres naturales organizados” (VII: 329). En ZeF Kant también se refiere a la providencia como aquello que
caracterizamos “sobre la finalidad de la naturaleza en el flujo de los
sucesos mundiales”, una forma (pero no exactamente teológica ni
racional) de “divina sabiduría subyacente que, como causa superior,
dirige a la raza humana hacia su propio objetivo” (VII: 361–62). Específicamente, para el caso de la predisposición pragmática, una suerte de “intención Natural” (IGA, VIII: 17Kant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
)
conduce al ser humano a hacerse prudente. Pero, como podremos comprobar
en el siguiente apartado, el desplazamiento de uno de los propósitos centrales de la predisposición pragmática (hablando de fines) abre un
cuestionamiento interesante sobre el sentido de la pedagogía
cosmopolita.
2. La prudencia como saber pragmático
⌅La
pertinencia de las lecciones de geografía física y antropología
consiste en que desarrollan la predisposición pragmática a través del
cultivo de la prudencia. ¿Qué entiende Kant por prudencia? En AnthKant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
la prudencia aparece en al menos dos lugares. Primero en el parágrafo
43, en relación con la facultad de la razón. La razón “en sentido
práctico” es “actuar siguiendo principios” (VII: 199Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
). Después, Kant indica que “el pleno uso de la razón” contiene tres momentos: el de la habilidad (Geschicklichkeit), que es “la facultad de obrar con arte en cualquier sentido”; la prudencia (Klugheit), es decir, “usar, para los propios fines, a los demás hombres” y, por último, la sabiduría, que es propiamente el actuar moral (VII: 201Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
).
Está claro que los principios a los que se refiere Kant corresponden al
desarrollo racional de las predisposiciones técnicas, pragmáticas y
morales del ser humano, respectivamente. De manera que la prudencia es
racional en la medida en que tiene principios basados en “usar, para los
propios fines, a los demás hombres”. Los principios que se consideran
aquí, por lo menos para el caso de los técnicos y pragmáticos, son
claramente las máximas. Las máximas son principios teleológicos porque
se estructuran sobre la relación de medios y fines, una relación que
supone la de causas y efectos. Como apunta Wilson, “las máximas son
mediadoras del destino natural de los seres humanos y su destino como
seres racionales” (Wilson 2006, p. 45Wilson, Holly, 2006, Kant’s Pragmatic Anthropology: Its Origin, Meaning and Critical Significance, State University of New York Press, Nueva York. https://doi.org/10.1515/9780791481295
).
A su vez, en el parágrafo 84 Kant discute la prudencia bajo el título general “De la inclinación a la facultad de tener influencia en general sobre los demás hombres”. Además de insistir en que se trata de la habilidad para usar a otros seres humanos como medios para los propios fines, Kant especifica un poco más su sentido de racionalidad práctica:
Esta inclinación es la que más se acerca a la razón práctica técnica.
Llegar a dominar las inclinaciones de otros hombres para poder
dirigirlas y determinarlas según las propias intenciones es casi tanto
como estar en posesión de los demás como si fuesen meros
instrumentos de la propia voluntad. Esta facultad encierra, por decirlo
así, un triple poder: los honores, el mando y el dinero; con ellos se
logra, cuando se está en posesión de ellos, alcanzar, si no por una de
estas influencias, por la otra, a todo hombre y utilizarlo para las
propias intenciones. (Anth, VII: 271Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
)9Kant
discute esta idea en el contexto en el que aborda las pasiones y
comenta que las pasiones de la prudencia son “perjudiciales
pragmáticamente”. Las inclinaciones que corresponden a la “pasión de la
prudencia” son el “afán de honores”, el “afán de dominar” y el “afán de poseer”.
Cuando estas inclinaciones son excesivas, entonces “el hombre se torna
en el juguete engañado de sus propias inclinaciones, y con el empleo de
tales medios falla en alcanzar su fin último” (VII: 271). Pero no son los objetos de honores, dominio y posesión los que son excesivos, sino los afanes por ellos. Yo creo que, para Kant, la prudencia es engañosa, pero por
una razón diferente que la de hacer afanosas (pasionales) sus
inclinaciones.
Así, nuestro filósofo explica que la educación práctica
de la “prudencia mundana” consiste en desarrollar “el arte de utilizar
eficazmente nuestras habilidades para usar a los seres humanos para
nuestros propios fines” (VuP, IX: 486Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
). Una acción prudente es la que la persona hace para adueñarse de las inclinaciones de los demás en relación con un fin propio,
y el medio del que dispone para ello es despertando en las personas el
sentimiento de poder basado en los deseos de honor, mando y dinero.
Cuando conocemos el mundo humano y sabemos actuar en él, somos cosmopolitas. El magister Kant quería orientar a sus estudiantes en el mundo brindándoles conocimientos de psicología empírica, i.e., de lo que la naturaleza hace al ser humano y de lo que el ser humano puede hacer de sí mismo según su naturaleza. Ofrecía a sus estudiantes incentivos para despertar su iniciativa pragmática de pensar por sí mismos en la manera en que podían influenciar a otros seres humanos y tener control sobre sus inclinaciones, dentro y fuera de sus íntimas localidades geográficas, a partir del uso efectivo de sus propias habilidades. De este modo cumplía con su objetivo formativo de desarrollar en sus pupilos sus predisposiciones prácticas y sus habilidades técnicas.
Sin embargo, ¿no es una ironía que Kant,
quien jamás se alejó más de 50 kilómetros de Königsberg, haya enseñado
conocimientos útiles para ser aplicados más allá del ordinario mundo de
la vida de su localidad? Si es ironía, se puede matizar al recordar que
los estudios de geografía física y de antropología pasaban por ser
ciencias empíricas. Si el ser humano puede conocerse universalmente a
partir del estudio de su psicología empírica, entonces no sólo no es
realmente necesario, sino también puede ser contraproducente viajar para
conocer la naturaleza humana. Como apunta Louden, “el filósofo critica
al turista ‘cosmopolita’ que cree que ha adquirido Weltkenntnis simplemente porque ha sido lo suficientemente afortunado para viajar a sus anchas” (Louden 2011, p. 141Louden, Robert B., 2011, “ ‘The Play of Nature’: Human Beings in Kant’s Geography”, en Stuart Elden y Eduardo Mendieta (comps.), Reading Kant’s Geography, State University of New York Press, Nueva York, pp. 139–159. https://doi.org/10.1515/9781438436067-009
). Kant mismo habla de esto en el prólogo de AnthKant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
:
Entre
los medios para ensanchar la antropología está el viajar, aun cuando
sólo consista en la lectura de descripciones de viajes. Pero sí es menester haber adquirido antes un conocimiento del hombre, en la
propia casa, mediante el trato con los conciudadanos o paisanos, si se
quiere saber qué es lo que se debe de buscar fuera para ampliar ese
conocimiento en mayor dimensión. Los conocimientos generales preceden aquí siempre a los conocimientos locales, si se pretende ordenar y dirigir esta Antropología mediante la filosofía. (VII: 120Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
)
Así,
cualquiera que reconozca —a partir de un conocimiento de la humanidad
de sus “paisanos” y “conciudadanos”— que el ser humano tiene
inclinaciones hacia el honor, el dominio y la posesión, sabrá entonces
que el ser humano en general buscará, si es prudente, usar a cualquier
humano para incrementar y ganar los objetos de su interés que gravitan
en torno a su honor, dominio y posesión. Pero, alguien que sabe esto es,
naturalmente, un ser humano también. Por lo tanto, el Weltkenntnis con que Kant promete formar a sus estudiantes en sus cursos de
geografía física y antropología consiste, primero, en saber que éstas
son las inclinaciones que mueven al ser humano a juzgar por su propio
interés y, segundo, en desarrollar nuestra inteligencia práctica sobre lo que debemos o tenemos que hacer para que esas inclinaciones de los demás jueguen en favor de las inclinaciones propias. Se trata de aprender a usar la razón práctica técnica para ganarnos las inclinaciones de los demás por el fin del provecho
propio sin que los demás se adueñen de las nuestras al grado que
perdamos por ello el fin de nuestro propio interés. Quien sabe usar esta
razón se diferencia de quien sólo “comprende” la naturaleza humana. En
efecto, como dice Kant, “quien tiene mundo ha entrado en juego en él” y no solamente “se limita a comprender el juego que ha presenciado” (Anth, VII: 120Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
).
Ahora
bien, el aprendizaje de la razón práctica técnica por la cual nos
hacemos de principios pragmáticos supone la validez (justificación) de
ese saber práctico, y esto nos lleva a la discusión de los imperativos
hipotéticos. En la segunda sección de GMSKant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
Kant explica que “la voluntad (Wille)
es razón práctica”, y ésta consiste en la “facultad de derivar acciones
a partir de leyes, o bien de principios”. Con todo, puesto que los
seres humanos son racionalmente imperfectos porque “la razón no
determina necesariamente a su voluntad”, los principios objetivos
representados para actuar se expresan en mandatos, “su fórmula se llama imperativo” y “todo imperativo es expresado por un deber (Sollen)” (IV: 412–13Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
).
Más adelante, Kant indica que el deber se relaciona con lo “bueno” (Gut) o lo “agradable” (Angenehmen).
Si es con lo bueno, tenemos el imperativo de la moral; si es con lo
agradable, imperativos hipotéticos. En sentido práctico, lo agradable es
lo que “tiene influjo sobre la voluntad sólo por medio de las
sensaciones”, y señala que “la dependencia de la facultad de desear de
las sensaciones se llama inclinación (Neigung)”, la cual se refiere “a un interés patológico en el objeto de la acción” (GMS, IV: 414Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
). La prudencia se refiere a una inclinación (Anth, VII: 271Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
), por lo que se sitúa en el orden subjetivo de lo agradable, o también, como indica en la segunda Crítica, “en el deleite que uno espera en la producción del objeto” (KpV, V: 23Kant, Immanuel, 2017, Crítica de la razón práctica, 2a reimpresión, trad., estudio preliminar y notas D.M. Granja Castro, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
).
Así, los principios prácticos que le acompañan “son para utilidad de la
inclinación, ya que la razón sólo indica la regla práctica de cómo
superar las necesidades de la inclinación” (GMS, IV: 414Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
).
De nuevo en GMSKant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
, Kant llama a los imperativos hipotéticos de la prudencia “asertórico prácticos”, pues el “fin” por el cual se determinan puede presuponerse en todo ser racional finito “según una necesidad natural”, a saber, “la felicidad” (Glückseligkeit). También los llama “prescripciones de prudencia”, “consejos de la prudencia” e “imperativos pragmáticos” (GMS, IV: 416Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
).10Kant propone el concepto de “consejos de la prudencia” al explicar la existencia de una “desigualdad” en la
manera como la voluntad se constriñe bajo la representación de los
distintos tipos de principios objetivos. La “desigualdad” no disminuye
su objetividad, esto es, su “necesidad práctica”, pero sí el grado de
fuerza de la constricción, pues “vale meramente bajo la condición
subjetiva del gusto de que este o aquel hombre cuente esto o aquello
como perteneciente a su felicidad” (GMS, IV: 416). Pues bien, una vez que sostiene que “la habilidad en la elección de los
medios para el mayor bienestar propio se puede denominar prudencia”,
discute el doble significado de prudencia, privada y mundana, y su relación con el cosmopolitismo y la felicidad:
La palabra prudencia (Klugheit) se toma en un doble sentido: por un lado, puede llevar el nombre de prudencia mundana (Weltklugheit), en el segundo sentido el de prudencia privada (Privatklugheit).
La primera es la habilidad de un hombre para tener influjo sobre otros
al usarlos para sus propios propósitos. La segunda es el conocimiento
que consiste en unir todos estos propósitos para el propio provecho
duradero. La última es aquella a la que se remite el valor de la
primera, y de quien es prudente de la primera manera, pero no de la
segunda, se podría decir mejor: es diestro y astuto, pero en conjunto,
sin embargo, es imprudente. (IV: 416Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
)
La prudencia denota una relación intrínseca entre el provecho propio y el cosmopolitismo. Está claro en primer lugar que la Weltklugheit es cosmopolitismo. Por otro lado, es posible asociar la Privatklugheit con la felicidad porque, como el pasaje lo indica, aquella se refiere a una “totalidad unificadora” y a un “propio provecho duradero”, mientras que la felicidad se refiere a “un todo absoluto, un máximo de bienestar en mi estado actual y en mi estado futuro” (GMS, IV: 418Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
). Así, la prudencia privada consiste en la capacidad de integrar nuestros “fines” provenientes de
las inclinaciones en una totalidad —determinando conexiones coherentes
entre medios y fines y entre las partes con el todo— que es duradera. En RelKant, Immanuel, 2016, La Religión dentro de los límites de la mera razón, 3a ed., trad. F. Martínez Marzoa, Alianza, Madrid.
Kant vuelve a esta idea al explicar que la felicidad consiste en la
suma armonizada de las inclinaciones, “y que la razón que hace eso
posible es la prudencia” (Rel VI: 58Kant, Immanuel, 2016, La Religión dentro de los límites de la mera razón, 3a ed., trad. F. Martínez Marzoa, Alianza, Madrid.
).
De acuerdo con el pasaje, la habilidad prudencial de una persona para agrupar sus inclinaciones en un todo sistemático y coherente (y ser feliz) es indicador de que sabe usar las inclinaciones de las demás personas prudentemente. Pero, si usara a las demás personas y, con todo, no fuera capaz de hacer conducir esa habilidad hacia su propio provecho duradero, es decir, hacia su felicidad, entonces propiamente, dice Kant, sería “diestro y astuto”, pero no prudente. De este modo, las enseñanzas que los estudiantes de Kant tendrían que haber obtenido a través de sus cursos de geografía física y de antropología deberían de haber incluido aprendizajes sobre las propias inclinaciones, y que la verdadera prudencia mundana (cosmopolita) presupone la prudencia privada (felicidad), todo ello en el marco de una discusión sobre múltiples ejemplos y referencias históricas y literarias de cómo se es feliz usando para provecho propio las inclinaciones de los demás.11Como sostiene Wilson, “la enseñanza de la geografía física era una disciplina pedagógica seria cuyo objetivo consistía en guiar [a los estudiantes] al fin [empírico] de su vida, ayudándolos a desarrollar las habilidades y los talentos necesarios para ser felices” (Wilson 2011, p. 171).
En este punto es importante tener presente que la enseñanza
prudencial por sí misma no hace moral al ser humano, pues para Kant la
verdadera actitud moral no requiere de nada de la “antropología” y sus
condiciones empíricas (GMS, IV: 388Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
). El imperativo categórico nos demanda “usar a la humanidad, tanto en la propia persona como en la de los demás, siempre como fin y nunca solamente [bloß] como mero medio” (GMS, IV: 429Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
, énfasis añadido). Esta formulación reconoce que los seres humanos de hecho se usan mutuamente, y no expresa la obligatoriedad moral de que no se traten instrumentalmente, sino de que no sólo se traten así. El imperativo se dirige entonces a seres con
predisposiciones prudenciales que, por “naturaleza”, actúan
egoístamente.12Kant
explica que “el egoísta moral es el que reduce todos los fines a sí
mismo, que no ve más utilidad que la que hay en lo que le es útil, y que
incluso como eudaimonista pone meramente en la utilidad y en la propia
felicidad, no en la representación del deber, el supremo fundamento
determinante de su voluntad […] Es este egoísta quien no llega a tener
ninguna piedra de toque del verdadero concepto de deber” (Anth, VII: 130).
Desde el punto de vista exclusivamente antropológico, el ser humano es
un egoísta moral. La prudencia toca de lleno esta concepción de egoísmo. En cierto sentido, la enseñanza de la prudencia es una formación del egoísmo.
Es verdad que el principio de la prudencia no nos sugiere
explícitamente que no es importante ganarnos el consentimiento de las
personas que nos servirán de medios. Pero sería un error suponer que,
sólo porque nos ganamos su consentimiento, no las estamos usando. La
formulación del imperativo categórico no descarta usar a las personas como medios, pero claramente sí nos exige tener su consentimiento. Así, usar a las personas y tener su consentimiento es algo perfectamente coherente (Johnson y Cureton 2024Johnson, Robert y Adam Cureton, 2024, “Kant’s Moral Philosophy”, en Edward N. Zalta y Uri Nodelman (comps.), The Stanford Encyclopedia of Philosophy, https://plato.stanford.edu/archives/fall2024/entries/kant-moral/
).13Wilson
afirma que “Kant no quiere decir que, al usar a otra persona para
nuestros propios fines, deberíamos usarla sin su consentimiento” (Wilson 2011, p. 168) y creo que tiene razón. Pero esto no minimiza, de
ningún modo, lo esencial del principio pragmático de la prudencia en
cuanto que prescribe, a todo lo largo, usar a las personas. Me
parece que Wilson quiere interpretar la eficiencia de los principios
pragmáticos mediante la imposición de una regla adecuada a la moral
kantiana o, en el mejor de los casos, subsumida a una regla extra
prudencial y por la cual se hace eficaz. Pero pienso que esto es un
error. El hecho de que tengamos el consentimiento de las personas no
quiere decir necesariamente que no las tratemos como medios, o que haya
en el hecho de que consientan a ser usadas una condición necesaria para el funcionamiento eficaz del principio pragmático prudencial cosmopolita. A la inversa, el aprendizaje moral tampoco enseña a hacer efectivo el
imperativo hipotético o la máxima pragmática. Kant sí piensa, claro
está, que la moral nos enseña a ser dignos de la felicidad, pero no nos enseña a ser felices. En la “Doctrina ética del método”, al final de MSKant, Immanuel, 1993, La metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts, Altaya, Barcelona.
, queda claro todo este asunto de la instrucción moral (VI: 480–82Kant, Immanuel, 1993, La metafísica de las costumbres, trad. A. Cortina Orts, Altaya, Barcelona.
).
Ahora bien, desde la investigación de la filosofía moral pura los principios de la moralidad y la prudencia no sólo son, en
conformidad con las enseñanzas de la antropología pragmática y la
geografía física, dependientes de predisposiciones diferentes que
únicamente se realizan a través de la formación. Más aún, y sorprendentemente en comparación con la otra cara de la filosofía que le interesa a Kant, esto es, la filosofía como historia y antropología,14Véase la nota 4. los desarrollos de una y otra predisposición apelan a “principios”
divididos por la racionalidad práctica. En efecto, en los trabajos
fundacionales de la moral pura de GMSKant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
y KpVKant, Immanuel, 2017, Crítica de la razón práctica, 2a reimpresión, trad., estudio preliminar y notas D.M. Granja Castro, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
, el “imperativo” asertórico práctico de la prudencia se desvanece en última instancia de su participación en la razón práctica.
Esto se debe a que, después de un análisis más profundo, se ve que no
cumple con el criterio racional práctico de analiticidad de los
imperativos hipotéticos, i.e., “quien quiere el fin, quiere también el medio indispensablemente necesario que está en su poder” (GMS, IV: 417Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
).
El problema es que el objeto de la felicidad es lo suficientemente
indeterminado para que podamos hacernos una idea clara de lo que
queremos cuando nos proponemos ser felices, lo que evita que el
principio sea suficientemente constrictivo para mostrar una normatividad
práctica (GMS, IV: 418Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
).
La felicidad es un bienestar absoluto inconmensurable al que ningún
precepto práctico racionalmente conmensurable le hace justicia. Por
ello, en la segunda Crítica Kant reconoce que los “principios del amor propio [felicidad] no son realmente principios prácticos” (KpV, V: 26, énfasis añadidoKant, Immanuel, 2017, Crítica de la razón práctica, 2a reimpresión, trad., estudio preliminar y notas D.M. Granja Castro, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
).
Para
el saber prudencial esta conclusión es fulminante pues, en efecto, (i)
si la felicidad es un “fin” inalcanzable para todo ser humano no
omnisciente (GMS, IV: 418Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
)
y tenemos además que, (ii) a menos de que seamos prudentes en el
sentido privado no podemos ser correctamente prudentes en el sentido
mundano (cosmopolita), entonces, tomando una vez más la cita de GMSKant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
en donde aparece la diferencia entre la Welt y la Privatklugheit, la enseñanza de la prudencia cosmopolita forma estudiantes “diestros y astutos, pero en conjunto […] imprudentes” (IV: 416Kant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
).
Kant enseña a sus estudiantes la importancia de saber usar a los seres
humanos para sus propios intereses, pero resulta que el “propio provecho
duradero”, esto es, el propósito por el cual el cosmopolitismo parece
tener sentido cosmológico, es una ilusión racional.
Kant deja la formación pragmática, que tanto interés tenía para su papel de magister y que tanto prometía a sus estudiantes, en inminente tensión. Pues todo parece indicar que Kant enseñaba prudencia sabiendo que para sus estudiantes saber cómo usar a los demás no tenía un propósito realizable. En realidad, puesto que no se puede aprender a ser feliz porque no es posible tener un concepto claro de la felicidad, el uso que hacemos de los demás no puede propiamente llamarse prudencia. Es difícil aceptar que Kant no fuera consciente de la tensión paradójica en el seno del desarrollo de la predisposición pragmática y máxime reconociendo —como acabamos de ver y conscientes del gran interés del filósofo por la investigación moral pura— que sólo la predisposición por la moral implica una legítima normatividad práctica.
Así, si es verdad que la prudencia no es razón práctica, mi hipótesis es que el gran magister Kant jugaba con sus estudiantes: les hacía creer seriamente en la necesidad de ser prudentes para ser cosmopolitas y felices, de
que tenían que saber jugar en el mundo para ganarse las inclinaciones de
los demás para sus propios intereses de ser felices cuando, en
realidad, esto último era una broma. Las reglas del juego son otras. Nadie que diga que es feliz deja de estar engañado.15En
cualquier caso, por obedecer nuestras inclinaciones naturales vivimos
engañados. Kant se refiere a las inclinaciones como “el engañador que
hay en nosotros” (Anth, VII: 151). El juego que jugaba el magister Kant se llama ironía, un juego que repite la idea general de lo que Alcibíades, en el Banquete de PlatónPlatón, 2000, Banquete, trad. M. Martínez Hernández, Gredos, Madrid.
,
dice acerca de Sócrates al compararlo con los silenos, esas figuras
talladas con imágenes satíricas y grotescas en el exterior, pero hechas
de oro puro en el interior.
Este contraste entre la seriedad y la broma es una forma de disimulación y, a juzgar por lo que comenta el filósofo en VuPKant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
, quien aprende a ser mundanamente prudente le sigue el juego:
Para
que el niño se entregue a la prudencia mundana debe poder ocultarse y
hacerse impenetrable, pero al mismo tiempo debe poder escudriñar al
otro. Debe ocultarse particularmente en lo que respecta a su carácter.
El arte de la apariencia externa es la decencia [Anstand]. Y uno
debe poseer este arte. Escudriñar a los demás es difícil, pero es
necesario conocer bien este arte haciéndose impenetrable. Esto incluye
el disimulo […] que no siempre es hipocresía y a veces puede permitirse, pero roza muy de cerca a la deshonestidad. (IX: 486Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
; cursivas añadidas)16Cicerón
introdujo la palabra ironía a la lengua latina con el vocablo mismo de
“disimulación”, traído del griego eironeia. En el libro segundo de sus
Cuestiones académicas escribe lo siguiente: “por su parte Sócrates,
desestimándose a sí mismo en la discusión, atribuía más a los que quería
refutar; así, diciendo cosas distintas de las que pensaba,
voluntariamente usó aquella disimulación que los griegos llaman eironeia
[ea dissimulatio, quam Graeci ειρωνείαν vocant]” (Cicerón 1990, 27). La eironeia atribuida a Sócrates la presenta Aristóteles en el libro IV de la Ética nicomáquea (Aristóteles 2008).
El juego de Kant es una forma de socratismo
sofisticado, el tipo de ironía que tanto interesó, a finales del
siglo xviii, al Círculo de Jena y, en especial, a
Friedrich Schlegel. Para Schlegel, la ironía es una “disimulación
involuntaria y a la vez reflexiva”. Schlegel tematiza en torno a la
ironía con una mayor inclinación hacia la Poesie, pero comprende a la verdadera filosofía desde el mismo orden de lo irónico (Bowie 1997Bowie, Andrew, 1997, From Romanticism to Critical Theory, Routledge, Nueva York. https://doi.org/10.4324/9780203026250
).17Así
como Schlegel descubre y al mismo tiempo inventa la ironía moderna en
las obras de Boccaccio, Cervantes y Shakespeare, podría decirse también
que por él la vemos en Kant. Después de todo, como dice Ernst Behler,
“la ironía es inseparable de la evolución de la conciencia moderna” (Behler 1990, p. 73). La teoría de la ironía
schlegueliana se desarrolla mucho más lejos que de su acepción clásica
como recurso retórico, para situarse en el orden de lo paradójico.18Antes de Schlegel, la figura retórica era la base de la reflexión sobre la ironía. La Encyclopédie francesa de 1765 la definió como “figura retórica mediante la cual se quiere transmitir lo opuesto a lo que se dice” (Behler 1990, p. 76). En efecto, Schlegel añade al concepto de ironía que “la paradoja es su conditio sine qua non”; la paradoja es “el alma de la ironía, su fuente y principio” (Schlegel 2021, p. 140Schlegel, Friedrich, 2021, Cuadernos literarios, trad. G. Garrido Miñambres, Akal, Madrid.
).
Además, refiriéndose a su legado socrático, afirma en uno de sus
aforismos que “la ironía socrática es la única simulación enteramente
involuntaria y, sin embargo, enteramente reflexiva […] En ella todo debe
ser broma y seriedad, todo lealmente sincero y todo profundamente
disimulado” (Schlegel 2018, pp. 69–70Schlegel, Friedrich, 2018, ‘Athenaeum’-Fragmente und andere frühromantische Schriften, Reclam, Stuttgart.
). Por último, también considera que “la ironía es la polémica autosuperada” (Schlegel 2021, p. 97Schlegel, Friedrich, 2021, Cuadernos literarios, trad. G. Garrido Miñambres, Akal, Madrid.
), esto es, una forma de reconciliación de la necesidad de la contradicción misma.
Si
se consideran estos elementos de la teoría de Schlegel, la ironía
pedagógica de Kant consiste en enseñar un saber que simula ser
verdadero, esto es, que requiere guardar la apariencia de ser verdadero
para lograr el propósito que jamás se lograría si ese saber práctico no
fuera disimulado, a saber, el propósito de alcanzar la civilización
humana a través de las artes de la apariencia. Lo irónico está en la toma de conciencia de un choque frontal entre lo que se debe de creer y lo que es realmente el caso. Lo que uno cree que hace para sí y en el mundo no es sino lo que la naturaleza y el mundo hacen de uno y la disimulación de esta conciencia. En AnthKant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
encontramos un pasaje que refleja magistralmente a este Kant que ironiza:
Los
juegos del niño, la pelota, la lucha, las carreras, los soldados;
después los del varón, el ajedrez, la baraja (en aquella ocupación
persiguiendo la mera ventaja del entendimiento, en la segunda la
ganancia en dinero); finalmente, los del ciudadano, que prueba su suerte
en las sociedades públicas con el faro o los dados, son acicateados sin
que lo sepan por la naturaleza más sabía que ellos, para convertirse en
proezas donde probar las fuerzas en pugna con los demás […] Dos de
estos antagonistas creen jugar uno con otro; pero de hecho juega la
naturaleza con ambos, de lo que puede la razón convencerles claramente. (VII: 275Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
)
Kant escribió estas líneas en el contexto en el que discute el desvarío (Wahne), y lo hace ciertamente después de haber tratado las pasiones del honor, el dominio y la posesión. Con todo, consiente previamente
que, cuando nos referimos al “hombre que se torna el objeto engañado de
sus propias inclinaciones”, hablamos “de la prudencia con que se puede manejar a los necios” (VII: 271Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
). El análisis paradójico de la prudencia en la AnthKant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
es consistente con el escepticismo práctico con el que Kant aborda el imperativo asertórico práctico en GMSKant, Immanuel, 1996a, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. J. Mardomingo, Ariel, Barcelona.
y KpVKant, Immanuel, 2017, Crítica de la razón práctica, 2a reimpresión, trad., estudio preliminar y notas D.M. Granja Castro, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
.
Los objetos de honores, mando y posesión no son “fines reales” que los
seres humanos hacen suyos —pues más bien la naturaleza los pone en
ellos— y la persona que cree “que hace mucho”, en realidad acaba
“haciendo nada” (la naturaleza lo hace por ella).
Creo que, si atendemos a la filosofía de la historia de Kant, la razón que tiene para ironizar mínimamente se defiende, pues dejar en ascuas a la razón práctica prudencial y, no obstante, esmerarse pedagógicamente en mostrar su pertinencia hasta el grado de que sus estudiantes se convenzan de la necesidad de ser prudentes, obedece al objetivo sustancial de los fines naturales de la especie humana hacia la moralidad. En el rompecabezas kantiano de la predisposición pragmática desde la perspectiva cosmológica todo se resuelve en términos, sí, propios de relaciones entre medios y fines y entre las partes y el todo; pero para que esa visión cosmológica funcione, la felicidad personal tiene que ser un propósito disimulado.
3. La necesidad de la pedagogía irónica como condición de realización de la historia natural de la especie humana
⌅Kant
concibe la historia de la especie humana como un desarrollo hacia el
perfeccionamiento moral “por medio de las artes de la cultura”, cuyo
motor es la discordia. En AnthKant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
, al discutir sobre el “carácter de la especie”, señala que “la naturaleza ha puesto en la especie humana el germen de la discordia”. La discordia “es en el plan de la naturaleza el medio de una suprema sabiduría para nosotros inescrutable”, mientras que “el fin” al cual se dirige es que “los seres humanos, por su propia razón, saquen de la discordia la concordia,
o al menos la constante aproximación a ella”. La concordia no es
posible a menos de que hagamos efectivamente real la “predisposición
moral” (VII: 322Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
). Para ello, la discordia es necesaria.
Esta idea histórico antropológica se desarrolla más en IGAKant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
.
En el “Cuarto Principio”, Kant introduce el concepto de “insociable
sociabilidad” para explicar el antagonismo. “Entiendo por antagonismo”,
escribe el filósofo, “la insociable sociabilidad de los hombres, el que
su inclinación a vivir en sociedad sea inseparable de una hostilidad que
amenaza constantemente con disolverla”. La “inclinación” de cada ser
humano a vivir en sociedad va acompañada de una aversión que, en
general, cada ser humano siente por los demás. O también se refiere a la
“posición” que tiene cada ser humano “entre sus congéneres, a los que
no puede soportar, pero de los que tampoco es capaz de prescindir” (VIII: 21Kant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
). La insociable sociabilidad de los seres humanos se explica por la propia tensión paradójica de la predisposición pragmática.
Los
seres humanos son sociables por la necesidad de existir en cercanía los
unos con los otros. Reconocen que requieren socializar para satisfacer
sus inclinaciones y ser felices. Pero son también insociables por la
urgencia que sienten, individualmente, por romper sus lazos sociales
debido a la resistencia que se imponen unos a otros para la satisfacción
de sus caprichos personales. Aquí reside su “inclinación a individualizarse (aislarse)” (IGA, VIII: 21Kant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
).
La tendencia a la individualización (insociabilidad) es un efecto del
sentimiento de frustración respecto a las inclinaciones poderosas cuya
realización requiere de la prudencia privada. El sentimiento de
repulsión social es producto de la confrontación de intereses egoístas,
pero de ningún modo apaga el deseo natural del ser humano por la
obtención de honores, mando y posesiones.
La insociabilidad no
aísla físicamente a los seres humanos entre sí, pero sí los aleja de un
estado idílico en el que reinaría el trato afable y confiado, un estado
que evoca “la arcádica vida de pastores” en donde existiría “la más
perfecta armonía, la frugalidad y el conformismo” (IGA, VIII: 21Kant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
).
Apartados entonces de este estado de máximo confort social, en donde
“los hombres serían tan bondadosos como las ovejas que apacientan” (IGA, VIII: 21Kant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
),
la confrontación de intereses egoístas que explica la insociabilidad
impulsa a los individuos a redoblar sus fuerzas para vencer la
resistencia generalizada que otros les imponen bajo el gobierno de estas
inclinaciones compartidas, refinando así su arte para usarse más eficaz y sutilmente los unos a los otros.
En condiciones de recíproca desconfianza, en donde casi nadie quiere
ser dominado y poseído dócilmente y casi todos quieren dominar y poseer a
los otros, los seres humanos “vencen su inclinación a la pereza” y poco
a poco su historia natural es conducida “desde la barbarie, hasta la
cultura”, reformando sobre la marcha “un consenso social urgido patológicamente en un ámbito moral” (VIII: 21Kant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
).
De
este modo, desde el antagonismo y la confrontación de fuerzas moduladas
por las inclinaciones del honor, el mando y la posesión, la “sabia
Naturaleza” impulsa el desarrollo de los talentos humanos y facilita el
progreso hacia la auténtica racionalidad práctica (legal y moral). Por
ello, Kant exclama: “¡Demos, pues, gracias a la Naturaleza por la
incompatibilidad, por la envidiosa vanidad que nos hace rivalizar, por
el anhelo insaciable de acaparar o incluso de dominar!” (IGA, VIII: 21Kant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
). La “Naturaleza ha antepuesto la autoestimación racional del hombre a su bienestar propio” y, en este sentido, “a la
Naturaleza no le ha importado en absoluto que el hombre viva bien” (IGA, VIII: 20Kant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
).
El medio del que se vale para lograr su propósito es el de sembrar
simuladamente en el individuo la inclinación personal por la felicidad.
Los seres humanos aprenden a usarse entre sí para cumplir el fin natural de civilizarse y alcanzar con el tiempo la moralidad y, para ello, la naturaleza usa a los seres humanos dotándolos de un deseo de felicidad que no le “interesa” que se realice.
En
otro de sus ensayos, en el que satiriza las ideas de Herder sobre las
prioridades individuales de la Providencia, Kant explica que el curso
que sigue la historia humana es un progreso de lo peor a lo mejor para
la especie. Sin embargo, para el caso “de los individuos las cosas son
muy diferentes”, pues para ellos “la historia de la Naturaleza es una
pérdida”, si bien cada individuo tiene que poder “admirar y alabar la
sabiduría y regularidad de ese orden como miembro de la totalidad (de
una especie)” (MAdM, VIII: 115–116Kant, Immanuel, 1994b, Probable inicio de la historia humana, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
).
Así, a diferencia de lo que piensa su exalumno, Kant sostiene que “no
es el auténtico objetivo de la Providencia ese espectro de felicidad que
se forja cada uno, sino la cultura” —es decir, ese estado en el que los
individuos se usan sólo como meros medios, ese estado en donde parece
reinar la prudencia mundana— que conduce paulatinamente a “una constitución política estructurada conforme a los conceptos del derecho humano” (RvG, VIII: 64Kant, Immanuel, 2014f, Review of J.G. Herder’s Ideas for the Philosophy of the History of Humanity, 4a reimp., trad. A.W. Wood, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).
En MAdMKant, Immanuel, 1994b, Probable inicio de la historia humana, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
,
Kant abraza la tensión paradójica de la teleología antropológica con un
asomo de admiración. Encontramos incluso la muestra de un gesto de
orgullo por sostener la misma idea paradójica defendida por Rousseau. A
juzgar por los propios ejemplos de Kant para ilustrar el “conflicto” de
los fines de la naturaleza —el “inevitable perjuicio mutuo entre los
fines de la Naturaleza y las costumbres”, o también “que la Naturaleza
ha depositado en nosotros disposiciones tendientes a dos fines
distintos” (VIII: 116–117Kant, Immanuel, 1994b, Probable inicio de la historia humana, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
)—,
la cuestión de interpretar de manera errónea a Rousseau consiste en no
comprender la sutilidad y verdad de esa tensión contraria de la
naturaleza. Esa naturaleza que ha implantado en los individuos tanto la
semilla de la felicidad individual (prudencia privada) como la del progreso social y cultural de la especie (prudencia mundana), pero haciendo que el fortalecimiento del progreso sea inversamente proporcional a la felicidad personal.
Si bien no son virtudes morales, las inclinaciones del honor, el mando y la posesión tampoco son vicios naturales. Como afirma Rodríguez Aramayo, Kant sigue aquí la tradición de Mandeville:
Al igual que en la Fábula de las abejas de Mandeville los vicios eran el motor de la prosperidad, el
antagonismo de las inclinaciones es para Kant la llama del progreso
cultural. Sin esa dinámica de acción y reacción, provocada por las
pretensiones egoístas, todos los talentos cuyo germen porta la humanidad
quedarían eternamente adormecidos. (Rodríguez Aramayo 1994, p. XXVIIRodríguez Aramayo, Roberto, 1994, “El ‘utopismo ucrónico’ de la reflexión kantiana sobre la historia”, en Immanuel Kant, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre Filosofía de la Historia, trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid, pp. IX–XLIV.
)
La
insociable sociabilidad no es un favor que la naturaleza hace al
individuo natural dotado con inclinaciones eudaimonistas. El “Primer
Principio” de IGAKant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
señala que “todas
las disposiciones naturales de una criatura están destinadas a
desarrollarse alguna vez completamente y en arreglo a un fin” (VIII: 18Kant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
). Pero, para la Providencia, la predisposición del individuo para la prudencia no es con arreglo a satisfacer su natural fin de la felicidad. El individuo no se engaña al sentir la
necesidad de ser feliz ni al creer que tiene las disposiciones naturales
que le sirven de instrumento para ello. Pero sí lo hace al creer
que la Providencia lo favorece individualmente. Y, sin embargo, sin
este engaño de su razón práctica no confiaría en que sus fines serán
realizados; no tendría motivos racionales para actuar en el mundo humano
y buscar adueñarse de las inclinaciones de los demás. Sin este engaño,
no habría entre individuos y naciones los antagonismos o discordias que
son necesarias —pero no suficientes— como medios para el cumplimiento
del auténtico propósito racional-moral.
La comparación de los
seres humanos con los árboles en el bosque, una de las metáforas
favoritas de Kant a juzgar por el número de veces que la cita (cada ser
humano se desarrolla intentando “privarle al otro del aire y el sol” (IGA, VIII: 23Kant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
)), no funciona si falta la disimulación.19Además de en IGA, la metáfora aparece en VdE (XXVII: 468) y en VuP (IX: 448). Como leemos en el “Octavo Principio” de IGAKant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
, “entremezclada con ilusiones y quimeras, surge poco a poco la Ilustración” (VIII: 28Kant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
).
Por ello es necesario que, con todo su esfuerzo magisterial, Kant
convenza a sus estudiantes de buscar aquello que, de antemano, sabe que
es inalcanzable: su felicidad empírica personal.20La exigencia moral no de hacerse feliz, sino de ser digno de la felicidad, es perfectamente consistente con la disimulación.
Puesto que nadie alcanza realmente la felicidad en esta vida, todo ser
humano, como ser racional competente para la moralidad, tiene que
reconocer que no es feliz porque no se ha esforzado más para hacerse
digno de ella. Se trata por ello de un progreso al infinito.
Volvamos pues, para terminar, al lugar donde comenzamos: la formación. Al escribir en AnthKant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
sobre la educación de la humanidad, Kant explica que “antes que nada
hay que observar que en todos los demás animales abandonados a sí mismos
consigue cada individuo realizar su destino entero, mas entre los
hombres acaso sólo la especie (VII: 323–24Kant, Immanuel, 2014a, Antropología en sentido pragmático, pról. R. Brandt, trad. D.M. Granja Castro, G. Leyva y P. Storandt, uam/unam/Fondo de Cultura Económica, México.
).21En la discusión del “Sexto Principio” en IGA Kant formula el argumento no ya comparando al ser humano con otros
animales, sino con otros posibles seres vecinos del cosmos: “acaso entre
ellos cada individuo pueda alcanzar plenamente su destino durante su
vida. Entre nosotros sucede de otra manera: sólo la especie puede
esperar tal cosa” (VIII: 23). En las VuPKant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
Kant retoma esta idea para llamarla “el arte de educar”, pues la
“naturaleza no ha dado al ser humano ningún instinto para esto”. El arte
de educar se resume en el principio básico de que “los niños no deben
de ser educados en relación con su condición presente, sino en
conformidad con una mejor condición de la especie humana en el futuro”.
Desde luego, este arte es plenamente coherente con la idea de la
historia natural según la cual se privilegia el desarrollo del ser
humano como especie y no como individuo. Por esto, Kant se queja de que
la educación privada y los padres por lo general se empeñan para que a
sus pupilos e hijos les vaya bien en el mundo, a “pesar de lo corrupto
que pueda ser”, en lugar de ocuparse de que su educación tenga presente
el bien de la especie. Ni la educación privada ni los padres tienen
“como fin final lo mejor para el mundo” y, con esto, “la perfección a la
cual está destinado el ser humano”. Recordemos que el destino (Bestimmung)
del hombre está en cultivarse, civilizarse y moralizarse, para lo cual
requiere de una educación pragmática y convertirse en ciudadano del
mundo. Por ello afirma “que el diseño para un plan de la educación debe
de ser hecho en sentido cosmopolita” (IX: 448Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
).
Sin
embargo, no se puede ser cosmopolita sin aprender las habilidades
adecuadas para usar a las demás personas como medios para los propios propósitos,
y hacer justamente aquello contra lo que Kant se queja. Pues es
imprescindible que se eduque a las personas a ser prudentes de manera
privada para que cada ser humano sienta “una fuerte inclinación a
individualizarse por encontrar simultáneamente en sí mismo la insociable
cualidad de doblegar todo a su mero capricho” (IGA, VIII: 21Kant, Immanuel, 1994a, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, 2a ed., trad. C. Roldán Panadero y R. Rodríguez Aramayo, Tecnos, Madrid.
). ¿Cómo entonces hay que entender la respuesta “¡nunca!” que ofrece Kant a la pregunta que formula en VuPKant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
,
a saber, “ocurre que lo mejor que puede pasarle al mundo es algo que
resulta perjudicial para nuestras mejores condiciones privadas”? (IX: 448Kant, Immanuel, 2014b, Lectures on Pedagogy, 4ª reimp., trad. R.B. Louden, The Cambridge Edition of the Works of Immanuel Kant, Cambridge University Press, Nueva York.
). ¡Como una ironía, por supuesto!