Narrativa nacional y régimen de temporalidad
⌅Como
parte del segundo periodo de colonización que afectó en gran medida a
África y Asia Oriental, Francia tuvo una historia colonial con Argelia
desde 1830 hasta la independencia de ese país en 1962 (Singaravélou 2023Singaravélou, Pierre (comp.), 2023, Colonisations. Notre histoire, Seuil, París.
).
Este largo pasado colonial abarca diferentes etapas y presenta
diferentes especificidades. Su estatus administrativo convirtió a este
territorio en tres departamentos franceses y la organización de una
colonización de asentamientos vio la llegada de un gran número de
franceses a partir de mediados del siglo xix.
Surgió así una sociedad colonial dividida en dos estados profundamente
desiguales: los colonos, franceses de Argelia, y los colonizados
llamados “musulmanes franceses” (Bouchène et al. 2014Bouchène, Abderrahmane, Jean-Pierre Peyroulou, Ouanassa Siari Tengour y Sylvie Thénault, 2014, Histoire de l’Algérie à la période coloniale, 1830-1962, La Découverte, París.
).
El rasgo estructurante de este pasado colonial es la explotación de los
territorios y la dominación de las poblaciones colonizadas (árabes y
cabilas) a través de la violencia y la subvaloración jurídica, social y
política. Esta subvaloración fue decretada para los colonizados por el
código de indigeneidad votado por el Parlamento en 1881, el cual los
priva de varios derechos civiles. Se extendió a todos los territorios
coloniales en 1887 y dividió a la población dentro del imperio colonial
francés en dos categorías: ciudadanos franceses y súbditos nativos franceses.
En consecuencia, este estatuto de los súbditos franceses extendió en
las colonias un vocabulario y una condición de desigualdad heredados de
la sociedad del Antiguo Régimen anterior a la Revolución Francesa.
También continuó lo que la monarquía había establecido con el Código
Negro en 1685 en las colonias esclavistas de América y el Océano Índico:
un derecho despectivo específicamente colonial que autoriza la práctica
de la esclavitud en estos territorios mientras que está prohibida en la
Francia continental (Niort 2023Niort, Jean-François, 2023, Le Code noir, Le Cavalier Bleu, París. https://doi.org/10.3917/lcb.niort.2015.01
). Sin embargo, un relato ficticio diferente de esta
situación colonial se construyó en el espacio público desde los inicios
de la colonización y que se desarrolló particularmente bajo la Tercera
República. Esta narrativa nacional presenta a Francia como un país que
emancipa a las poblaciones colonizadas proporcionándoles la modernidad
de la que estaban privados: modernidad económica a través de la
tecnología, modernidad política a través de la nacionalidad y modernidad
social. Tal discurso colonial llegó a toda la sociedad al difundirse a
través de producciones visuales (carteles, estatuas), eventos
(exposiciones coloniales) y la enseñanza de la historia en las escuelas a
partir de los ocho años (Blanchard 2008Blanchard, Pascal (comp.), 2008, Cultures coloniales en France. De la Révolution française à nos jours, CNRS Éditions, París.
).
Al
igual que en otros países europeos, la situación colonial de Francia
formaba parte de un nuevo régimen de temporalidad que se inició a
finales del siglo xviii (Koselleck 1979Koselleck, Reinhart, 1979, Le Futur passé. Contribution à la sémantique des temps historiques, EHESS, París.
).
Con respecto a la política y su propia continuidad temporal, la
construcción de narrativas nacionales testifica la secularización que se
estaba llevando a cabo entonces en Occidente. Los acontecimientos
pasados y presentes, así como los futuros individuales y colectivos,
dejan de ser interpretados por ciertas élites en un marco religioso
donde el destino y la voluntad divina organizan las temporalidades, así
como las acciones humanas. El nuevo marco interpretativo erige a la
historia como matriz temporal. Este tiempo histórico y ya no
providencial establece cadenas causales que explican los acontecimientos
del pasado y traza un horizonte de expectativa colectiva por el
Progreso que los Estados-nación están destinados a realizar. Las
narrativas nacionales se formalizaron en una transformación secular de
las sociedades occidentales que ve surgir una interpretación del curso
de la historia, ya no en términos de fatalidad, sino de continuidad y
significado (Anderson 1996, p. 25Anderson, Benedict, 1996, L’Imaginaire national. Réflexions sur l’origine et l’essor du nationalisme, trad. P.-E. Dauzat, La Découverte, París.
).
Guerras, crisis, revoluciones y otros acontecimientos son trasladados
por los líderes de los Estados a un tejido narrativo que celebra la
perdurabilidad de la nación y el triunfo de los valores que encarna
(Civilización, Bien, Progreso, Libertad, Igualdad, Democracia,
etcétera). Este entramado narrativo se materializa en las personas a las
que se rinde un homenaje público. Si la invención de la narrativa
nacional puede interpretarse como el resultado de un descentramiento de
lo divino en la conciencia histórica, esta invención va acompañada de
una permanencia en términos de formas de sacralización. La transferencia
de lo sagrado concierne a vectores espacio-temporales que se crean como
instrumentos de difusión de las narrativas nacionales a los miembros de
la comunidad nacional, llamados los nacionales, que no comparten lazos
de parentesco, profesionales o culturales entre sí, pero que están
inscritos por la política en la misma experiencia y destino históricos.
Monumentos, estatuas (Lalouette 2018Lalouette, Jaqueline, 2018, Un Peuple de statues. La célébration sculptée des grands hommes (1804-2018), Mare & Martin, París.
), toponimias, festivales (Ihl 1996Ihl, Oliver, 1996, La Fête républicaine, Gallimard, París.
), funerales (Ben-Amos 2013Ben-Amos, Avner, 2013, Le Vif saisit le mort. Funérailles, politique et mémoire en France (1789-1996), trad. R. Bouyssou, l’École des Hautes Études en Sciences Sociales, París.
), himnos nacionales (Francfort 2004Francfort, Didier, 2004, Le Chant des nations. Musiques et cultures en Europe, 1870-1914, Hachette, París.
)
y conmemoraciones establecen rituales sociales cuya función es crear
una nueva comunidad así nacionalizada por una narrativa que sitúa a sus
miembros en una experiencia histórica común, inscrita en la larga
duración del Estado-nación. Como toda narrativa, la narrativa nacional
construye una trama que involucra actores, problemáticas y, sobre todo,
temporalidad (orígenes, problemáticas-situaciones/resoluciones,
futuros). Para el filósofo Paul Ricoeur, la narración es, en efecto, “el
guardián del tiempo en la medida en que sólo se piensa en él como un
tiempo que se cuenta” (Ricoeur 1985, p. 435Ricoeur, Paul, 1985, Temps et récit, t. 3, Le Temps raconté, Seuil, París.
).
En este contexto, “la invención de la trama es una operación
fundamental en la reconfiguración de nuestra experiencia temporal” (Ricoeur 1983, p. 13Ricoeur, Paul, 1983, Temps et récit, t. 1, L’Intrigue et le récit historique, Seuil, París.
).
Podemos notar la invención de tramas de la historia de la nación de
carácter estatutario (predestinación, finalismo, excepcionalidad,
vocación universal) y temporal (tradición, edad de oro, progreso,
crisis, renacimiento, decadencia, horizonte de expectativa), que van
acompañadas de puntos de referencia (relato de los orígenes,
celebraciones de acontecimientos significativos, celebraciones de
personajes históricos). En una búsqueda de coherencia narrativa propia
de la narración, la construcción de estas tramas de historias nacionales
fabrican linealidades artificiales (continuum, secuencia causal
de hechos, ordenamiento cronológico) que abandonan cualquier posibilidad
de contingencia y discontinuidades históricas. El finalismo histórico
de las sociedades nacionales sustituyó así la narración providencial de
la esencia divina. Estas construcciones de tramas narrativas están
ligadas a objetivos políticos (unidad, integridad territorial,
soberanía) en el sentido de que hablan de la existencia inmanente de la
nación en un “ya está”, así como de una continuidad temporal en la que
una colectividad nacionalizada llamada “comunidad”, “pueblo” o “cultura”
evoluciona según el país. De esta manera, la narrativa nacional activa
un proceso de naturalización del vínculo nacional con los habitantes de
un territorio intrafronterizo. Cuenta una historia que involucra a estos
habitantes en una pertenencia natural a la nación a través de la
construcción de un “nosotros” histórico, que en realidad es la invención
de un pasado para ser compartido.
En el proyecto colonial dirigido por Francia, las poblaciones “indígenas” no estuvieron ausentes de este “nosotros” histórico y finalista. Están incluidas en la misma matriz narrativa que describe a estas poblaciones en una otredad inicial (“lo nativo”) pero transformada por una obra de civilización llevada a cabo por el Estado-nación. Entre los discursos que han construido esta matriz narrativa, el discurso escolar es uno de sus principales componentes. El proyecto de los pedagogos representados por la figura de Ernest Lavisse, historiador y editor de libros de texto de historia elemental (los “Petits Lavisse”), fue enraizar definitivamente el nuevo régimen republicano basado en el amor a la nación entre las generaciones más jóvenes. En un país que ha estado cambiando constantemente su régimen político durante un siglo, la cuestión de la continuidad de la república dentro de la nación más allá de una generación es un desafío central para los republicanos en el poder a finales del siglo xix. Su narración histórica implica la construcción de una trama que debe crear un proceso de vinculación emocional en los estudiantes. La producción de una narrativa secular unificada, continua y progresista —la historia sagrada fue eliminada del currículo por las leyes Ferry en 1882— de la historia de Francia, que reunía el pasado monárquico y el de la Revolución Francesa, fue obra de los autores de los planes de estudio y los libros de texto para la escuela primaria durante la década de 1880, en un país que instituyó la escolarización gratuita (1881) y obligatoria (1882) para todos los niños de seis a trece años. La estructuración de esta narrativa escolar se desarrolló en torno a grandes personajes y acontecimientos. A partir de los programas de 1882, se trataba de instruir a los niños de la escuela primaria (de seis a ocho años) con “historias familiares y charlas sobre los más grandes personajes y los principales hechos de la historia nacional”. Así, esta narración histórica se construye y estructura en torno a dos grandes componentes: los grandes personajes (Clodoveo, Carlos Martel, Carlomagno, Juana de Arco y Napoleón, principalmente) y los grandes acontecimientos que más tarde se denominarán “historia-batalla” porque a menudo cubren batallas victoriosas.
El “nosotros” histórico de la narrativa colonial
⌅La historia colonial se inserta en la configuración de esta narrativa y trama temporal. El libro de texto de la Historia de Francia, escrito por Ernest Lavisse a principios del siglo xx para maestros de primaria y alumnos (niños de ocho a diez años),
ilustra esta integración del pasado colonial en la construcción de una
trama temporal finalista y nacional. Este libro se publicó muchas veces
hasta después de la Segunda Guerra Mundial: varias generaciones de
jóvenes franceses fueron impulsados a aprender esta narración histórica
con su maestro. Dos pasajes de la Historia de Francia se ocupan
de la obra colonial en un capítulo titulado “Las conquistas de Francia”
que integra en este “nosotros” histórico a diferentes poblaciones: los
“árabes”, los “negros” y los “hombres amarillos” (Lavisse 1913, p. 163Lavisse, Ernest, 1913, Histoire de France de la Gaule à nos jours, Cours Élémentaire, Armand Colin, París.
).
La
primera parte trata de la conquista del África subsahariana y presenta a
una sociedad africana dominada por la esclavitud, que “es una cosa
abominable”. El texto evoca entonces al francés Brazza, “un hombre
admirable”, que llegó al Congo para hacer obedecer a los habitantes y
conquistar el territorio aboliendo la esclavitud. La lección de historia
concluye con sus palabras: “Esto demuestra que Francia es buena y
generosa con los pueblos que ha subyugado” (p. 167Lavisse, Ernest, 1913, Histoire de France de la Gaule à nos jours, Cours Élémentaire, Armand Colin, París.
). Aunque las prácticas de esclavitud en el África subsahariana seguían estando muy presentes a finales del siglo xix, y aunque Francia emitió un decreto para abolir la esclavitud en 1905 en África occidental (Botte 2000Botte, Roger, 2000, “L ’ Esclavage africain après l’abolition de 1848. Servitude et droit du sol”, Annales. Histoire, Sciences Sociales, año 55, no. 5, pp. 1009-1037. https://doi.org/10.3406/ahess.2000.279898
), el libro de historia infantil no menciona la
introducción del trabajo forzado por parte de Francia para las
poblaciones colonizadas en estas regiones.
1
Véase el caso de Senegal en Tiquet 2019.
La segunda parte de la Historia de Francia se refiere a
la conquista de Argelia y a los beneficios de la colonización francesa,
en particular a través de la escuela. Se explica a los niños que la
guerra de conquista estuvo marcada por batallas heroicas como la de
Mazagrán. En un giro muy significativo de la conquista de los
territorios, se presenta a los alumnos la historia de una fortaleza en
Argelia que fue defendida victoriosamente por 123 soldados franceses,
asaltados por doce mil árabes, que se presentan como “soldados muy
valientes” pero que finalmente tienen que rendirse ante el “valor” de
los franceses (p. 164Lavisse, Ernest, 1913, Histoire de France de la Gaule à nos jours, Cours Élémentaire, Armand Colin, París.
).
El siguiente capítulo, dedicado a una escuela en Argelia, presenta un
país ahora sujeto a Francia en el que se embellecen las ciudades y se
construyen nuevos pueblos. La escuela se representa con la imagen de un
aula de niños de primaria (p. 165Lavisse, Ernest, 1913, Histoire de France de la Gaule à nos jours, Cours Élémentaire, Armand Colin, París.
)
que junta a “niños franceses” y “pequeños árabes” que se benefician de
la misma educación por parte del “maestro francés”. En la afirmación de
este “nosotros” histórico, el libro de texto especifica que “los árabes
son buenos colegiales [que] aprenden tan bien como los niños franceses”.
El horizonte de expectativa temporal (la misión civilizadora de la
colonización) se afirma claramente: “Francia quiere que los pequeños
árabes estén tan bien educados como los niños franceses. Esto demuestra
que nuestra Francia es buena y generosa con los pueblos que ha
subyugado” (p. 166Lavisse, Ernest, 1913, Histoire de France de la Gaule à nos jours, Cours Élémentaire, Armand Colin, París.
).
Esta labor de educación de los niños argelinos en igualdad de
condiciones no corresponde a la situación histórica. Los trabajos
científicos sobre este tema han puesto de relieve los pocos argelinos
que asistieron a la escuela durante todo el periodo de la colonización,
al igual que en las otras colonias (Reynaud-Paligot 2020Reynaud-Paligot, Carole, 2020, L’École aux colonies. Entre mission civilisatrice et racialisation (1816-1940), Champ Vallon, Ceyzérieux. https://doi.org/10.14375/NP.9791026709404
). Contando las escuelas privadas y públicas, el
historiador Ageron estima que “en total, sólo el 18 % de los niños
argelinos recibieron una educación primaria: esto siguió siendo un
privilegio” (Ageron 1979, p. 535Ageron, Charles-Robert, 1979, Histoire de l’Algerie contemporaine, Presses Universitaires de France, París. https://doi.org/10.3917/puf.agero.1979.01
). A pesar de una ordenanza promulgada en 1944 que
establecía la escolarización obligatoria, la situación apenas cambió y
los niños argelinos siguieron siendo masivamente excluidos de la escuela
primaria. Durante la guerra, entre 1955 y 1960, el ejército se esforzó
por educar a los niños argelinos en las escuelas primarias bajo su
autoridad directa. Los estudiantes eran atendidos por reclutas que se
convirtieron en sus maestros. Este esfuerzo fue precisamente parte de
una acción propagandística de “pacificación” del ejército para alejar a
los niños de la influencia del fln y mantener una Argelia francesa mostrando a las familias argelinas que cuidaban bien a sus hijos (Hadj-Ahmed 2022Hadj-Ahmed, Lydia, 2022, L’École
malgré la guerre, l’école grâce à la guerre? Des enfants et des
familles à l’épreuve de la guerre d’indépendance algérienne (1954-1962), tesis de doctorado en Historia, Université Paris Nanterre.
).
En 1959, el general Challe envió una carta a los soldados-maestros
pidiéndoles que comunicaran a los estudiantes sobre su acción: “Díganles
que ustedes son 954 soldados-maestros en Argelia y el Sahara cuya
misión es ayudarlos a descubrir los valores de nuestra civilización.
Díganles lo hermosa, lo grande, lo generosa que es Francia” (Hadj-Ahmed 2024, pp. 98–99Hadj-Ahmed, Lydia, 2024, “Photo de classe à Oudjana (Hiver 1961)”, en Marie Chominot y Sébastien Ledoux (comps.), Algérie. La guerre prise de vues, CNRS Éditions, París, pp. 90-101.
). Encontramos aquí los mismos términos y el mismo mito —una Francia generosa— que en la Historia de Francia de Lavisse, que se enseñaba a los niños franceses desde principios del siglo xx. El capítulo sobre las conquistas coloniales concluye con una descripción del imperio francés de la siguiente manera:
Los
países que poseemos son veinte veces más grandes que Francia. Están
habitados por cincuenta millones de hombres. Hombres blancos como
nosotros en el norte de África, hombres negros en otras partes de
África, hombres amarillos en Indochina. En todas partes, Francia enseña a
trabajar. Creó escuelas, carreteras, ferrocarriles, líneas de
telégrafo. Francia tiene derecho a enorgullecerse de sus conquistas. (Lavisee 1913, p. 168Lavisse, Ernest, 1913, Histoire de France de la Gaule à nos jours, Cours Élémentaire, Armand Colin, París.
)
El “nosotros” nacional histórico del proyecto colonial se construye mediante dos características, ambas en el seno de una distinción entre los colonizados “obedientes” y los franceses “generosos”. Pero estos dos grupos están unidos en una misma trama temporal: el Progreso de una civilización que realiza el bien universal en diferentes territorios de todo el mundo compuesto por diferentes poblaciones. En los cuadernos de los escolares franceses de la década de 1960 encontramos la persistencia de esta narrativa de la nación basada en la historia-batalla y los grandes hombres (Clodoveo, Carlos Martel, las Cruzadas, Napoleón), a pesar del cuestionamiento de las prescripciones y los análisis realizados en su momento por las revistas educativas de la época.
El
periodo de descolonización que condujo a la independencia en los
decenios de 1950 y 1960 no se limitó a una dimensión política. Esta
conmoción contiene también una dimensión narrativa y temporal para el
Estado-nación francés: ¿qué hacer con este “nosotros” histórico? ¿En qué
nueva trama temporal podemos contarnos ahora? Con una excepción que
mencionaremos, el Estado luchó durante treinta años para contar esta
historia. La independencia de Argelia en 1962 significó el fin del
imperio colonial. Marca una ruptura fáctica que reduce el territorio de
Francia. Es también una ruptura narrativa considerable para una nación
que ha construido su Estado desde la Edad Media, en el régimen
monárquico republicano, sobre la ampliación territorial como elemento
constitutivo de su continuidad política y de la construcción de su trama
temporal (Ledoux 2021Ledoux, Sebastién, 2021, La Nation en récit, Belin, París.
; Anderson 1996Anderson, Benedict, 1996, L’Imaginaire national. Réflexions sur l’origine et l’essor du nationalisme, trad. P.-E. Dauzat, La Découverte, París.
).
¿Una descolonización narrativa después de 1962?
⌅En
consecuencia, la descolonización rompió la configuración de una trama
temporal de la nación francesa, y esta brecha se mantuvo durante décadas
en el silencio del Estado sobre su historia colonial. Esta política del
olvido tiene un corolario jurídico tradicional: la amnistía. En la
década de 1960, el Estado llevó a cabo una política muy activa de
amnistías, que después continuó. Los numerosos decretos y leyes de
amnistía aprobados durante la década de 1960 hacían referencia a los
combatientes argelinos encarcelados (marzo de 1962), a los autores
militares de “actos cometidos en el contexto de operaciones de
aplicación de la ley contra la insurrección argelina” (marzo de 1962), a
los militares golpistas (1966), a los miembros de la oea (1968) y a los desertores, a los “portadores de maletas” (miembros de
las Redes Jeanson) y a los rebeldes (1964, 1966). Estas medidas prohíben
cualquier enjuiciamiento penal en el futuro. Tales políticas de olvido y
amnistía se consideraron los instrumentos esenciales para la
pacificación de una sociedad para salir del ciclo de violencia. Sin
embargo, al anular de inmediato la posibilidad de que las víctimas
pudieran recurrir a los juicios, la amnistía impidió que las
instituciones judiciales mencionaran públicamente la violencia cometida
durante la Guerra de Argelia, identificaran a los responsables e
iniciaran una forma de conmemoración de este pasado.
2
Sobre el papel de los juicios en la conmemoración de los crímenes, véase Osiel 2006.
A esta evasión se suma la ausencia de una narrativa oficial por parte
del Estado sobre la guerra, que no se reconoce como una guerra. En los
textos y discursos oficiales siempre se habla de “operaciones” o
“acontecimientos”. Ninguna conmemoración, ningún lugar para la memoria
fue instituido por el gobierno en estos años. La política conmemorativa
de De Gaulle fue de esta forma muy activa a la hora de ofrecer a los
franceses un pasado común, pero se centró exclusivamente en las dos
guerras mundiales. El presidente De Gaulle, el arquitecto de la
descolonización de Argelia, la presentó como una fatalidad que iba en la
dirección de la historia (Shepard 2012Shepard, Todd, 2012, 1962: Comment l’indépendance algérienne a transformé la France, Payot, París.
).
Compromete a los franceses con una nueva narrativa nacional sobre la
modernidad del país basada en dos pilares: su soberanía a través de su
energía nuclear en el contexto de la Guerra Fría, y el desarrollo
económico y material de la sociedad para mejorar las condiciones de vida
de los franceses en el contexto de los Treinta Gloriosos. Las
construcciones de las tramas temporales de la nación se contraen así en
la metrópolis y ya no en la conquista y la misión universalista de
Francia.
Sin embargo, aquí es esencial distinguir entre las escalas de la memoria (Crivello 2010Crivello, Marlyne (comp.), 2010, Les échelles de la mémoire en Méditerranée, Actes Sud, Arlés.
). En el nivel social de los grupos o en el nivel local de los municipios (Castagnez 2021Castagnez, Noëline, 2021, Quand les socialistes français se souviennent de leurs guerres. Mémoire et identité (1944-1995), Presses Universitaires de Rennes, Rennes.
)
no ha habido silencio, ni mucho menos olvido. Por ejemplo, ya en la
década de 1960 se observaron prácticas conmemorativas por parte de los
franceses en Argelia conocidos como pieds-noirs,
3
Véase
el estudio de la antropóloga Michèle Baussant sobre las peregrinaciones
religiosas anuales de Santa Cruz a Nîmes tras el traslado de la estatua
de la Virgen de la iglesia de Orán en 1965 (Baussant 2002).
o los franceses anticolonialistas en relación con la masacre de Charonne (Dewerpe 2006Dewerpe, Alain, 2006, Charonne, 8 février de 1962. Anthropologie historique d’un massacre d’Etat, Gallimard, París. https://doi.org/10.14375/NP.9782072984457
). Aquí no hay una narrativa nacional, sino
prácticas que estructuran las memorias colectivas de los diferentes
grupos heredadas de la guerra.
Ahora bien, en el nivel nacional las políticas aplicadas no son políticas conmemorativas en el sentido narrativo del término, sino políticas materiales y categóricas dirigidas a tres grupos: los franceses en Argelia, los reclutas y los harkis.
El
clima de violencia que prevaleció entre 1961 y 1962 hizo imposible que
los franceses en Argelia tuvieran perspectivas de futuro en un país que
se independizó el 5 de julio de 1962. Casi un millón de ellos cruzaron
el Mediterráneo contra su voluntad para establecerse en un país que no
conocían. A finales de 1961, el Estado creó un estatuto de repatriación
para otorgarles acceso a prestaciones y derechos a la vivienda, así como
a empleos reservados en los sectores público y privado (Scioldo-Zürcher 2010Scioldo-Zürcher, Yann, 2010, Devenir métropolitain, parcours et politique d’intégration de rapatriés d’Algérie en métropole (1954-2005), EHESS, París.
).
Durante varios años, el Estado movilizó todos sus servicios para acoger
a los repatriados. Además, el gobierno acabó por ceder a las exigencias
de las asociaciones de repatriados con una ley de indemnización a las
víctimas de la guerra que habían perdido el patrimonio que poseían en
Argelia (bienes agrícolas, inmobiliarios, bienes muebles, bienes
comerciales) que se votó en 1970 con un objetivo proclamado de
reconciliación nacional. Sin embargo, el exilio siguió siendo una
experiencia dolorosa, reforzada por un sentimiento de exclusión de la
sociedad metropolitana en la década de 1960, volcada hacia otros
horizontes. Esta experiencia será la base de una recomposición de la
identidad de los pieds-noirs en torno a la memoria (Eldridge 2018Eldridge, Claire, 2018, From Empire to Exile. History and Memory within the Pied-Noir and Harki Communities, 1962-2012, Manchester University Press, Manchester. https://doi.org/10.1017/ahss.2018.151
).
La situación fue muy diferente para los 90 mil harkis, “musulmanes franceses”, reclutados por el ejército francés contra el fln que lograron cruzar el Mediterráneo al final de la guerra por Francia.
La diferencia se debe principalmente a la nacionalidad. Desde la entrada
en vigor de los Acuerdos de Evián en 1962, los argelinos que viven en
suelo metropolitano ya no son nacionales, sino que se han convertido en
extranjeros. Con la ordenanza del 21 de julio de 1962, “las personas con
estado civil de derecho local de Argelia y sus hijos” que deseen
conservar la nacionalidad francesa deben solicitarla en suelo
metropolitano. Una pequeña minoría de musulmanes notables, funcionarios
electos o militares, y que habían hecho esta elección, se beneficiaron
de una política de integración bastante equivalente a la de los
franceses en Argelia. Pero la gran mayoría de los harkis no fueron
reconocidos por las autoridades públicas en el estatuto de repatriados
de 1961 ni en el de refugiados políticos. Estos musulmanes franceses se
convirtieron en extranjeros. Incluso si finalmente se les concedió la
nacionalidad francesa, sufrieron un trato discriminatorio por parte del
Estado que de hecho prolongó el trato colonial hacia estas poblaciones
argelinas (Besnaci-Lancou y Moumen 2008Besnaci-Lancou, Fatima y Abderahmen Moumen, 2008, Les Harkis, Le Cavalier Bleu, París.
).
Entre 1962 y 1969, cerca de 42 mil harkis fueron colocados a su llegada
en campos militares de tránsito situados en el sur de Francia (Larzac,
Bourg-Lastic, Rivesaltes, Rye-Le-Vigeant, Saint-Maurice-l’Ardoise, entre
otros). Aunque la mayoría de los campos se cerraron gradualmente
durante esa década, los campos de Bias y Saint-Maurice-l’Ardoise
continuaron, administrados bajo el control de oficiales del ejército. La
calificación de estas poblaciones como “irredimibles” por parte de la
administración debido a su condición (enfermos, discapacitados, ancianos
o desarraigados y viudas), justificó su confinamiento y su apoyo
médico-social. Sin embargo, estos harkis fueron objeto de intimidación y
vejación en estos campos, de una estricta supervisión de su vida
cotidiana y de condiciones de vida precarias. Este trato discriminatorio
de los harkis en Francia es la continuación de una relación colonial en
el trato de las poblaciones “musulmanas” consideradas sucesivamente
inmaduras, sospechosas, peligrosas e indeseables. A partir de finales de
la década de 1980, el Estado introdujo una política pública específica
hacia ellos (empleo, vivienda).
La década de 1970 vio la aparición de un tercer grupo al que se dirigieron las políticas del Estado con respecto a la Guerra de Argelia. Inicialmente simples reclutas que realizaban su servicio militar en Argelia para garantizar operaciones de aplicación de la ley dentro del territorio francés, los 1.2 millones de hombres llamados a filas en total no eran considerados veteranos en 1962. Desde los primeros años de la guerra, algunos fundaron asociaciones para defender los derechos de los ex soldados, incluida la Federación Nacional de Ex Soldados de Argelia (fnaca), que tenía el mayor número de miembros. Tan pronto como terminó la guerra, todas las asociaciones de reclutas exigieron al Estado el reconocimiento de la condición de veteranos. Finalmente ganaron su caso mediante la ley del 9 de diciembre de 1974 que les concedió el estatuto de veteranos y el acceso a las pensiones reservadas para este régimen.
Entre
las décadas de 1970 y 1990, los gobiernos tanto de derecha como de
izquierda ayudaron a reconocer y a compensar a grupos específicos por
las pérdidas materiales sufridas o por los servicios prestados durante
la guerra. Esto fue hecho por las administraciones a través de la
Oficina Nacional de Veteranos y Víctimas de Guerra (onac-vg),
el Ministerio de las Fuerzas Armadas y el Ministerio de Repatriados,
para identificar a los beneficiarios, gestionar el pago de pensiones y
subsidios y apoyar a los beneficiarios. Estas políticas públicas
tuvieron el efecto de definir administrativamente los grupos
destinatarios (veteranos, conscriptos, repatriados y harkis). A su vez,
los miembros de estos colectivos formaron asociaciones y negociaron con
las administraciones interesadas. Estos grupos se fueron convirtiendo
tanto en categorías administrativas (repatriados, excombatientes,
harkis) como en comunidades de pertenencia e interés, basando su
identidad y sus movilizaciones en sus dolorosas experiencias comunes: la
pérdida de propiedades y el exilio de los repatriados, los combates y
sus consecuencias psicotraumáticas para los reclutas, el sacrificio por
la nación y la vida en los campos después de 1962 para los harkis. En
este proceso, los actores de las asociaciones se legitimaron ante los
poderes públicos como representantes de la totalidad del grupo al que
pertenecen y, en ocasiones, ponen de manifiesto su peso electoral. Estos
actores producen narrativas homogéneas sobre sus experiencias de guerra
y ayudan a forjar identidades colectivas para ellos y sus destinatarios
como grupos para preservar la memoria. En contraste, los actores de las
políticas públicas tienen interés en considerar a los líderes de las
asociaciones como interlocutores representativos de sus respectivos
grupos. El aumento de la generalización para designar a los harkis, a
los pieds-noirs y a los conscriptos se desarrolló así durante
estas décadas a través de la construcción de políticas públicas,
mientras que estos grupos de veteranos, harkis y repatriados se
mantuvieron muy heterogéneos (Savarese 2006Savarese, Éric, 2006, “Après la guerre d’Algérie. La diversité des recompositions identitaires des pieds-noirs”, Revue Internationale des Sciences Sociales, no. 189, pp. 491-500. https://doi.org/10.3917/riss.189.0491
).
Se trata de diversos “nosotros” que se construyen en el vacío narrativo de un Estado francés que ya no se proyecta en el futuro colonialista universalista de su destino histórico.
Por el lado del Estado, fue ante todo la institución
educativa la que se encargó de la narración de la historia colonial.
Gracias a una renovación historiográfica dirigida por el Instituto de
Historia del Tiempo Presente creado en 1979 (Rousso 2012Rousso, Henry, 2012, La dernière catastrophe. L’histoire, le présent, le contemporain, Gallimard, París. https://doi.org/10.14375/np.9782070759729
), el periodo de 1945 a 1970 se integró en los
nuevos planes de estudio universitarios y de enseñanza media de 1982.
Así, la Guerra de Argelia se aborda a través de la evocación de la
creación de la V República en 1958 por De Gaulle. También la violencia
colonial (por ejemplo, la práctica de la tortura por parte del ejército
francés) se menciona en algunos libros de texto escolares de 1983 en los
que el discurso colonialista estaba completamente ausente.
No es
el caso del discurso oficial de los jefes de Estado, que prefieren no
abordar esa historia, como François Mitterrand, quien declaró en 1981
durante una visita oficial a Argel: “El pasado es el pasado. Miremos
ahora resueltamente hacia el futuro” (De Cock y Lantheaume 2013De
Cock, Laurence y Françoise Lantheaume, 2013, “Les usages présidentiels
du passé colonial de François Mitterrand à François Hollande : des
politiques du passé?”, en Cahiers d’Histoire Immédiate, no. 43, pp. 131-153.
).
Estamos en presencia de la continuación del paradigma de
amnesia-amnistía, con Mitterrand imponiendo al Parlamento una ley de
amnistía para ciertos generales. El único caso de un discurso oficial de
un jefe de Estado sobre la Guerra de Argelia recicla el discurso
colonial tradicional de una Francia generosa que llevó el progreso a las
poblaciones colonizadas. Se trata de la ceremonia organizada por el
presidente Valéry Giscard d’Estaing, el 16 de octubre de 1977, en el
cementerio de Notre-Dame de Lorette, para rendir homenaje al “soldado
desconocido del norte de África” que constituye una importante excepción
en este vacío narrativo nacional. Simboliza la inscripción oficial en
el más alto nivel del Estado de los combatientes que murieron en Argelia
en las sucesivas “generaciones de fuego” desde la Primera Guerra
Mundial. Con motivo de esta ceremonia, el presidente Giscard d’Estaing
pronunció un discurso que continuaba la narrativa colonialista de
Francia. El ejército no se presenta como una fuerza que combate a un
enemigo comprometido en una lucha por la independencia, sino como una
fuerza que interviene para establecer la paz en el contexto de un
conflicto interno entre dos grupos, y que trabaja por el bien de los
colonizados. Para el jefe de Estado, el Ejército ha cumplido así
una gran tarea. Se ha esforzado por salvaguardar la vida y la seguridad de la población. Ha evitado el enfrentamiento sangriento de las dos comunidades. […] Todos los que vivieron en esta tierra durante ese periodo saben que no era tanto el rebelde, el insumiso, el patriota lo que combatía nuestro ejército, sino el terror ciego, la enfermedad, el subdesarrollo y el hambre. ¿Cuántos reclutas han pasado la mayor parte de su tiempo construyendo casas, escuelas, dispensarios, cavando pozos de agua, luchando contra epidemias? […] Soldados profesionales, soldados eventuales, combatientes voluntarios, combatientes territoriales y harkis lucharon para hacer posible una solución más justa y humana y para preservar el futuro; es gracias a su valentía, a su dedicación y, a menudo, a su sacrificio, que Francia ha podido elegir libremente el camino de la autodeterminación sin verse obligada militarmente a hacerlo. Ella les expresa su gratitud hoy a través de mí. 4 “Discurso pronunciado por el sr. Valéry Giscard d’Estaing el 16 de octubre de 1977 con motivo de la ceremonia de entierro de un soldado desconocido del norte de África en el cementerio de Notre-Dame de Lorette”, en https://www.elysee.fr/valery-giscard-d-estaing/1977/10/16/allocution-de-m-valery-giscard-destaing-a-loccasion-de-la-ceremonie-dinhumation-dun-soldat-inconnu-dafrique-du-nord-au-cimetiere-de-notre-dame-de-lorette-dimanche-16-octobre-1977
El discurso presidencial presenta a los combatientes en
una experiencia común de ayuda a los colonizados y al desarrollo del
territorio. Todavía se sitúa en este “nosotros” colonial histórico de la
misión civilizadora de una Francia generosa que hemos ubicado en el
principio del siglo xx.
Trabajos recientes sobre la Guerra de Argelia indican que este discurso
colonialista fue omnipresente durante la Guerra de Argelia, una guerra
que también fue un intento de reconquistar a la población civil argelina
(Sacriste 2022Sacriste, Fabien, 2022, Les Camps de regroupement en Algérie. Une histoire des déplacements forcés (1954-1962), Presses de Sciences Po, París.
; Leroux 2014Leroux, Denis, 2014, “La ‘Doctrine de la guerre révolutionnaire’: théories et pratiques”, en Bouchène et al., 2014. https://doi.org/10.3917/dec.bouch.2013.01.0526
). Esta progresiva construcción de una trama
temporal no se detiene del lado del Estado francés al final del periodo
colonial en 1962. Quince años más tarde, un jefe de Estado francés la
prolongó en el único acto oficial de conmemoración que tuvo lugar de la
Guerra de Argelia durante casi treinta años.
Narrativas restaurativas presentistas
⌅La
ley aprobada por el Parlamento el 5 de octubre de 1999, con un amplio
consenso político, marcó la entrada del Estado en una fase de
conmemoración de este periodo al instituir el término “Guerra de
Argelia” en el lenguaje oficial, en lugar de las expresiones
“operaciones” o “acontecimientos”. Dos polémicas públicas muy intensas
llegaron a cuestionar, justo después, la relación colonial entre Francia
y la violencia contra las poblaciones colonizadas a través de la
cuestión del reconocimiento de la tortura por parte del ejército francés
(en el año 2000) (Branche 2001Branche, Raphaëlle, 2001, La torture et l’armée pendant la guerre d’Algerie, 1954-1962, Gallimard, París. https://doi.org/10.14375/NP.9782070469208
) y la de la masacre de decenas de argelinos, el 17 de octubre de 1961, en París (en 2001) (House y McMaster 2008House, Jim y Neil McMaster, 2008, Paris 1961. Les Algériens, la terreur d’Etat et la mémoire, Tallandier, París.
).
A pesar de una fuerte movilización de los medios de comunicación y de
diversos actores voluntarios, políticos y científicos, el Estado no tomó
ninguna decisión en esta dirección, en la persona del Presidente de la
República, Jacques Chirac, y de su Primer Ministro de izquierda, Lionel
Jospin. De hecho, las primeras acciones de conmemoración nacionales se
llevaron a cabo en el marco de las políticas categóricas que Francia
había estado llevando a cabo durante décadas con tres grupos que ya se
habían establecido: reclutas, harkis y repatriados. Por decreto, Jacques
Chirac instauró dos días conmemorativos no relacionados con los
acontecimientos históricos. El decreto del 31 de marzo de 2003 instituyó
cada 25 de septiembre un “Día Nacional de Homenaje a los Harkis y otros
miembros de las formaciones auxiliares en reconocimiento de los
sacrificios que hicieron como resultado de su compromiso al servicio de
Francia durante la Guerra de Argelia”. Este decreto perpetúa el
principio de un día de conmemoración organizado el 25 de septiembre de
2001 por Jacques Chirac. Esto último formaba parte de una nueva
estrategia de acción colectiva de las asociaciones de harkis que, a
partir de 2001, iniciaron múltiples acciones legales (denuncias por
crímenes contra la humanidad, apología de crímenes de guerra,
difamación) para denunciar el trato que Francia les dispensaba. El
discurso de Jacques Chirac ya no sólo pone de relieve el compromiso de
los harkis con la nación, sino también el sufrimiento que han soportado y
que debe ser reconocido.
El decreto del 26 de septiembre de 2003 se dirige a los veteranos, estableciendo cada 5 de diciembre un “Día Nacional de Homenaje a los ‘Muertos por Francia’ durante la Guerra de Argelia y los combates en Marruecos y Túnez”. Al igual que el 25 de septiembre para los harkis, el 5 de diciembre tampoco corresponde a un acontecimiento histórico, sino al día de la inauguración en 2002, en el Quai Branly de París, del Monumento Nacional a la Guerra de Argelia, durante el cual el presidente de la República pronunció un discurso en homenaje a los soldados. Iniciado por Lionel Jospin en 1998, este monumento ha sido objeto de un gran censo de los nombres de todos los fallecidos al servicio del ejército francés con el Ministerio de Defensa y las asociaciones de veteranos y harkis. En este discurso del 5 de diciembre de 2002, el jefe de Estado reunió en un mismo homenaje a todos los combatientes: soldados profesionales, combatientes voluntarios, musulmanes franceses comprometidos con las fuerzas auxiliares, reclutas y retirados del contingente. Pero, a diferencia del discurso de su predecesor Giscard d’Estaing pronunciado en Notre-Dame-de-Lorette en 1977 para enterrar al Soldado Desconocido, y que presentó a todos estos combatientes en una experiencia común de compromiso con el desarrollo económico y social del territorio y para ayudar a las poblaciones colonizadas, son las carencias las que forjan la experiencia vivida por los soldados: “Todos ellos han vivido las mismas pruebas”. 5 “Declaración del sr. Jacques Chirac, presidente de la República, con motivo de la inauguración del Monumento Nacional a la Guerra de Argelia, las Batallas de Marruecos y Túnez, París, 5 de diciembre de 2002”, en https://www.vie-publique.fr/discours/133660-declaration-de-m-jacques-chirac-president-de-la-republique-loccasi
La política de conmemoración de los pieds-noirs se llevó a cabo dos años más tarde por ley y no por decreto. El texto propuesto por el gobierno de derecha pretende reconocer la contribución de los franceses en Argelia a la nación durante su presencia en el norte de África. Además de las medidas de compensación, esta ley prevé la creación de un Memorial de Francia de Ultramar para reconocer el trabajo positivo de los repatriados. Tampoco en este caso se trata de afirmar la obra colonial de desarrollo y benevolencia hacia los territorios y las poblaciones colonizadas, sino de reconocer la labor positiva de los franceses en Argelia y los sufrimientos sufridos por esta población que toleró el exilio forzado al tener que instalarse en la Francia metropolitana al final de la guerra en condiciones dramáticas. Sin embargo, un diputado presentó un artículo que causó una intensa polémica. En el artículo 4 de la ley se añade que “los programas escolares reconocen en particular el papel positivo de la presencia francesa en el extranjero, en particular en el norte de África, y otorgan a la historia y a los sacrificios de los combatientes del ejército francés de estos territorios el lugar eminente al que tienen derecho”. Al ampliar el papel positivo más allá del grupo de franceses en Argelia a la presencia francesa en general, el artículo perpetúa el discurso colonial tradicional. El diputado que presentó esta enmienda también quiso responder al artículo 2 de la “ley Taubira” aprobada en 2001, que prescribía que se diera un “lugar significativo” en los programas escolares a la historia de la trata de esclavos y la esclavitud, reconocidas en la misma ley como crímenes contra la humanidad. La ley de repatriaciones fue aprobada el 23 de febrero de 2005, pero la fuerte movilización provocada por este artículo durante meses llevó al presidente de la República a retirarla un año después.
Un cambio en las políticas del pasado
⌅Estos primeros actos de política memorial llevados a cabo entre 1999 y 2005 por el Estado francés en relación con la Guerra de Argelia deben analizarse en un contexto mucho más amplio, tanto nacional como internacional.
A nivel nacional, las leyes de 1999 y 2005 formaron
parte de un periodo de aprobación de varias leyes sobre diferentes
pasados (genocidio de los judíos en 2000, genocidio de los armenios,
trata de esclavos y esclavitud en 2001) que luego se denominaron “leyes
memoriales”. Todas ellas están motivadas por el deseo de los
parlamentarios de reconocer los delitos que afectan a ciertos grupos de
la comunidad nacional. De este modo, la reparación simbólica es pensada
como un acto de interés general que busca fortalecer la cohesión social
que ha sido puesta a prueba por esta dolorosa presencia del pasado.
Desde la década de 1990, estos actores políticos actúan con categorías
morales (reparación del trauma sufrido por las víctimas de un suceso
pasado y sus descendientes), categorías semánticas (deber de recordar) y
categorías políticas (fortalecimiento de la cohesión social)
invirtiendo la gramática de las políticas de la memoria. Las políticas
memoriales aplicadas en Francia a partir de la década de 1990
modificaron profundamente la narrativa tradicional que el Estado había
producido hasta entonces sobre la historia nacional. Desde finales del
siglo xviii, el Estado
construyó un relato sobre la historia nacional que rendía homenaje a los
acontecimientos (14 de julio de 1789, 11 de noviembre de 1918) o a los
actores convertidos en héroes (soldados, resistencias, políticos,
artistas) que habían participado en la grandeza o en la defensa de una
Francia cuya vocación había servido a la realización del progreso humano
universal. La búsqueda de la unificación cultural de una población
mixta (con lenguas, religiones y costumbres distintas) a través del
intercambio, especialmente a través de las escuelas, de las mismas
referencias a este pasado glorioso, guio estas políticas memoriales
hasta la década de 1980, de la cual el Bicentenario de la Revolución
Francesa, en 1989, es en cierto modo el término. En la década de 1990,
estas políticas se transformaron en políticas de reconocimiento y
reparación para los grupos que fueron víctimas de violencia o crímenes,
en particular de los crímenes de los que el Estado es responsable: la
trata de esclavos y la esclavitud de los negros en los siglos xvii y xix o la deportación y persecución de los judíos bajo Vichy. Emprendidas en
nombre del “deber de guardar memoria”, estas políticas reflejan un
paradigma nuevo de la relación con el pasado nacional, dando testimonio
de varios desarrollos socioculturales entrelazados entre sí y otorgando
primacía a la condición de víctima, reforzada por la imposición de la
noción de trauma histórico (Fassin y Rechtman 2007Fassin, Didier y Richard Rechtman, 2007, L’Empire du traumatisme. Enquête sur la condition de victime, Flammarion, París.
). Reflejan y al mismo tiempo refuerzan un nuevo contrato social en torno a la memoria y al olvido implícito.
Como
hemos visto en el periodo inmediatamente posterior a la Guerra de
Argelia, las políticas del olvido, acompañadas del principio de amnistía
de prescripción legal, se concibieron como la condición social para una
conclusión duradera de la guerra, poniendo fin a los ciclos de
violencia y venganza entre las comunidades. Se llevaron a cabo en nombre
de la reconciliación nacional. La creciente atención social prestada a
los perjuicios (físicos y/o psicológicos) sufridos por las víctimas
(víctimas directas, familiares, descendientes) durante los hechos
violentos se ha convertido en una poderosa matriz que ha renovado
profundamente las relaciones con el pasado y los modos de resolución de
conflictos. Si bien la expresión deber de guardar memoria ha sido un marcador semántico de esta evolución en Francia (Ledoux 2016Ledoux, Sebastién, 2016, Le Devoir de mémoire. Une formule et son histoire, CNRS Éditions, París.
),
podemos observar otras fórmulas lingüísticas en diferentes países como
“Nunca más” (países de habla hispana), “Verdad y Reconciliación”
(internacional) o “Redress” (países de habla inglesa) que reflejan la
misma obligación moral de tener en cuenta a las víctimas de la historia y
a sus descendientes en una perspectiva de reparación individual y
colectiva. El mandato político, legal y moral de conmemorar los hechos
en general, señala implícitamente un cambio de perspectiva con respecto
al estatus otorgado al olvido en la reconstrucción de las sociedades
después de un periodo de conflicto o de regímenes autoritarios. El
olvido y su corolario legal, la amnistía, que anteriormente habían sido
considerados herramientas normativas para la pacificación en las
sociedades, se perciben por un número cada vez mayor de actores
nacionales e internacionales (activistas, periodistas, abogados,
políticos, científicos) como perturbaciones del orden social que
dificultan la curación de las comunidades humanas. Este cambio de
perspectiva se produce a través del entrelazamiento de nuevas
categorizaciones jurídico-médico-morales.
También señala una
inversión de la interacción de las temporalidades que las políticas
memoriales de la Guerra de Argelia ilustran muy bien. Esta
transformación de la memoria atestigua una configuración nueva de las
tramas de las historias nacionales: el horizonte de expectativa de los
Estados no se cumple con el recuerdo de los héroes, sino de las víctimas
de la violencia extrema para evitar su regreso. De este modo, el pasado
se moviliza en una función preventiva y debe ser transmitido a todos
con fines educativos. La memoria nacional sigue implicando un contrato
social, pero el endeudamiento y la identificación que suscita operan
frente a una nueva categoría histórica: las víctimas, y en particular
las víctimas de la violencia masiva, entendidas como violaciones
supremas de los valores de los derechos humanos. Esta evolución
atestigua un cambio profundo en el horizonte de las expectativas de las
sociedades ahora apegadas a la tolerancia y a los valores humanistas, y
deseosas de evitar el retorno de la violencia interindividual. El
finalismo histórico de la obra colonial, que participó en la realización
de un destino universalista de Francia, se reemplaza por la gramática
de la reparación y la prevención, en la que la categoría del presente se
impone y absorbe las del pasado y del futuro (Hartog 2003Hartog, François, 2003, Régimes d’historicités. Présentisme et expériences du temps, Seuil, París.
).
Después de treinta años de silencio, la Guerra de Argelia se ha convertido así en parte del marco presentista de las reparaciones, presentando a los diversos actores de esta guerra (harkis, veteranos, repatriados) como víctimas, al tiempo que prolonga la invisibilización de las poblaciones colonizadas.
Este periodo se convirtió en uno de los pasados que
regularmente generaron controversias después de 2005 y estuvo en el
centro de una ofensiva reaccionaria llevada a cabo por la derecha y la
extrema derecha que denunciaba el “arrepentimiento” colonial. Formó
parte de un contexto de nacionalismo memorial a escala internacional (Kończal y Moses 2022Kończal, Kornelia y A. Dirk Moses, 2022, “ ‘Patriotic History’ and the (Re) Nationalization of Memory”, Journal of Genocide Research, vol. 24, no. 2, pp. 153-157. https://doi.org/10.1080/14623528.2021.1968136
). Sin embargo, las políticas de la memoria llevadas
a cabo sobre la Guerra de Argelia por François Hollande y, finalmente,
por Emmanuel Macron, perseguían el paradigma de la reconciliación
nacional a través del reconocimiento del sufrimiento y de la condición
de víctimas de todos los grupos afectados, incluidas las poblaciones
colonizadas, aunque sin dar cuenta de la dimensión colonial de esta
historia (Ledoux y Morin 2024Ledoux, Sebastién y Paul-Max Morin, 2024, L’Algerie de Macron. Les impasses d’une politique mémorielle, Presses Universitaires de France, París.
).
Conclusión
⌅El
ejemplo de las memorias del pasado colonial de la Guerra de Argelia en
Francia ilustra una evolución más amplia de la memoria como marco para
expresar la patologización del tiempo instituida desde finales del siglo xx. El memory boom ha ido acompañado desde la década de 1980 por una aproximación
traumática al pasado donde se cuestiona el régimen de temporalidad de
las sociedades orientadas al Progreso. Por el contrario, el tiempo se
conceptualiza como una dimensión patológica no sólo a nivel individual,
sino sobre todo a nivel social: las violencias del pasado (crímenes
masivos, represión por parte de regímenes autoritarios) no puede
resolverse con el paso del tiempo porque se consideran patógenas: siguen
produciendo una desregulación de las sociedades. Se construye entonces
el concepto de memoria como un futuro del pasado que permitiría regular
sociedades enfermas y enfrentadas a riesgos permanentes. Esta
centralidad de la memoria se construye a través de políticas de
reparación y prevención. Los poderes públicos han politizado el tiempo a
través de estas políticas preventivas que se establecen para evitar el
retorno de las violencias del pasado a través de la conmemoración. Se ha
establecido una nueva matriz narrativa con el concepto de memoria en
sociedades que han visto modificadas sus temporalidades por la noción de
riesgo (tecnológico, climático, terrorista) (Beck 2001Beck, Ulrich, 2001, La société du risque. Sur la voie d’une autre modernité, Flammarion, París.
) y de puesta a prueba (Martuccelli 2018Martuccelli, Danilo, 2018, “Les Matrices narratives du sujet contemporain”, Le sujet dans la cité, no. 9, pp. 19-29. https://doi.org/10.3917/lsdlc.009.0019
). La crisis del Progreso como horizonte de
expectativa no ha dejado espacio para la contingencia. El ejemplo del
pasado colonial de la Guerra de Argelia nos señala que “la normalidad
misma del futuro se basaba sobre la memoria” (Eyal 2004, p. 23Eyal, Gil, 2004, “Identity and Trauma: Two Forms of the Will to Memory”, History & Memory, vol. 16, no. 1, pp. 5-36. https://dx.doi.org/10.1353/ham.2004.0002
).
[Traducción de Corina Yturbe]