Diánoia 69 (93)
noviembre 2024
ISSN-L: 0185-2450 | e-ISSN: 1870-4913
https://doi.org/10.22201/iifs.18704913e.2024.93.2092

Artículos

Neutralización del pasado colonial en la patologización de las memorias: el ejemplo de la Guerra de Argelia

[Neutralization of the Colonial Past in the Pathologization of Memories: The Case of the Algerian War]

Sébastien Ledoux

Université de Picardie Jules Verne, Francia

https://orcid.org/0000-0001-8603-0734

Resumen

Las memorias del pasado colonial de la Guerra de Argelia han sufrido diferentes evoluciones en Francia desde la independencia de Argelia en 1962. Distintos grupos han estructurado relaciones específicas con este pasado, mientras que el Estado-nación siguió una política categórica desprovista de narrativa histórica durante las primeras décadas antes de inaugurar una narrativa oficial como parte de una mutación general de su marco narrativo, así como de su trama temporal. Este artículo propone entonces un enfoque diacrónico de estas memorias que presta atención a las experiencias del tiempo que irrigan y modifican. Entre el finalismo colonialista y el proceso de patologización, estas memorias de la Guerra de Argelia ilustran el juego de temporalidades que remiten a nuestra sociedad presentista.

Palabras clave: 
colonial; descolonización; presentismo; memoria; narrativa.
Abstract

Memories of the colonial past of the Algerian War have undergone various developments in France since Algeria’s independence in 1962. Different groups structured specific relationships to this past, while the nation-state pursued a categorical policy devoid of historical narrative during the first decades, before opening up an official narrative as part of a general mutation of its narrative framework as well as its temporal plotting. This paper thus proposes a diachronic approach to these memories that pays attention to the experiences of time that they imbue and modify. Between colonialist finalism and the process of pathologization, these memories of the Algerian war illustrate the interplay of temporalities that refer to our presentist society.

Keywords: 
colonial; decolonization; presentism; memory; narrative.

Recibido el 9 de julio de 2024; Aceptado el 2 de septiembre de 2024

CONTENIDO

Narrativa nacional y régimen de temporalidad

 

Como parte del segundo periodo de colonización que afectó en gran medida a África y Asia Oriental, Francia tuvo una historia colonial con Argelia desde 1830 hasta la independencia de ese país en 1962 (Singaravélou 2023Singaravélou, Pierre (comp.), 2023, Colonisations. Notre histoire, Seuil, París.
). Este largo pasado colonial abarca diferentes etapas y presenta diferentes especificidades. Su estatus administrativo convirtió a este territorio en tres departamentos franceses y la organización de una colonización de asentamientos vio la llegada de un gran número de franceses a partir de mediados del siglo xix. Surgió así una sociedad colonial dividida en dos estados profundamente desiguales: los colonos, franceses de Argelia, y los colonizados llamados “musulmanes franceses” (Bouchène et al. 2014Bouchène, Abderrahmane, Jean-Pierre Peyroulou, Ouanassa Siari Tengour y Sylvie Thénault, 2014, Histoire de l’Algérie à la période coloniale, 1830-1962, La Découverte, París.
). El rasgo estructurante de este pasado colonial es la explotación de los territorios y la dominación de las poblaciones colonizadas (árabes y cabilas) a través de la violencia y la subvaloración jurídica, social y política. Esta subvaloración fue decretada para los colonizados por el código de indigeneidad votado por el Parlamento en 1881, el cual los priva de varios derechos civiles. Se extendió a todos los territorios coloniales en 1887 y dividió a la población dentro del imperio colonial francés en dos categorías: ciudadanos franceses y súbditos nativos franceses. En consecuencia, este estatuto de los súbditos franceses extendió en las colonias un vocabulario y una condición de desigualdad heredados de la sociedad del Antiguo Régimen anterior a la Revolución Francesa. También continuó lo que la monarquía había establecido con el Código Negro en 1685 en las colonias esclavistas de América y el Océano Índico: un derecho despectivo específicamente colonial que autoriza la práctica de la esclavitud en estos territorios mientras que está prohibida en la Francia continental (Niort 2023Niort, Jean-François, 2023, Le Code noir, Le Cavalier Bleu, París. https://doi.org/10.3917/lcb.niort.2015.01
). Sin embargo, un relato ficticio diferente de esta situación colonial se construyó en el espacio público desde los inicios de la colonización y que se desarrolló particularmente bajo la Tercera República. Esta narrativa nacional presenta a Francia como un país que emancipa a las poblaciones colonizadas proporcionándoles la modernidad de la que estaban privados: modernidad económica a través de la tecnología, modernidad política a través de la nacionalidad y modernidad social. Tal discurso colonial llegó a toda la sociedad al difundirse a través de producciones visuales (carteles, estatuas), eventos (exposiciones coloniales) y la enseñanza de la historia en las escuelas a partir de los ocho años (Blanchard 2008Blanchard, Pascal (comp.), 2008, Cultures coloniales en France. De la Révolution française à nos jours, CNRS Éditions, París.
).

Al igual que en otros países europeos, la situación colonial de Francia formaba parte de un nuevo régimen de temporalidad que se inició a finales del siglo xviii (Koselleck 1979Koselleck, Reinhart, 1979, Le Futur passé. Contribution à la sémantique des temps historiques, EHESS, París.
). Con respecto a la política y su propia continuidad temporal, la construcción de narrativas nacionales testifica la secularización que se estaba llevando a cabo entonces en Occidente. Los acontecimientos pasados y presentes, así como los futuros individuales y colectivos, dejan de ser interpretados por ciertas élites en un marco religioso donde el destino y la voluntad divina organizan las temporalidades, así como las acciones humanas. El nuevo marco interpretativo erige a la historia como matriz temporal. Este tiempo histórico y ya no providencial establece cadenas causales que explican los acontecimientos del pasado y traza un horizonte de expectativa colectiva por el Progreso que los Estados-nación están destinados a realizar. Las narrativas nacionales se formalizaron en una transformación secular de las sociedades occidentales que ve surgir una interpretación del curso de la historia, ya no en términos de fatalidad, sino de continuidad y significado (Anderson 1996, p. 25Anderson, Benedict, 1996, L’Imaginaire national. Réflexions sur l’origine et l’essor du nationalisme, trad. P.-E. Dauzat, La Découverte, París.
). Guerras, crisis, revoluciones y otros acontecimientos son trasladados por los líderes de los Estados a un tejido narrativo que celebra la perdurabilidad de la nación y el triunfo de los valores que encarna (Civilización, Bien, Progreso, Libertad, Igualdad, Democracia, etcétera). Este entramado narrativo se materializa en las personas a las que se rinde un homenaje público. Si la invención de la narrativa nacional puede interpretarse como el resultado de un descentramiento de lo divino en la conciencia histórica, esta invención va acompañada de una permanencia en términos de formas de sacralización. La transferencia de lo sagrado concierne a vectores espacio-temporales que se crean como instrumentos de difusión de las narrativas nacionales a los miembros de la comunidad nacional, llamados los nacionales, que no comparten lazos de parentesco, profesionales o culturales entre sí, pero que están inscritos por la política en la misma experiencia y destino históricos. Monumentos, estatuas (Lalouette 2018Lalouette, Jaqueline, 2018, Un Peuple de statues. La célébration sculptée des grands hommes (1804-2018), Mare & Martin, París.
), toponimias, festivales (Ihl 1996Ihl, Oliver, 1996, La Fête républicaine, Gallimard, París.
), funerales (Ben-Amos 2013Ben-Amos, Avner, 2013, Le Vif saisit le mort. Funérailles, politique et mémoire en France (1789-1996), trad. R. Bouyssou, l’École des Hautes Études en Sciences Sociales, París.
), himnos nacionales (Francfort 2004Francfort, Didier, 2004, Le Chant des nations. Musiques et cultures en Europe, 1870-1914, Hachette, París.
) y conmemoraciones establecen rituales sociales cuya función es crear una nueva comunidad así nacionalizada por una narrativa que sitúa a sus miembros en una experiencia histórica común, inscrita en la larga duración del Estado-nación. Como toda narrativa, la narrativa nacional construye una trama que involucra actores, problemáticas y, sobre todo, temporalidad (orígenes, problemáticas-situaciones/resoluciones, futuros). Para el filósofo Paul Ricoeur, la narración es, en efecto, “el guardián del tiempo en la medida en que sólo se piensa en él como un tiempo que se cuenta” (Ricoeur 1985, p. 435Ricoeur, Paul, 1985, Temps et récit, t. 3, Le Temps raconté, Seuil, París.
). En este contexto, “la invención de la trama es una operación fundamental en la reconfiguración de nuestra experiencia temporal” (Ricoeur 1983, p. 13Ricoeur, Paul, 1983, Temps et récit, t. 1, L’Intrigue et le récit historique, Seuil, París.
). Podemos notar la invención de tramas de la historia de la nación de carácter estatutario (predestinación, finalismo, excepcionalidad, vocación universal) y temporal (tradición, edad de oro, progreso, crisis, renacimiento, decadencia, horizonte de expectativa), que van acompañadas de puntos de referencia (relato de los orígenes, celebraciones de acontecimientos significativos, celebraciones de personajes históricos). En una búsqueda de coherencia narrativa propia de la narración, la construcción de estas tramas de historias nacionales fabrican linealidades artificiales (continuum, secuencia causal de hechos, ordenamiento cronológico) que abandonan cualquier posibilidad de contingencia y discontinuidades históricas. El finalismo histórico de las sociedades nacionales sustituyó así la narración providencial de la esencia divina. Estas construcciones de tramas narrativas están ligadas a objetivos políticos (unidad, integridad territorial, soberanía) en el sentido de que hablan de la existencia inmanente de la nación en un “ya está”, así como de una continuidad temporal en la que una colectividad nacionalizada llamada “comunidad”, “pueblo” o “cultura” evoluciona según el país. De esta manera, la narrativa nacional activa un proceso de naturalización del vínculo nacional con los habitantes de un territorio intrafronterizo. Cuenta una historia que involucra a estos habitantes en una pertenencia natural a la nación a través de la construcción de un “nosotros” histórico, que en realidad es la invención de un pasado para ser compartido.

En el proyecto colonial dirigido por Francia, las poblaciones “indígenas” no estuvieron ausentes de este “nosotros” histórico y finalista. Están incluidas en la misma matriz narrativa que describe a estas poblaciones en una otredad inicial (“lo nativo”) pero transformada por una obra de civilización llevada a cabo por el Estado-nación. Entre los discursos que han construido esta matriz narrativa, el discurso escolar es uno de sus principales componentes. El proyecto de los pedagogos representados por la figura de Ernest Lavisse, historiador y editor de libros de texto de historia elemental (los “Petits Lavisse”), fue enraizar definitivamente el nuevo régimen republicano basado en el amor a la nación entre las generaciones más jóvenes. En un país que ha estado cambiando constantemente su régimen político durante un siglo, la cuestión de la continuidad de la república dentro de la nación más allá de una generación es un desafío central para los republicanos en el poder a finales del siglo xix. Su narración histórica implica la construcción de una trama que debe crear un proceso de vinculación emocional en los estudiantes. La producción de una narrativa secular unificada, continua y progresista —la historia sagrada fue eliminada del currículo por las leyes Ferry en 1882— de la historia de Francia, que reunía el pasado monárquico y el de la Revolución Francesa, fue obra de los autores de los planes de estudio y los libros de texto para la escuela primaria durante la década de 1880, en un país que instituyó la escolarización gratuita (1881) y obligatoria (1882) para todos los niños de seis a trece años. La estructuración de esta narrativa escolar se desarrolló en torno a grandes personajes y acontecimientos. A partir de los programas de 1882, se trataba de instruir a los niños de la escuela primaria (de seis a ocho años) con “historias familiares y charlas sobre los más grandes personajes y los principales hechos de la historia nacional”. Así, esta narración histórica se construye y estructura en torno a dos grandes componentes: los grandes personajes (Clodoveo, Carlos Martel, Carlomagno, Juana de Arco y Napoleón, principalmente) y los grandes acontecimientos que más tarde se denominarán “historia-batalla” porque a menudo cubren batallas victoriosas.

El “nosotros” histórico de la narrativa colonial

 

La historia colonial se inserta en la configuración de esta narrativa y trama temporal. El libro de texto de la Historia de Francia, escrito por Ernest Lavisse a principios del siglo xx para maestros de primaria y alumnos (niños de ocho a diez años), ilustra esta integración del pasado colonial en la construcción de una trama temporal finalista y nacional. Este libro se publicó muchas veces hasta después de la Segunda Guerra Mundial: varias generaciones de jóvenes franceses fueron impulsados a aprender esta narración histórica con su maestro. Dos pasajes de la Historia de Francia se ocupan de la obra colonial en un capítulo titulado “Las conquistas de Francia” que integra en este “nosotros” histórico a diferentes poblaciones: los “árabes”, los “negros” y los “hombres amarillos” (Lavisse 1913, p. 163Lavisse, Ernest, 1913, Histoire de France de la Gaule à nos jours, Cours Élémentaire, Armand Colin, París.
).

La primera parte trata de la conquista del África subsahariana y presenta a una sociedad africana dominada por la esclavitud, que “es una cosa abominable”. El texto evoca entonces al francés Brazza, “un hombre admirable”, que llegó al Congo para hacer obedecer a los habitantes y conquistar el territorio aboliendo la esclavitud. La lección de historia concluye con sus palabras: “Esto demuestra que Francia es buena y generosa con los pueblos que ha subyugado” (p. 167Lavisse, Ernest, 1913, Histoire de France de la Gaule à nos jours, Cours Élémentaire, Armand Colin, París.
). Aunque las prácticas de esclavitud en el África subsahariana seguían estando muy presentes a finales del siglo xix, y aunque Francia emitió un decreto para abolir la esclavitud en 1905 en África occidental (Botte 2000Botte, Roger, 2000, “L ’ Esclavage africain après l’abolition de 1848. Servitude et droit du sol”, Annales. Histoire, Sciences Sociales, año 55, no. 5, pp. 1009-1037. https://doi.org/10.3406/ahess.2000.279898
), el libro de historia infantil no menciona la introducción del trabajo forzado por parte de Francia para las poblaciones colonizadas en estas regiones. 1 Véase el caso de Senegal en Tiquet 2019.

La segunda parte de la Historia de Francia se refiere a la conquista de Argelia y a los beneficios de la colonización francesa, en particular a través de la escuela. Se explica a los niños que la guerra de conquista estuvo marcada por batallas heroicas como la de Mazagrán. En un giro muy significativo de la conquista de los territorios, se presenta a los alumnos la historia de una fortaleza en Argelia que fue defendida victoriosamente por 123 soldados franceses, asaltados por doce mil árabes, que se presentan como “soldados muy valientes” pero que finalmente tienen que rendirse ante el “valor” de los franceses (p. 164Lavisse, Ernest, 1913, Histoire de France de la Gaule à nos jours, Cours Élémentaire, Armand Colin, París.
). El siguiente capítulo, dedicado a una escuela en Argelia, presenta un país ahora sujeto a Francia en el que se embellecen las ciudades y se construyen nuevos pueblos. La escuela se representa con la imagen de un aula de niños de primaria (p. 165Lavisse, Ernest, 1913, Histoire de France de la Gaule à nos jours, Cours Élémentaire, Armand Colin, París.
) que junta a “niños franceses” y “pequeños árabes” que se benefician de la misma educación por parte del “maestro francés”. En la afirmación de este “nosotros” histórico, el libro de texto especifica que “los árabes son buenos colegiales [que] aprenden tan bien como los niños franceses”. El horizonte de expectativa temporal (la misión civilizadora de la colonización) se afirma claramente: “Francia quiere que los pequeños árabes estén tan bien educados como los niños franceses. Esto demuestra que nuestra Francia es buena y generosa con los pueblos que ha subyugado” (p. 166Lavisse, Ernest, 1913, Histoire de France de la Gaule à nos jours, Cours Élémentaire, Armand Colin, París.
). Esta labor de educación de los niños argelinos en igualdad de condiciones no corresponde a la situación histórica. Los trabajos científicos sobre este tema han puesto de relieve los pocos argelinos que asistieron a la escuela durante todo el periodo de la colonización, al igual que en las otras colonias (Reynaud-Paligot 2020Reynaud-Paligot, Carole, 2020, L’École aux colonies. Entre mission civilisatrice et racialisation (1816-1940), Champ Vallon, Ceyzérieux. https://doi.org/10.14375/NP.9791026709404
). Contando las escuelas privadas y públicas, el historiador Ageron estima que “en total, sólo el 18 % de los niños argelinos recibieron una educación primaria: esto siguió siendo un privilegio” (Ageron 1979, p. 535Ageron, Charles-Robert, 1979, Histoire de l’Algerie contemporaine, Presses Universitaires de France, París. https://doi.org/10.3917/puf.agero.1979.01
). A pesar de una ordenanza promulgada en 1944 que establecía la escolarización obligatoria, la situación apenas cambió y los niños argelinos siguieron siendo masivamente excluidos de la escuela primaria. Durante la guerra, entre 1955 y 1960, el ejército se esforzó por educar a los niños argelinos en las escuelas primarias bajo su autoridad directa. Los estudiantes eran atendidos por reclutas que se convirtieron en sus maestros. Este esfuerzo fue precisamente parte de una acción propagandística de “pacificación” del ejército para alejar a los niños de la influencia del fln y mantener una Argelia francesa mostrando a las familias argelinas que cuidaban bien a sus hijos (Hadj-Ahmed 2022Hadj-Ahmed, Lydia, 2022, L’École malgré la guerre, l’école grâce à la guerre? Des enfants et des familles à l’épreuve de la guerre d’indépendance algérienne (1954-1962), tesis de doctorado en Historia, Université Paris Nanterre.
). En 1959, el general Challe envió una carta a los soldados-maestros pidiéndoles que comunicaran a los estudiantes sobre su acción: “Díganles que ustedes son 954 soldados-maestros en Argelia y el Sahara cuya misión es ayudarlos a descubrir los valores de nuestra civilización. Díganles lo hermosa, lo grande, lo generosa que es Francia” (Hadj-Ahmed 2024, pp. 98–99Hadj-Ahmed, Lydia, 2024, “Photo de classe à Oudjana (Hiver 1961)”, en Marie Chominot y Sébastien Ledoux (comps.), Algérie. La guerre prise de vues, CNRS Éditions, París, pp. 90-101.
). Encontramos aquí los mismos términos y el mismo mito —una Francia generosa— que en la Historia de Francia de Lavisse, que se enseñaba a los niños franceses desde principios del siglo xx. El capítulo sobre las conquistas coloniales concluye con una descripción del imperio francés de la siguiente manera:

Los países que poseemos son veinte veces más grandes que Francia. Están habitados por cincuenta millones de hombres. Hombres blancos como nosotros en el norte de África, hombres negros en otras partes de África, hombres amarillos en Indochina. En todas partes, Francia enseña a trabajar. Creó escuelas, carreteras, ferrocarriles, líneas de telégrafo. Francia tiene derecho a enorgullecerse de sus conquistas. (Lavisee 1913, p. 168Lavisse, Ernest, 1913, Histoire de France de la Gaule à nos jours, Cours Élémentaire, Armand Colin, París.
)

El “nosotros” nacional histórico del proyecto colonial se construye mediante dos características, ambas en el seno de una distinción entre los colonizados “obedientes” y los franceses “generosos”. Pero estos dos grupos están unidos en una misma trama temporal: el Progreso de una civilización que realiza el bien universal en diferentes territorios de todo el mundo compuesto por diferentes poblaciones. En los cuadernos de los escolares franceses de la década de 1960 encontramos la persistencia de esta narrativa de la nación basada en la historia-batalla y los grandes hombres (Clodoveo, Carlos Martel, las Cruzadas, Napoleón), a pesar del cuestionamiento de las prescripciones y los análisis realizados en su momento por las revistas educativas de la época.

El periodo de descolonización que condujo a la independencia en los decenios de 1950 y 1960 no se limitó a una dimensión política. Esta conmoción contiene también una dimensión narrativa y temporal para el Estado-nación francés: ¿qué hacer con este “nosotros” histórico? ¿En qué nueva trama temporal podemos contarnos ahora? Con una excepción que mencionaremos, el Estado luchó durante treinta años para contar esta historia. La independencia de Argelia en 1962 significó el fin del imperio colonial. Marca una ruptura fáctica que reduce el territorio de Francia. Es también una ruptura narrativa considerable para una nación que ha construido su Estado desde la Edad Media, en el régimen monárquico republicano, sobre la ampliación territorial como elemento constitutivo de su continuidad política y de la construcción de su trama temporal (Ledoux 2021Ledoux, Sebastién, 2021, La Nation en récit, Belin, París.
; Anderson 1996Anderson, Benedict, 1996, L’Imaginaire national. Réflexions sur l’origine et l’essor du nationalisme, trad. P.-E. Dauzat, La Découverte, París.
).

¿Una descolonización narrativa después de 1962?

 

En consecuencia, la descolonización rompió la configuración de una trama temporal de la nación francesa, y esta brecha se mantuvo durante décadas en el silencio del Estado sobre su historia colonial. Esta política del olvido tiene un corolario jurídico tradicional: la amnistía. En la década de 1960, el Estado llevó a cabo una política muy activa de amnistías, que después continuó. Los numerosos decretos y leyes de amnistía aprobados durante la década de 1960 hacían referencia a los combatientes argelinos encarcelados (marzo de 1962), a los autores militares de “actos cometidos en el contexto de operaciones de aplicación de la ley contra la insurrección argelina” (marzo de 1962), a los militares golpistas (1966), a los miembros de la oea (1968) y a los desertores, a los “portadores de maletas” (miembros de las Redes Jeanson) y a los rebeldes (1964, 1966). Estas medidas prohíben cualquier enjuiciamiento penal en el futuro. Tales políticas de olvido y amnistía se consideraron los instrumentos esenciales para la pacificación de una sociedad para salir del ciclo de violencia. Sin embargo, al anular de inmediato la posibilidad de que las víctimas pudieran recurrir a los juicios, la amnistía impidió que las instituciones judiciales mencionaran públicamente la violencia cometida durante la Guerra de Argelia, identificaran a los responsables e iniciaran una forma de conmemoración de este pasado. 2 Sobre el papel de los juicios en la conmemoración de los crímenes, véase Osiel 2006. A esta evasión se suma la ausencia de una narrativa oficial por parte del Estado sobre la guerra, que no se reconoce como una guerra. En los textos y discursos oficiales siempre se habla de “operaciones” o “acontecimientos”. Ninguna conmemoración, ningún lugar para la memoria fue instituido por el gobierno en estos años. La política conmemorativa de De Gaulle fue de esta forma muy activa a la hora de ofrecer a los franceses un pasado común, pero se centró exclusivamente en las dos guerras mundiales. El presidente De Gaulle, el arquitecto de la descolonización de Argelia, la presentó como una fatalidad que iba en la dirección de la historia (Shepard 2012Shepard, Todd, 2012, 1962: Comment l’indépendance algérienne a transformé la France, Payot, París.
). Compromete a los franceses con una nueva narrativa nacional sobre la modernidad del país basada en dos pilares: su soberanía a través de su energía nuclear en el contexto de la Guerra Fría, y el desarrollo económico y material de la sociedad para mejorar las condiciones de vida de los franceses en el contexto de los Treinta Gloriosos. Las construcciones de las tramas temporales de la nación se contraen así en la metrópolis y ya no en la conquista y la misión universalista de Francia.

Sin embargo, aquí es esencial distinguir entre las escalas de la memoria (Crivello 2010Crivello, Marlyne (comp.), 2010, Les échelles de la mémoire en Méditerranée, Actes Sud, Arlés.
). En el nivel social de los grupos o en el nivel local de los municipios (Castagnez 2021Castagnez, Noëline, 2021, Quand les socialistes français se souviennent de leurs guerres. Mémoire et identité (1944-1995), Presses Universitaires de Rennes, Rennes.
) no ha habido silencio, ni mucho menos olvido. Por ejemplo, ya en la década de 1960 se observaron prácticas conmemorativas por parte de los franceses en Argelia conocidos como pieds-noirs, 3 Véase el estudio de la antropóloga Michèle Baussant sobre las peregrinaciones religiosas anuales de Santa Cruz a Nîmes tras el traslado de la estatua de la Virgen de la iglesia de Orán en 1965 (Baussant 2002). o los franceses anticolonialistas en relación con la masacre de Charonne (Dewerpe 2006Dewerpe, Alain, 2006, Charonne, 8 février de 1962. Anthropologie historique d’un massacre d’Etat, Gallimard, París. https://doi.org/10.14375/NP.9782072984457
). Aquí no hay una narrativa nacional, sino prácticas que estructuran las memorias colectivas de los diferentes grupos heredadas de la guerra.

Ahora bien, en el nivel nacional las políticas aplicadas no son políticas conmemorativas en el sentido narrativo del término, sino políticas materiales y categóricas dirigidas a tres grupos: los franceses en Argelia, los reclutas y los harkis.

El clima de violencia que prevaleció entre 1961 y 1962 hizo imposible que los franceses en Argelia tuvieran perspectivas de futuro en un país que se independizó el 5 de julio de 1962. Casi un millón de ellos cruzaron el Mediterráneo contra su voluntad para establecerse en un país que no conocían. A finales de 1961, el Estado creó un estatuto de repatriación para otorgarles acceso a prestaciones y derechos a la vivienda, así como a empleos reservados en los sectores público y privado (Scioldo-Zürcher 2010Scioldo-Zürcher, Yann, 2010, Devenir métropolitain, parcours et politique d’intégration de rapatriés d’Algérie en métropole (1954-2005), EHESS, París.
). Durante varios años, el Estado movilizó todos sus servicios para acoger a los repatriados. Además, el gobierno acabó por ceder a las exigencias de las asociaciones de repatriados con una ley de indemnización a las víctimas de la guerra que habían perdido el patrimonio que poseían en Argelia (bienes agrícolas, inmobiliarios, bienes muebles, bienes comerciales) que se votó en 1970 con un objetivo proclamado de reconciliación nacional. Sin embargo, el exilio siguió siendo una experiencia dolorosa, reforzada por un sentimiento de exclusión de la sociedad metropolitana en la década de 1960, volcada hacia otros horizontes. Esta experiencia será la base de una recomposición de la identidad de los pieds-noirs en torno a la memoria (Eldridge 2018Eldridge, Claire, 2018, From Empire to Exile. History and Memory within the Pied-Noir and Harki Communities, 1962-2012, Manchester University Press, Manchester. https://doi.org/10.1017/ahss.2018.151
).

La situación fue muy diferente para los 90 mil harkis, “musulmanes franceses”, reclutados por el ejército francés contra el fln que lograron cruzar el Mediterráneo al final de la guerra por Francia. La diferencia se debe principalmente a la nacionalidad. Desde la entrada en vigor de los Acuerdos de Evián en 1962, los argelinos que viven en suelo metropolitano ya no son nacionales, sino que se han convertido en extranjeros. Con la ordenanza del 21 de julio de 1962, “las personas con estado civil de derecho local de Argelia y sus hijos” que deseen conservar la nacionalidad francesa deben solicitarla en suelo metropolitano. Una pequeña minoría de musulmanes notables, funcionarios electos o militares, y que habían hecho esta elección, se beneficiaron de una política de integración bastante equivalente a la de los franceses en Argelia. Pero la gran mayoría de los harkis no fueron reconocidos por las autoridades públicas en el estatuto de repatriados de 1961 ni en el de refugiados políticos. Estos musulmanes franceses se convirtieron en extranjeros. Incluso si finalmente se les concedió la nacionalidad francesa, sufrieron un trato discriminatorio por parte del Estado que de hecho prolongó el trato colonial hacia estas poblaciones argelinas (Besnaci-Lancou y Moumen 2008Besnaci-Lancou, Fatima y Abderahmen Moumen, 2008, Les Harkis, Le Cavalier Bleu, París.
). Entre 1962 y 1969, cerca de 42 mil harkis fueron colocados a su llegada en campos militares de tránsito situados en el sur de Francia (Larzac, Bourg-Lastic, Rivesaltes, Rye-Le-Vigeant, Saint-Maurice-l’Ardoise, entre otros). Aunque la mayoría de los campos se cerraron gradualmente durante esa década, los campos de Bias y Saint-Maurice-l’Ardoise continuaron, administrados bajo el control de oficiales del ejército. La calificación de estas poblaciones como “irredimibles” por parte de la administración debido a su condición (enfermos, discapacitados, ancianos o desarraigados y viudas), justificó su confinamiento y su apoyo médico-social. Sin embargo, estos harkis fueron objeto de intimidación y vejación en estos campos, de una estricta supervisión de su vida cotidiana y de condiciones de vida precarias. Este trato discriminatorio de los harkis en Francia es la continuación de una relación colonial en el trato de las poblaciones “musulmanas” consideradas sucesivamente inmaduras, sospechosas, peligrosas e indeseables. A partir de finales de la década de 1980, el Estado introdujo una política pública específica hacia ellos (empleo, vivienda).

La década de 1970 vio la aparición de un tercer grupo al que se dirigieron las políticas del Estado con respecto a la Guerra de Argelia. Inicialmente simples reclutas que realizaban su servicio militar en Argelia para garantizar operaciones de aplicación de la ley dentro del territorio francés, los 1.2 millones de hombres llamados a filas en total no eran considerados veteranos en 1962. Desde los primeros años de la guerra, algunos fundaron asociaciones para defender los derechos de los ex soldados, incluida la Federación Nacional de Ex Soldados de Argelia (fnaca), que tenía el mayor número de miembros. Tan pronto como terminó la guerra, todas las asociaciones de reclutas exigieron al Estado el reconocimiento de la condición de veteranos. Finalmente ganaron su caso mediante la ley del 9 de diciembre de 1974 que les concedió el estatuto de veteranos y el acceso a las pensiones reservadas para este régimen.

Entre las décadas de 1970 y 1990, los gobiernos tanto de derecha como de izquierda ayudaron a reconocer y a compensar a grupos específicos por las pérdidas materiales sufridas o por los servicios prestados durante la guerra. Esto fue hecho por las administraciones a través de la Oficina Nacional de Veteranos y Víctimas de Guerra (onac-vg), el Ministerio de las Fuerzas Armadas y el Ministerio de Repatriados, para identificar a los beneficiarios, gestionar el pago de pensiones y subsidios y apoyar a los beneficiarios. Estas políticas públicas tuvieron el efecto de definir administrativamente los grupos destinatarios (veteranos, conscriptos, repatriados y harkis). A su vez, los miembros de estos colectivos formaron asociaciones y negociaron con las administraciones interesadas. Estos grupos se fueron convirtiendo tanto en categorías administrativas (repatriados, excombatientes, harkis) como en comunidades de pertenencia e interés, basando su identidad y sus movilizaciones en sus dolorosas experiencias comunes: la pérdida de propiedades y el exilio de los repatriados, los combates y sus consecuencias psicotraumáticas para los reclutas, el sacrificio por la nación y la vida en los campos después de 1962 para los harkis. En este proceso, los actores de las asociaciones se legitimaron ante los poderes públicos como representantes de la totalidad del grupo al que pertenecen y, en ocasiones, ponen de manifiesto su peso electoral. Estos actores producen narrativas homogéneas sobre sus experiencias de guerra y ayudan a forjar identidades colectivas para ellos y sus destinatarios como grupos para preservar la memoria. En contraste, los actores de las políticas públicas tienen interés en considerar a los líderes de las asociaciones como interlocutores representativos de sus respectivos grupos. El aumento de la generalización para designar a los harkis, a los pieds-noirs y a los conscriptos se desarrolló así durante estas décadas a través de la construcción de políticas públicas, mientras que estos grupos de veteranos, harkis y repatriados se mantuvieron muy heterogéneos (Savarese 2006Savarese, Éric, 2006, “Après la guerre d’Algérie. La diversité des recompositions identitaires des pieds-noirs”, Revue Internationale des Sciences Sociales, no. 189, pp. 491-500. https://doi.org/10.3917/riss.189.0491
).

Se trata de diversos “nosotros” que se construyen en el vacío narrativo de un Estado francés que ya no se proyecta en el futuro colonialista universalista de su destino histórico.

Por el lado del Estado, fue ante todo la institución educativa la que se encargó de la narración de la historia colonial. Gracias a una renovación historiográfica dirigida por el Instituto de Historia del Tiempo Presente creado en 1979 (Rousso 2012Rousso, Henry, 2012, La dernière catastrophe. L’histoire, le présent, le contemporain, Gallimard, París. https://doi.org/10.14375/np.9782070759729
), el periodo de 1945 a 1970 se integró en los nuevos planes de estudio universitarios y de enseñanza media de 1982. Así, la Guerra de Argelia se aborda a través de la evocación de la creación de la V República en 1958 por De Gaulle. También la violencia colonial (por ejemplo, la práctica de la tortura por parte del ejército francés) se menciona en algunos libros de texto escolares de 1983 en los que el discurso colonialista estaba completamente ausente.

No es el caso del discurso oficial de los jefes de Estado, que prefieren no abordar esa historia, como François Mitterrand, quien declaró en 1981 durante una visita oficial a Argel: “El pasado es el pasado. Miremos ahora resueltamente hacia el futuro” (De Cock y Lantheaume 2013De Cock, Laurence y Françoise Lantheaume, 2013, “Les usages présidentiels du passé colonial de François Mitterrand à François Hollande : des politiques du passé?”, en Cahiers d’Histoire Immédiate, no. 43, pp. 131-153.
). Estamos en presencia de la continuación del paradigma de amnesia-amnistía, con Mitterrand imponiendo al Parlamento una ley de amnistía para ciertos generales. El único caso de un discurso oficial de un jefe de Estado sobre la Guerra de Argelia recicla el discurso colonial tradicional de una Francia generosa que llevó el progreso a las poblaciones colonizadas. Se trata de la ceremonia organizada por el presidente Valéry Giscard d’Estaing, el 16 de octubre de 1977, en el cementerio de Notre-Dame de Lorette, para rendir homenaje al “soldado desconocido del norte de África” que constituye una importante excepción en este vacío narrativo nacional. Simboliza la inscripción oficial en el más alto nivel del Estado de los combatientes que murieron en Argelia en las sucesivas “generaciones de fuego” desde la Primera Guerra Mundial. Con motivo de esta ceremonia, el presidente Giscard d’Estaing pronunció un discurso que continuaba la narrativa colonialista de Francia. El ejército no se presenta como una fuerza que combate a un enemigo comprometido en una lucha por la independencia, sino como una fuerza que interviene para establecer la paz en el contexto de un conflicto interno entre dos grupos, y que trabaja por el bien de los colonizados. Para el jefe de Estado, el Ejército ha cumplido así

una gran tarea. Se ha esforzado por salvaguardar la vida y la seguridad de la población. Ha evitado el enfrentamiento sangriento de las dos comunidades. […] Todos los que vivieron en esta tierra durante ese periodo saben que no era tanto el rebelde, el insumiso, el patriota lo que combatía nuestro ejército, sino el terror ciego, la enfermedad, el subdesarrollo y el hambre. ¿Cuántos reclutas han pasado la mayor parte de su tiempo construyendo casas, escuelas, dispensarios, cavando pozos de agua, luchando contra epidemias? […] Soldados profesionales, soldados eventuales, combatientes voluntarios, combatientes territoriales y harkis lucharon para hacer posible una solución más justa y humana y para preservar el futuro; es gracias a su valentía, a su dedicación y, a menudo, a su sacrificio, que Francia ha podido elegir libremente el camino de la autodeterminación sin verse obligada militarmente a hacerlo. Ella les expresa su gratitud hoy a través de mí. 4 “Discurso pronunciado por el sr. Valéry Giscard d’Estaing el 16 de octubre de 1977 con motivo de la ceremonia de entierro de un soldado desconocido del norte de África en el cementerio de Notre-Dame de Lorette”, en https://www.elysee.fr/valery-giscard-d-estaing/1977/10/16/allocution-de-m-valery-giscard-destaing-a-loccasion-de-la-ceremonie-dinhumation-dun-soldat-inconnu-dafrique-du-nord-au-cimetiere-de-notre-dame-de-lorette-dimanche-16-octobre-1977

El discurso presidencial presenta a los combatientes en una experiencia común de ayuda a los colonizados y al desarrollo del territorio. Todavía se sitúa en este “nosotros” colonial histórico de la misión civilizadora de una Francia generosa que hemos ubicado en el principio del siglo xx. Trabajos recientes sobre la Guerra de Argelia indican que este discurso colonialista fue omnipresente durante la Guerra de Argelia, una guerra que también fue un intento de reconquistar a la población civil argelina (Sacriste 2022Sacriste, Fabien, 2022, Les Camps de regroupement en Algérie. Une histoire des déplacements forcés (1954-1962), Presses de Sciences Po, París.
; Leroux 2014Leroux, Denis, 2014, “La ‘Doctrine de la guerre révolutionnaire’: théories et pratiques”, en Bouchène et al., 2014. https://doi.org/10.3917/dec.bouch.2013.01.0526
). Esta progresiva construcción de una trama temporal no se detiene del lado del Estado francés al final del periodo colonial en 1962. Quince años más tarde, un jefe de Estado francés la prolongó en el único acto oficial de conmemoración que tuvo lugar de la Guerra de Argelia durante casi treinta años.

Narrativas restaurativas presentistas

 

La ley aprobada por el Parlamento el 5 de octubre de 1999, con un amplio consenso político, marcó la entrada del Estado en una fase de conmemoración de este periodo al instituir el término “Guerra de Argelia” en el lenguaje oficial, en lugar de las expresiones “operaciones” o “acontecimientos”. Dos polémicas públicas muy intensas llegaron a cuestionar, justo después, la relación colonial entre Francia y la violencia contra las poblaciones colonizadas a través de la cuestión del reconocimiento de la tortura por parte del ejército francés (en el año 2000) (Branche 2001Branche, Raphaëlle, 2001, La torture et l’armée pendant la guerre d’Algerie, 1954-1962, Gallimard, París. https://doi.org/10.14375/NP.9782070469208
) y la de la masacre de decenas de argelinos, el 17 de octubre de 1961, en París (en 2001) (House y McMaster 2008House, Jim y Neil McMaster, 2008, Paris 1961. Les Algériens, la terreur d’Etat et la mémoire, Tallandier, París.
). A pesar de una fuerte movilización de los medios de comunicación y de diversos actores voluntarios, políticos y científicos, el Estado no tomó ninguna decisión en esta dirección, en la persona del Presidente de la República, Jacques Chirac, y de su Primer Ministro de izquierda, Lionel Jospin. De hecho, las primeras acciones de conmemoración nacionales se llevaron a cabo en el marco de las políticas categóricas que Francia había estado llevando a cabo durante décadas con tres grupos que ya se habían establecido: reclutas, harkis y repatriados. Por decreto, Jacques Chirac instauró dos días conmemorativos no relacionados con los acontecimientos históricos. El decreto del 31 de marzo de 2003 instituyó cada 25 de septiembre un “Día Nacional de Homenaje a los Harkis y otros miembros de las formaciones auxiliares en reconocimiento de los sacrificios que hicieron como resultado de su compromiso al servicio de Francia durante la Guerra de Argelia”. Este decreto perpetúa el principio de un día de conmemoración organizado el 25 de septiembre de 2001 por Jacques Chirac. Esto último formaba parte de una nueva estrategia de acción colectiva de las asociaciones de harkis que, a partir de 2001, iniciaron múltiples acciones legales (denuncias por crímenes contra la humanidad, apología de crímenes de guerra, difamación) para denunciar el trato que Francia les dispensaba. El discurso de Jacques Chirac ya no sólo pone de relieve el compromiso de los harkis con la nación, sino también el sufrimiento que han soportado y que debe ser reconocido.

El decreto del 26 de septiembre de 2003 se dirige a los veteranos, estableciendo cada 5 de diciembre un “Día Nacional de Homenaje a los ‘Muertos por Francia’ durante la Guerra de Argelia y los combates en Marruecos y Túnez”. Al igual que el 25 de septiembre para los harkis, el 5 de diciembre tampoco corresponde a un acontecimiento histórico, sino al día de la inauguración en 2002, en el Quai Branly de París, del Monumento Nacional a la Guerra de Argelia, durante el cual el presidente de la República pronunció un discurso en homenaje a los soldados. Iniciado por Lionel Jospin en 1998, este monumento ha sido objeto de un gran censo de los nombres de todos los fallecidos al servicio del ejército francés con el Ministerio de Defensa y las asociaciones de veteranos y harkis. En este discurso del 5 de diciembre de 2002, el jefe de Estado reunió en un mismo homenaje a todos los combatientes: soldados profesionales, combatientes voluntarios, musulmanes franceses comprometidos con las fuerzas auxiliares, reclutas y retirados del contingente. Pero, a diferencia del discurso de su predecesor Giscard d’Estaing pronunciado en Notre-Dame-de-Lorette en 1977 para enterrar al Soldado Desconocido, y que presentó a todos estos combatientes en una experiencia común de compromiso con el desarrollo económico y social del territorio y para ayudar a las poblaciones colonizadas, son las carencias las que forjan la experiencia vivida por los soldados: “Todos ellos han vivido las mismas pruebas”. 5 “Declaración del sr. Jacques Chirac, presidente de la República, con motivo de la inauguración del Monumento Nacional a la Guerra de Argelia, las Batallas de Marruecos y Túnez, París, 5 de diciembre de 2002”, en https://www.vie-publique.fr/discours/133660-declaration-de-m-jacques-chirac-president-de-la-republique-loccasi

La política de conmemoración de los pieds-noirs se llevó a cabo dos años más tarde por ley y no por decreto. El texto propuesto por el gobierno de derecha pretende reconocer la contribución de los franceses en Argelia a la nación durante su presencia en el norte de África. Además de las medidas de compensación, esta ley prevé la creación de un Memorial de Francia de Ultramar para reconocer el trabajo positivo de los repatriados. Tampoco en este caso se trata de afirmar la obra colonial de desarrollo y benevolencia hacia los territorios y las poblaciones colonizadas, sino de reconocer la labor positiva de los franceses en Argelia y los sufrimientos sufridos por esta población que toleró el exilio forzado al tener que instalarse en la Francia metropolitana al final de la guerra en condiciones dramáticas. Sin embargo, un diputado presentó un artículo que causó una intensa polémica. En el artículo 4 de la ley se añade que “los programas escolares reconocen en particular el papel positivo de la presencia francesa en el extranjero, en particular en el norte de África, y otorgan a la historia y a los sacrificios de los combatientes del ejército francés de estos territorios el lugar eminente al que tienen derecho”. Al ampliar el papel positivo más allá del grupo de franceses en Argelia a la presencia francesa en general, el artículo perpetúa el discurso colonial tradicional. El diputado que presentó esta enmienda también quiso responder al artículo 2 de la “ley Taubira” aprobada en 2001, que prescribía que se diera un “lugar significativo” en los programas escolares a la historia de la trata de esclavos y la esclavitud, reconocidas en la misma ley como crímenes contra la humanidad. La ley de repatriaciones fue aprobada el 23 de febrero de 2005, pero la fuerte movilización provocada por este artículo durante meses llevó al presidente de la República a retirarla un año después.

Un cambio en las políticas del pasado

 

Estos primeros actos de política memorial llevados a cabo entre 1999 y 2005 por el Estado francés en relación con la Guerra de Argelia deben analizarse en un contexto mucho más amplio, tanto nacional como internacional.

A nivel nacional, las leyes de 1999 y 2005 formaron parte de un periodo de aprobación de varias leyes sobre diferentes pasados (genocidio de los judíos en 2000, genocidio de los armenios, trata de esclavos y esclavitud en 2001) que luego se denominaron “leyes memoriales”. Todas ellas están motivadas por el deseo de los parlamentarios de reconocer los delitos que afectan a ciertos grupos de la comunidad nacional. De este modo, la reparación simbólica es pensada como un acto de interés general que busca fortalecer la cohesión social que ha sido puesta a prueba por esta dolorosa presencia del pasado. Desde la década de 1990, estos actores políticos actúan con categorías morales (reparación del trauma sufrido por las víctimas de un suceso pasado y sus descendientes), categorías semánticas (deber de recordar) y categorías políticas (fortalecimiento de la cohesión social) invirtiendo la gramática de las políticas de la memoria. Las políticas memoriales aplicadas en Francia a partir de la década de 1990 modificaron profundamente la narrativa tradicional que el Estado había producido hasta entonces sobre la historia nacional. Desde finales del siglo xviii, el Estado construyó un relato sobre la historia nacional que rendía homenaje a los acontecimientos (14 de julio de 1789, 11 de noviembre de 1918) o a los actores convertidos en héroes (soldados, resistencias, políticos, artistas) que habían participado en la grandeza o en la defensa de una Francia cuya vocación había servido a la realización del progreso humano universal. La búsqueda de la unificación cultural de una población mixta (con lenguas, religiones y costumbres distintas) a través del intercambio, especialmente a través de las escuelas, de las mismas referencias a este pasado glorioso, guio estas políticas memoriales hasta la década de 1980, de la cual el Bicentenario de la Revolución Francesa, en 1989, es en cierto modo el término. En la década de 1990, estas políticas se transformaron en políticas de reconocimiento y reparación para los grupos que fueron víctimas de violencia o crímenes, en particular de los crímenes de los que el Estado es responsable: la trata de esclavos y la esclavitud de los negros en los siglos xvii y xix o la deportación y persecución de los judíos bajo Vichy. Emprendidas en nombre del “deber de guardar memoria”, estas políticas reflejan un paradigma nuevo de la relación con el pasado nacional, dando testimonio de varios desarrollos socioculturales entrelazados entre sí y otorgando primacía a la condición de víctima, reforzada por la imposición de la noción de trauma histórico (Fassin y Rechtman 2007Fassin, Didier y Richard Rechtman, 2007, L’Empire du traumatisme. Enquête sur la condition de victime, Flammarion, París.
). Reflejan y al mismo tiempo refuerzan un nuevo contrato social en torno a la memoria y al olvido implícito.

Como hemos visto en el periodo inmediatamente posterior a la Guerra de Argelia, las políticas del olvido, acompañadas del principio de amnistía de prescripción legal, se concibieron como la condición social para una conclusión duradera de la guerra, poniendo fin a los ciclos de violencia y venganza entre las comunidades. Se llevaron a cabo en nombre de la reconciliación nacional. La creciente atención social prestada a los perjuicios (físicos y/o psicológicos) sufridos por las víctimas (víctimas directas, familiares, descendientes) durante los hechos violentos se ha convertido en una poderosa matriz que ha renovado profundamente las relaciones con el pasado y los modos de resolución de conflictos. Si bien la expresión deber de guardar memoria ha sido un marcador semántico de esta evolución en Francia (Ledoux 2016Ledoux, Sebastién, 2016, Le Devoir de mémoire. Une formule et son histoire, CNRS Éditions, París.
), podemos observar otras fórmulas lingüísticas en diferentes países como “Nunca más” (países de habla hispana), “Verdad y Reconciliación” (internacional) o “Redress” (países de habla inglesa) que reflejan la misma obligación moral de tener en cuenta a las víctimas de la historia y a sus descendientes en una perspectiva de reparación individual y colectiva. El mandato político, legal y moral de conmemorar los hechos en general, señala implícitamente un cambio de perspectiva con respecto al estatus otorgado al olvido en la reconstrucción de las sociedades después de un periodo de conflicto o de regímenes autoritarios. El olvido y su corolario legal, la amnistía, que anteriormente habían sido considerados herramientas normativas para la pacificación en las sociedades, se perciben por un número cada vez mayor de actores nacionales e internacionales (activistas, periodistas, abogados, políticos, científicos) como perturbaciones del orden social que dificultan la curación de las comunidades humanas. Este cambio de perspectiva se produce a través del entrelazamiento de nuevas categorizaciones jurídico-médico-morales.

También señala una inversión de la interacción de las temporalidades que las políticas memoriales de la Guerra de Argelia ilustran muy bien. Esta transformación de la memoria atestigua una configuración nueva de las tramas de las historias nacionales: el horizonte de expectativa de los Estados no se cumple con el recuerdo de los héroes, sino de las víctimas de la violencia extrema para evitar su regreso. De este modo, el pasado se moviliza en una función preventiva y debe ser transmitido a todos con fines educativos. La memoria nacional sigue implicando un contrato social, pero el endeudamiento y la identificación que suscita operan frente a una nueva categoría histórica: las víctimas, y en particular las víctimas de la violencia masiva, entendidas como violaciones supremas de los valores de los derechos humanos. Esta evolución atestigua un cambio profundo en el horizonte de las expectativas de las sociedades ahora apegadas a la tolerancia y a los valores humanistas, y deseosas de evitar el retorno de la violencia interindividual. El finalismo histórico de la obra colonial, que participó en la realización de un destino universalista de Francia, se reemplaza por la gramática de la reparación y la prevención, en la que la categoría del presente se impone y absorbe las del pasado y del futuro (Hartog 2003Hartog, François, 2003, Régimes d’historicités. Présentisme et expériences du temps, Seuil, París.
).

Después de treinta años de silencio, la Guerra de Argelia se ha convertido así en parte del marco presentista de las reparaciones, presentando a los diversos actores de esta guerra (harkis, veteranos, repatriados) como víctimas, al tiempo que prolonga la invisibilización de las poblaciones colonizadas.

Este periodo se convirtió en uno de los pasados que regularmente generaron controversias después de 2005 y estuvo en el centro de una ofensiva reaccionaria llevada a cabo por la derecha y la extrema derecha que denunciaba el “arrepentimiento” colonial. Formó parte de un contexto de nacionalismo memorial a escala internacional (Kończal y Moses 2022Kończal, Kornelia y A. Dirk Moses, 2022, “ ‘Patriotic History’ and the (Re) Nationalization of Memory”, Journal of Genocide Research, vol. 24, no. 2, pp. 153-157. https://doi.org/10.1080/14623528.2021.1968136
). Sin embargo, las políticas de la memoria llevadas a cabo sobre la Guerra de Argelia por François Hollande y, finalmente, por Emmanuel Macron, perseguían el paradigma de la reconciliación nacional a través del reconocimiento del sufrimiento y de la condición de víctimas de todos los grupos afectados, incluidas las poblaciones colonizadas, aunque sin dar cuenta de la dimensión colonial de esta historia (Ledoux y Morin 2024Ledoux, Sebastién y Paul-Max Morin, 2024, L’Algerie de Macron. Les impasses d’une politique mémorielle, Presses Universitaires de France, París.
).

Conclusión

 

El ejemplo de las memorias del pasado colonial de la Guerra de Argelia en Francia ilustra una evolución más amplia de la memoria como marco para expresar la patologización del tiempo instituida desde finales del siglo xx. El memory boom ha ido acompañado desde la década de 1980 por una aproximación traumática al pasado donde se cuestiona el régimen de temporalidad de las sociedades orientadas al Progreso. Por el contrario, el tiempo se conceptualiza como una dimensión patológica no sólo a nivel individual, sino sobre todo a nivel social: las violencias del pasado (crímenes masivos, represión por parte de regímenes autoritarios) no puede resolverse con el paso del tiempo porque se consideran patógenas: siguen produciendo una desregulación de las sociedades. Se construye entonces el concepto de memoria como un futuro del pasado que permitiría regular sociedades enfermas y enfrentadas a riesgos permanentes. Esta centralidad de la memoria se construye a través de políticas de reparación y prevención. Los poderes públicos han politizado el tiempo a través de estas políticas preventivas que se establecen para evitar el retorno de las violencias del pasado a través de la conmemoración. Se ha establecido una nueva matriz narrativa con el concepto de memoria en sociedades que han visto modificadas sus temporalidades por la noción de riesgo (tecnológico, climático, terrorista) (Beck 2001Beck, Ulrich, 2001, La société du risque. Sur la voie d’une autre modernité, Flammarion, París.
) y de puesta a prueba (Martuccelli 2018Martuccelli, Danilo, 2018, “Les Matrices narratives du sujet contemporain”, Le sujet dans la cité, no. 9, pp. 19-29. https://doi.org/10.3917/lsdlc.009.0019
). La crisis del Progreso como horizonte de expectativa no ha dejado espacio para la contingencia. El ejemplo del pasado colonial de la Guerra de Argelia nos señala que “la normalidad misma del futuro se basaba sobre la memoria” (Eyal 2004, p. 23Eyal, Gil, 2004, “Identity and Trauma: Two Forms of the Will to Memory”, History & Memory, vol. 16, no. 1, pp. 5-36. https://dx.doi.org/10.1353/ham.2004.0002
).

[Traducción de Corina Yturbe]

Notas

 
1

Véase el caso de Senegal en Tiquet 2019Tiquet, Romain, 2019, Travail forcé et mobilisation de la main-d’œuvre au Sénégal. Années, 1920-1960, Presses Universitaires de Rennes, Rennes.
.

2

Sobre el papel de los juicios en la conmemoración de los crímenes, véase Osiel 2006Osiel, Mark, 2006, Juger les crimes de masse. La mémoire collective et le droit, Seuil, París.
.

3

Véase el estudio de la antropóloga Michèle Baussant sobre las peregrinaciones religiosas anuales de Santa Cruz a Nîmes tras el traslado de la estatua de la Virgen de la iglesia de Orán en 1965 (Baussant 2002Baussant, Michèle, 2002, Pieds-noirs, mémoires d’exil, Stock, París.
).

4

“Discurso pronunciado por el sr. Valéry Giscard d’Estaing el 16 de octubre de 1977 con motivo de la ceremonia de entierro de un soldado desconocido del norte de África en el cementerio de Notre-Dame de Lorette”, en https://www.elysee.fr/valery-giscard-d-estaing/1977/10/16/allocution-de-m-valery-giscard-destaing-a-loccasion-de-la-ceremonie-dinhumation-dun-soldat-inconnu-dafrique-du-nord-au-cimetiere-de-notre-dame-de-lorette-dimanche-16-octobre-1977

5

“Declaración del sr. Jacques Chirac, presidente de la República, con motivo de la inauguración del Monumento Nacional a la Guerra de Argelia, las Batallas de Marruecos y Túnez, París, 5 de diciembre de 2002”, en https://www.vie-publique.fr/discours/133660-declaration-de-m-jacques-chirac-president-de-la-republique-loccasi

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