1. Introducción
⌅A menudo se califican de objetivas las descripciones, explicaciones y modelos científicos. Lo que se quiere decir con ello es, a grandes rasgos, que estas representaciones de la naturaleza no son idiosincrásicas o locales, sino que de algún modo están determinadas por factores independientes de nuestros deseos, particularidades sensoriales y puntos de vista. Pero, ¿qué queremos decir exactamente con que adquirimos un conocimiento “independiente de la mente”? ¿Cómo entendemos lo que significa tener un conocimiento objetivo de la naturaleza? ¿Qué queremos decir con que las explicaciones de la ciencia son objetivas? Las distintas formas de entender estas preguntas sugieren distintos tipos de respuestas, que a su vez generan una variedad de concepciones sobre qué es la objetividad y cómo la alcanzamos. En este trabajo contrastaré una noción tradicional de objetividad, que llamaré “objetividad absoluta”, con algunas alternativas que se han propuesto para lidiar con las limitaciones de esa noción tradicional.
La objetividad absoluta se asocia con el propósito de “representar la realidad tal como es”.
Esta concepción es la que Thomas Nagel llamó “la visión de ningún
lugar”, pues implica una especie de “vista de Dios” de los fenómenos. La
objetividad absoluta se presenta de muchas formas y, como bien apunta
Allan Megill, más que una sola noción es un conjunto de nociones
relacionadas de manera laxa (Megill 1994, p. 2Megill, Allan, 1994, Rethinking Objectivity, Duke University Press, Durham, Caro lina del Norte/Nueva York.
).
Para ejemplificar este tipo de propuesta me detendré en la versión de
objetividad absoluta asociada con el pensamiento objetivista del siglo
xvii, el cual recobró importancia durante el siglo
pasado.
La motivación detrás de la versión objetivista de
objetividad absoluta se puede entender en tres partes: primero, notamos
que nuestras percepciones son causadas por el efecto que tienen las
cosas cuando entran en contacto con nuestro cuerpo. Segundo, observamos
que las propiedades físicas que causan ciertos efectos sobre nosotros
producen a su vez cambios en otras cosas del mundo físico y, tercero,
éstas podrían existir sin causar ninguna percepción, por lo que su
verdadera naturaleza debe ser separable de su apariencia perceptual; por
lo tanto, debe haber algo así como una “naturaleza verdadera” que está
allí independientemente de la apariencia que adquiera ante nosotros (u
otros seres sensibles) (Nagel 1996, p. 25Nagel, Thomas, 1996, Una visión de ningún lugar, trad. J. Issa González, Fondo de Cultura Económica, México.
).
Para alcanzarla, podemos pensar, hay que superar las formas que esa
naturaleza adopta ante nosotros como seres sensibles y llegar a eso que
está más allá de nuestras particularidades perceptivas. En general, si
se piensa que se alcanza la objetividad cuando se ha “eliminado la
subjetividad” de las representaciones y descripciones del mundo, se
concibe la objetividad en su sentido absoluto.
La noción de objetividad absoluta ofrece mucho, pero a un costo alto: nos garantizaría que el conocimiento científico quedara justificado para todo tiempo y en todo lugar, pero no está claro que sea posible cumplir con los requisitos que pide para ofrecer esas garantías. Como veremos en detalle, pensar en términos de este tipo de objetividad provoca una serie de problemas que comprometen la posibilidad de pensar en la objetividad de la ciencia de este modo. Además, se ha criticado esa noción por no ser adecuada en términos descriptivos, pues no es fácil ver cómo los científicos hacen en sus tareas cotidianas lo que, según una noción absoluta de objetividad, se hace para ser objetivo. Lo anterior ha llevado a algunas autoras a sugerir que la objetividad absoluta es un ideal regulativo: una meta que, aunque inalcanzable, guía la práctica científica. Sin embargo, como se verá, entendida así la objetividad absoluta pierde la fuerza que necesita para explicar la raíz de la normatividad de la objetividad en la ciencia.
Hay
alternativas interesantes a la noción de objetividad absoluta, algunas
de las cuales sugieren que la objetividad no se tiene que entender
necesariamente como lo opuesto de la subjetividad (son los casos de Longino 1990Longino, Helen, 1990, Science as Social Knowledge. Values and Objectivity in Scientific Inquiry, Princeton University Press, Nueva Jersey.
o de Harding 2019Harding, Sandra, 2019, Objectivity and Diversity. Another Logic of Scientific Research, University of Chicago Press, Chicago. https://doi.org/10.7208/chicago/9780226241531.001.0001
). Por ejemplo, una noción dialéctica derivada de la
idea de equilibrio reflexivo plantea que la objetividad es un aspecto
de la dinámica de un sistema de compromisos (Elgin 1996Elgin, Catherine, 1996, Considered Judgement, Princeton University Press, Nueva Jersey. https://doi.org/10.1515/9781400822294
). Este enfoque pretende dar cuenta de la
objetividad de la ciencia de un modo más cercano al proceso de obtener
entendimiento en las prácticas científicas. Esto le permite ser algo más
que un ideal regulativo, pues no sería inalcanzable. Sin embargo, tiene
consecuencias controvertidas.
Comenzaré por discutir la viabilidad de la objetividad absoluta para entender la manera en la que la ciencia es objetiva. Haré ver que, a pesar de ser muy prometedora, esta idea tradicional de objetividad provoca una serie de problemas sin salida. Después presentaré la noción de objetividad asociada con la propuesta de Catherine Elgin de un equilibrio reflexivo como una manera de entender la justificación epistémica. Una virtud muy importante de este planteamiento es que articula la objetividad con base en la comprensión en lugar de la verdad, centra la atención en la dinámica de los sistemas de conocimiento y no en algo externo a ellos, como sería el “mundo tal cual es” para la visión absoluta de la objetividad.
Por
otro lado, desde distintos ángulos se ha debatido sobre el papel de las
normas implícitas en las prácticas científicas. En la psicología de la
ciencia se ha investigado la participación de procesos psicológicos
implícitos en la investigación científica (Proctor y Capaldi 2012Proctor, Robert W. y John E. Capaldi, 2012, Psychology of Science: Implicit and Explicit Processes, Oxford University Press, Oxford. https://doi.org/10.1093/acprof:oso/9780199753628.001.0001
). Desde la filosofía de la ciencia centrada en
prácticas se ha avanzado en la discusión sobre la naturaleza de las
normas implícitas y su papel epistémico (Martínez y Huang 2011Martínez,
Sergio F. y Xiang Huang, 2011, “Hacia una normatividad basada en
prácticas”, en Sergio F. Martínez, Xiang Huang y Godfrey Guillaumin
(comps.), Historia, prácticas y estilos en la filosofía de la ciencia, uam-Iztapalapa/Miguel Ángel Porrúa, México, pp. 5–63.
; Martínez y Huang 2015Martínez, Sergio F. y Xiang Huang (comps.), 2015, Hacia una filosofía de la ciencia basada en prácticas, Bonilla Artigas Editores/unam-Instituto de Investigaciones Filosóficas, México.
).
Por último, la literatura feminista ha señalado de diferentes maneras
que este tipo de normas genera sesgos, y se sigue de esos análisis que
una noción de objetividad que no las tome en cuenta estará condenada a
dichos sesgos (Longino 1990Longino, Helen, 1990, Science as Social Knowledge. Values and Objectivity in Scientific Inquiry, Princeton University Press, Nueva Jersey.
; Harding 2019Harding, Sandra, 2019, Objectivity and Diversity. Another Logic of Scientific Research, University of Chicago Press, Chicago. https://doi.org/10.7208/chicago/9780226241531.001.0001
). Sin embargo, ni la objetividad absoluta ni la
dialéctica consideran seriamente el papel de las normas y de otros
compromisos implícitos en las prácticas. Motivada por estas discusiones,
propongo que es importante tomar en cuenta dichas normas en una noción
dialéctica de objetividad, pues ésta es más prometedora que la absoluta,
y esbozo una manera de hacerlo que nos ayudará a gestionar el reto que
presentan los sesgos en las normas implícitas. Mi propuesta se puede
juzgar como un avance hacia una forma correctiva de equilibrio reflexivo
que se toma en serio las normas implícitas en las prácticas.
2. La noción tradicional de objetividad
⌅La objetividad absoluta parte de la idea de que la ciencia debería aportar representaciones fieles de lo que “está allí de todos modos” de tal manera que no formen parte de una perspectiva, punto de vista, peculiaridad sensorial, gusto o interés local. Esta idea está, por ejemplo, en la tradición que viene del siglo xvii que distingue entre las apariencias y las cosas “en sí mismas”, de modo que el conocimiento objetivo es un conocimiento sobre las propiedades que tienen las cosas en sí mismas. Esta concepción diferencia entre dos tipos de propiedades en los objetos de nuestra experiencia: primarias y secundarias. Las propiedades primarias son propiedades intrínsecas, mientras que las secundarias son propiedades que nosotros proyectamos en ellos. La concepción de los objetos en términos de propiedades primarias aporta las explicaciones del mundo objetivo, que se entiende como el mundo como es al margen de la existencia humana.
Hay dos supuestos fundamentales que sostienen la noción absoluta de objetividad. El primero es la concepción absolutista del mundo: la idea de que la realidad es el mundo como se comporta independientemente de los seres sensibles. Esta realidad “inobservada” se entiende en contraste con las “apariencias” que constituyen la perspectiva del observador, dependen de factores psicológicos y varían entre distintas especies e individuos. El segundo supuesto es que la ciencia tiene un medio transparente de acceso al mundo tal y como es, con el que obtiene un conocimiento de la realidad. De este modo, las representaciones que se obtienen a partir de este medio no están dadas desde una perspectiva y reflejan la realidad absoluta.
Una manera de articular una noción absoluta de objetividad consiste en recuperar la distinción entre propiedades primarias y secundarias.
Bernard
Williams se interesó en reivindicar la distinción entre propiedades
primarias y secundarias del siglo xvii para
formular una noción absoluta de objetividad para la ciencia (Williams 1978Williams, Bernard, 1978, Descartes. The Project of Pure Enquiry, Routlege, Nueva York. [Hay versión en español: Descartes. El proyecto de la investigación pura, trad. L. Benítez, unam-Instituto de Investigaciones Filosóficas, México, 1995.
). A esta versión de la objetividad absoluta la llamaré “objetivista”.2Esto
no quiere decir que la noción de objetividad provenga de esa tradición
del siglo xvii. La evidencia histórica sugiere que
la palabra “objetividad”, como la entendemos hoy, y las prácticas
asociadas con ella, surgen más bien a mediados del siglo
xix (Daston y Galison 2007).
Lo que aquí expongo es que la distinción del siglo
xvii le sirve a Williams para articular una noción
absoluta de objetividad. De acuerdo con este concepto, el conocimiento objetivo se constituye con representaciones absolutas:
las explicaciones objetivas de la ciencia se basan en unidades
explicativas que representan de manera fiel las entidades del mundo, es
decir, de un modo que no constituye ni es parte de una perspectiva. Se
supone que los modelos científicos representan (o representarán) el
mundo de un modo que no depende esencialmente de usuarios o de
potenciales usuarios: ni de sus puntos de vista, ni de intereses,
peculiaridades sensoriales, gustos, tradiciones, fines o de ningún otro
aspecto particular.
Es importante tener en cuenta algunas
sutilezas de esta noción. Primero, la idea de un modo transparente de
acceso a la realidad no implica necesariamente que el conocimiento
científico sea infalible, pues puede sostenerse que el medio de acceso
es transparente cuando se utiliza de manera adecuada al mismo tiempo que
se reconoce que podría fallar, por ejemplo, por la falibilidad de las
personas que lo aplican. En segundo lugar, pensar que la ciencia nos
conduce a representaciones absolutas no quiere decir que el conocimiento
científico actual sea absolutamente válido. Se puede concebir como una
descripción a la que nos aproximamos; en la perspectiva de Williams, “un
límite ideal de certeza como el fin de la investigación científica” (Williams 1978, p. 247Williams, Bernard, 1978, Descartes. The Project of Pure Enquiry, Routlege, Nueva York. [Hay versión en español: Descartes. El proyecto de la investigación pura, trad. L. Benítez, unam-Instituto de Investigaciones Filosóficas, México, 1995.
).3Todas las traducciones del inglés son mías.
La tradición objetivista establece una distinción entre las
propiedades que los objetos tienen “en sí mismos” y las que parecen
tener pero que, de hecho, dependen de las particularidades de la forma
en la que nosotros, como seres sensibles, estamos constituidos. Esta
segunda clase de propiedades no refleja la “realidad” de los objetos,
sino que son propiedades relacionales entre los objetos y sujetos. Para
Williams, la ciencia debe investigar las propiedades primarias de los
objetos y dar cuenta de las propiedades secundarias en términos de
aquéllas, ya que “el mundo en sí mismo sólo tiene propiedades primarias,
algunas variaciones de éstas (i.e., las diferentes
características físicas de las superficies) las percibimos como
variaciones en propiedades secundarias” (por ejemplo, el color) (Williams 1978, p. 222Williams, Bernard, 1978, Descartes. The Project of Pure Enquiry, Routlege, Nueva York. [Hay versión en español: Descartes. El proyecto de la investigación pura, trad. L. Benítez, unam-Instituto de Investigaciones Filosóficas, México, 1995.
).
Esto generalmente se piensa que se puede lograr con una experimentación
meticulosa mediante aparatos sofisticados de medición que nos permiten
caracterizar y cuantificar estas propiedades “intrínsecas”. Así, la
concepción del mundo en términos de propiedades primarias “contendrá
sólo los modos de extensión (incluso el movimiento) pero no el color, la
sensación de calor, sabores, olores ni propiedades táctiles en cuanto
que éstas se entiendan en términos sensibles; todas ellas son sólo
efectos de diferencias objetivas en forma y movimiento sobre nuestra
mente” (Williams 1978, p. 222Williams, Bernard, 1978, Descartes. The Project of Pure Enquiry, Routlege, Nueva York. [Hay versión en español: Descartes. El proyecto de la investigación pura, trad. L. Benítez, unam-Instituto de Investigaciones Filosóficas, México, 1995.
).
3. Argumentos en contra de la objetividad absoluta
⌅Hilary
Putnam criticó el objetivismo argumentando que sus propuestas no logran
explicar lo que significa que una propiedad sea “proyectada por la
mente”, lo cual hace la tarea de distinguir entre este tipo de propiedad
y las propiedades objetivas algo sumamente problemático. En el debate
más reciente se considera que la ciencia fundamental (i.e., la
física) provee el marco con el cual podemos determinar cuáles
propiedades tienen las cosas “en sí mismas”, razón por la cual Putnam
concibió el materialismo como una forma contemporánea de objetivismo
(véase la discusión en Putnam 1987Putnam, Hilary, 1987, The Many Faces of Realism, Open Court, Illinois.
).
Si bien en principio estas diferentes versiones esbozan una idea
general, la dificultad en hacer operativa la distinción de tal manera
que sea posible decir de una propiedad si es “proyectada” o no es uno de
los problemas del objetivismo. Por ejemplo, Martínez 1992Martínez, Sergio F., 1992, “Objetividad contextual y robustez”, Diánoia, vol. 38, no. 38, pp. 143–152. https://doi.org/10.22201/iifs.18704913e.1992.38.589
muestra que la propiedad de tener cierta longitud,
que aparentemente es un ejemplo paradigmático de una propiedad primaria,
depende del calibre del detector. El hecho de que tendamos a pensar que
es una propiedad primaria se explica por el hecho de que tenemos un
aparato perceptual para el cual el tipo de cosas que tienen longitud
parecen ser objetos euclidianos que tendrían cierta longitud. Pero, si
en lugar de ello los pensáramos como objetos no euclidianos (con una
estructura fractal, por ejemplo), tendríamos otra medición.
Otra
crítica común hacia la versión objetivista de la objetividad absoluta
ataca la posibilidad de que ésta sea una explicación de todo lo real.
Como todo lo real debe poder explicarse en términos objetivos, y que
percibamos las propiedades secundarias de los objetos es un hecho del
mundo, los objetivistas deben convencernos de que en principio es
posible explicar las experiencias subjetivas en términos objetivos. Esto
quiere decir explicar por qué ciertas propiedades primarias tienen los
efectos que tienen sobre nosotros y producen lo que llamamos
percepciones de propiedades secundarias. Williams es consciente de esta
crítica, pero cree que, en última instancia, se puede ofrecer una
explicación de las propiedades secundarias en términos de las primarias (Williams 1978, p. 229Williams, Bernard, 1978, Descartes. The Project of Pure Enquiry, Routlege, Nueva York. [Hay versión en español: Descartes. El proyecto de la investigación pura, trad. L. Benítez, unam-Instituto de Investigaciones Filosóficas, México, 1995.
).
En
su artículo “Keeping Things in Perspective”, Catherine Elgin rechaza la
idea de que la ciencia describe o representa al mundo de un modo que
“no depende esencialmente de los distintos intereses y puntos de vista
de sus usuarios”, ya que describe aquello que está en la naturaleza “de
todos modos” (Elgin 2010, p. 1Elgin, Catherine, 2010, “Keeping Things in Perspective”, Philosophical Studies, vol. 150, no. 3, pp. 439–447. https://doi.org/10.1007/s11098-010-9547-7
). Este tipo de objetividad toma como su materia de
estudio un supuesto orden natural que no depende de artefactos,
prácticas e instituciones humanas: “Puede parecer razonable pensar que
la ciencia representa el mundo como es, al menos en el sentido que al
final de la búsqueda llegará (¿o llegaría?) a representar el mundo
entero de esa forma y sin distorsión ni sesgo, y la ciencia actual se
aproxima a ese ideal. De ser así, las representaciones científicas
serían absolutamente objetivas” (p. 1Elgin, Catherine, 2010, “Keeping Things in Perspective”, Philosophical Studies, vol. 150, no. 3, pp. 439–447. https://doi.org/10.1007/s11098-010-9547-7
).
La crítica de Elgin, que se basa en un argumento en van Fraassen 1980Van Fraassen, Bas C., 1980, The Scientific Image, Oxford University Press, Oxford. https://doi.org/10.1093/0198244274.001.0001 [Hay versión en español: La imagen científica, trad. S.F. Martínez, unam-Instituto de Investigaciones Filosóficas/Paidós, México, 1996.]
,
consiste en reconocer que para que las representaciones en la ciencia
tengan el uso que tienen deben ser perspectivas. Las representaciones
perspectivas son el producto de una selección. El ejemplo de van
Fraassen de este tipo de representación son las pinturas con perspectiva
lineal en las que la representación de algunos aspectos de los objetos
compromete la capacidad de representar otros. Las características de
este tipo de representación son la indexicalidad, la oclusión y la falta
de compromiso respecto a ciertas cualidades. La indexicalidad es la
propiedad de presentar la escena desde el punto donde se localiza el
espectador. La oclusión se refiere al hecho de que, en este tipo de
representación, mostrar algo impide representar lo que está detrás. Por
ejemplo, no se puede mostrar una pared y lo que está detrás de manera
simultánea en un dibujo en perspectiva. Por último, la falta de
compromiso respecto a propiedades se deriva del hecho de que, por
ejemplo, representar a un hombre con sombrero excluye al autor de
compromisos respecto de la calvicie de ese personaje.
El argumento es que, para hacer ciencia, utilizamos representaciones, pero “usar” tiene un sentido pragmático: para que una persona use cualquier cosa, necesita ubicarse adecuadamente con respecto a ello. En pocas palabras, para usar algo necesitamos adoptar una perspectiva.4Este argumento no considera diferencias entre las representaciones científicas y el resto de las representaciones, por lo que si las representaciones científicas son perspectivas, entonces manifiestan también rasgos de indexicalidad, oclusión y falta de compromiso respecto a propiedades. En particular, para probar teorías es necesario medir, y la medición es siempre indexical y perspectiva, pues requiere que nos ubiquemos en el espacio lógico de los fenómenos: si x está ocurriendo, así es como se vería desde aquí. Por ende, para poder testear, la ciencia debe usar representaciones perspectivas.
Además,
el objetivismo implica pensar en el mundo no sólo de forma separada de
nuestro particular punto de vista como individuos, sino
independientemente del punto de vista perceptual humano en general (Nagel 1996, p. 25Nagel, Thomas, 1996, Una visión de ningún lugar, trad. J. Issa González, Fondo de Cultura Económica, México.
).
Thomas Nagel y John McDowell argumentan que esta visión del mundo
presenta dificultades si se propone como un método para alcanzar una
comprensión completa de la realidad. La razón es que no nos dice lo
suficiente acerca de las percepciones y puntos de vista como partes de
lo que existe. Podremos quizá describir las percepciones en términos
moleculares, pero esto no nos permitiría determinar, al plantear una
pregunta respecto a la perspectiva particular de una persona, si ésa es
una descripción adecuada o inadecuada de la misma. La intuición es que
los puntos de vista subjetivos deben poder ser entendidos de mejor o
peor manera, y la descripción en términos moleculares o físicos no nos
permite determinar si estamos captando el punto de vista subjetivo de
una manera adecuada. La pregunta es si una descripción en términos de
propiedades primarias puede abarcar puntos de vista particulares o si,
para explicarlos, necesitamos “dejar de [...] trascenderlos [...] y
ocupar los puntos de vista que debían ser trascendidos” (McDowell 1998, p. 122McDowell, John, 1998, Mind, Value and Reality, Harvard University Press, Massachusetts.
).
Si esto último es el caso, el proyecto objetivista fracasa porque no
puede dar cuenta de lo real únicamente en términos de propiedades
primarias.
Lo que queda por resolver para la noción tradicional de
objetividad es la relación que guarda el mundo con las perspectivas y
experiencias locales en la visión que concibe el mundo como
independiente de ellas (McDowell 1998, pp. 122–123McDowell, John, 1998, Mind, Value and Reality, Harvard University Press, Massachusetts.
).
La idea de Williams es que las propiedades secundarias se explican como
respuestas subjetivas a las cualidades primarias. La objeción de
McDowell a Williams es que, si para entender o caracterizar las
perspectivas subjetivas necesitamos salirnos de la descripción absoluta
del mundo, entonces necesitamos más que una visión sin observadores:
también requerimos una visión igualmente imparcial que incluya no sólo
al mundo material, sino también a los observadores.
El argumento de McDowell es que podemos generar explicaciones de la razón por la cual los objetos parecen tener color en términos del comportamiento de la luz y nuestros órganos visuales, pero no podríamos comprender lo que estamos tratando de explicar si nos deshacemos del conocimiento que tenemos sobre el aspecto experiencial de la percepción visual. Si no tenemos manera de entender los estados subjetivos, no podríamos saber si el problema de cómo se explica x estado subjetivo en términos de propiedades primarias está bien planteado.
Por otro lado, Nagel defiende que “en la realidad hay más de lo que podemos tener en cuenta por medio de la concepción física de la objetividad”. En términos explícitos,
es
inútil tratar de analizar los fenómenos mentales de tal modo que se
revelen como parte del mundo “externo”. Los aspectos subjetivos de los
procesos mentales conscientes, por oposición a sus causas y efectos
físicos, no pueden ser captados con la forma purificada de pensar que
resulta adecuada para lidiar con el mundo físico que yace bajo las
apariencias. (Nagel 1996, p. 27Nagel, Thomas, 1996, Una visión de ningún lugar, trad. J. Issa González, Fondo de Cultura Económica, México.
)
Estas críticas nos conducen al dilema de la objetividad absoluta: para sostenerse requiere que seamos capaces de ofrecer una descripción de todo lo que es parte de lo factual de manera independiente de los seres sensibles, pero, ya que no somos capaces de ofrecer una descripción de la existencia de la subjetividad exclusivamente en términos de propiedades primarias, la objetividad absoluta no puede brindar una explicación de todo lo real.
4. La objetividad dialéctica
⌅Como
mencioné en la tercera sección, Elgin se opone a la idea de que la
ciencia sea objetiva en el sentido absoluto. En cambio, de acuerdo con
ella, las teorías y prácticas experimentales se justifican
epistémicamente en la medida en que son el resultado de cierto tipo de
proceso. Este proceso se puede describir como la evolución de un sistema
de compromisos hacia un equilibrio reflexivo. Las explicaciones y la
comprensión que adquirimos a partir de los sistemas de compromisos en
equilibrio reflexivo serían objetivas. Si se entiende de este modo, la
objetividad no depende de describir de manera fiel una realidad “más
allá de nuestra mente”, sino de tener buenas razones para confiar en
nuestras representaciones. Por eso, para Elgin la objetividad no
equivale a la verdad ni garantiza la verdad (Elgin 2017, p. 160Elgin, Catherine, 2017, True Enough, mit Press, Massachusetts. https://doi.org/10.7551/mitpress/9780262036535.001.0001
). Mientras que la objetividad absoluta es
consecuencialista, ya que un conocimiento cuenta como objetivo si
representa verazmente el mundo al margen de nuestra mente, para Elgin la
objetividad es procedimental: un conocimiento o nuestra comprensión de
un tema es objetivo en la medida en que es el resultado de un tipo de
proceso, pues “una conclusión que surge de una cadena de razones
adquiere su estatus epistémico del proceso que nos llevó a ella” (p. 181Elgin, Catherine, 2017, True Enough, mit Press, Massachusetts. https://doi.org/10.7551/mitpress/9780262036535.001.0001
).
¿Cómo son esos procesos? Palabras más,
palabras menos, implican dar y recibir razones. En la filosofía de
Elgin, el estatus epistémico de ser objetivo no se asocia con la verdad,
sino con la comprensión (understanding). Comprender un tema
quiere decir aceptar un sistema de compromisos en equilibrio reflexivo.
Esta comprensión es objetiva en la medida en que tenemos razones para
confiar en el proceso que nos lleva a aceptar ese sistema de
compromisos, y es el proceso el que le otorga el estatus a la
comprensión. La objetividad, escribe Elgin, es una cuestión de grado que
tiene que ver con alejarnos del sesgo, la idiosincrasia y el azar (Elgin 2017, p. 162Elgin, Catherine, 2017, True Enough, mit Press, Massachusetts. https://doi.org/10.7551/mitpress/9780262036535.001.0001
). Aunque no lo dice explícitamente, lo que sugiere
es que el proceso de dar y recibir razones nos aleja del sesgo, la
idiosincrasia y el azar. Ahora bien, como veremos hacia el final de este
apartado, el equilibrio reflexivo nos lleva a la comprensión objetiva
en estos dos sentidos, esto es, de que es el resultado de un proceso
justificatorio que llevó a un equilibrio reflexivo y de que ese proceso
nos aleja de la idiosincrasia, el sesgo y el azar. Sin embargo, esto no
garantiza que los resultados de ese proceso sean verdaderos. Ésta es,
quizá, la diferencia más importante entre la noción de objetividad
absoluta y la noción dialéctica. Antes de discutir estas diferencias,
explicaré con un poco más de detalle cómo es el proceso de
estabilización de un sistema de compromisos alrededor de un equilibrio
reflexivo.
De acuerdo con Elgin, un sistema epistémico a partir del cual podemos comprender un tema comienza su vida como un conjunto de compromisos inicialmente sensatos. Estos enunciados son nuestros “mejores juicios de cómo son las cosas” (Elgin 1996, p. 101Elgin, Catherine, 1996, Considered Judgement, Princeton University Press, Nueva Jersey. https://doi.org/10.1515/9781400822294
). Sirven como punto de partida y están sujetos a
escrutinio. Aunque hayamos llegado a un conjunto de enunciados en
principio sostenibles y que forman un cuerpo coherente de creencias,
éstos no constituyen un sistema hasta que puedan ayudarnos a resolver
ciertas preguntas o problemas, por lo que generalmente hay un proceso
largo de ajustes, integración de nuevos enunciados que abarcan áreas que
en un principio no se habían tomado en cuenta, etc., que aumenta la
legitimidad del sistema como un todo. Cualquier enunciado que en
principio sea cuestionable se considera provisionalmente sostenible en
la medida en que su incorporación no disminuye la sensatez del sistema y
que no sea menos sostenible que si hubiéramos incorporado algún otro
enunciado rival. Además, debemos purgar las inconsistencias y resolver
conflictos entre los compromisos de manera que generemos sistemas
aceptables (p. 103Elgin, Catherine, 1996, Considered Judgement, Princeton University Press, Nueva Jersey. https://doi.org/10.1515/9781400822294
). El objetivo es maximizar el estatus epistémico de las consideraciones con las que finalmente nos comprometeremos.
Al
forjar las conexiones entre enunciados inicialmente sensatos, los
integramos en una red de soporte mutuo. Esto aumenta su justificación:
cada una es más sensata a la luz de las otras que por su cuenta. Además,
conferimos una justificación a los enunciados que anexamos, de modo que
transformamos las afirmaciones que en un inicio parecían insostenibles
en partes integrales de un sistema aceptable (Elgin 1996, p. 104Elgin, Catherine, 1996, Considered Judgement, Princeton University Press, Nueva Jersey. https://doi.org/10.1515/9781400822294
). Llegamos a un sistema en equilibrio reflexivo
cuando los componentes del sistema son razonables cada uno a la luz de
los otros; el sistema como un todo es razonable gracias a compromisos en
principio sostenibles y el sistema maximiza su sostenibilidad.
4.1. Limitaciones de la objetividad dialéctica y respuestas
⌅En
la propuesta de Elgin la justificación de las teorías y prácticas no es
lineal, sino que “tiene una estructura de red, mucho más compleja. Los
fines justifican los medios, pero los medios también pueden dar en
alguna medida justificación a los fines” (Elgin 2001, p. 23Elgin, Catherine, 2001, “What’s the Use?”, The Hedgehog Review, vol. 3, no. 3, pp. 9–25.
). El problema que salta de inmediato ante una propuesta como ésta es la circularidad:
si los fines justifican los medios y los medios los fines, ¿de dónde
proviene la objetividad? ¿Cómo podemos diferenciar entre sistemas
dogmáticos y sistemas en equilibrio reflexivo? La respuesta atañe a dos
hechos: primero, que los sistemas en equilibrio se estabilizan en torno a
su éxito práctico, que funciona como un constreñimiento externo,
mientras que los sistemas dogmáticos son autorreferenciales. Segundo,
que los sistemas en equilibrio son dinámicos, no estáticos: “no sólo
consideramos una constelación estática de compromisos, consideramos la
dinámica” (p. 24Elgin, Catherine, 2001, “What’s the Use?”, The Hedgehog Review, vol. 3, no. 3, pp. 9–25.
).
En pocas palabras, el enfoque procedimental implica entender el avance
epistémico en términos del tipo de evolución del sistema de compromisos.
Una vez que se tiene un sistema en equilibrio reflexivo, la cuestión de si algún objeto dentro de ese contexto epistémico tiene la propiedad x o y es una cuestión objetiva, es decir, no depende de nuestras mentes ni deseos, podemos descubrirla mediante una deducción lógica o un experimento. Pero esa deducción lógica o experimento los podemos realizar gracias a que se enmarcan en una teoría en equilibrio reflexivo, a que no son verdades independientes de ese marco, y por eso la evidencia es irremediablemente perspectiva.
Además de la
circularidad, se ha objetado que el equilibrio reflexivo como fuente de
justificación epistémica no garantiza que podamos alcanzar un estado de
equilibrio único. Esto implica que puede haber diferentes sistemas en
equilibrio, con diferentes conjuntos de normas y compromisos, que se
pueden contradecir entre sí. Ahora bien, el hecho de que esto se
considere o no una objeción depende de otros supuestos respecto a la
naturaleza de productos científicos como las teorías y los modelos. La
idea detrás de la crítica es que la ciencia nos debe llevar a una verdad
absoluta o por lo menos acercarnos cada vez más a ella. Pero Elgin ya
nos había advertido que no buscaba este tipo de producto epistémico,
pues la justificación no implica verdad, por lo que las proposiciones
incompatibles pueden estar justificadas (Beisbart y Brun 2024, p. 16Beisbart, Claus y Georg Brun, 2024, “Is There a Defensible Conception of Reflective Equilibrium?”, Synthese, vol. 203, no. 79. https://doi.org/10.1007/s11229-024-04495-1
). Además, lo que se sigue de esta manera de
entender la objetividad es que no podemos esperar a que el avance
científico simplemente elimine las incompatibilidades entre los sistemas
en equilibrio reflexivo, pues no podemos eliminar los aspectos no
deterministas de los procesos que los llevan al equilibrio.
5. La importancia de incluir las normas implícitas en las prácticas en el equilibrio reflexivo
⌅Para
Elgin el proceso hacia un equilibrio reflexivo que debe llevarnos a
justificar la objetividad de los juicios científicos no sólo contempla
juicios descriptivos, sino que también se estabilizan principios,
estándares y métodos (es decir, normas epistémicas). Ésta es una
diferencia muy importante con respecto a la noción absoluta de
objetividad, en la que se considera que las normas epistémicas son fijas
e independientes de las prácticas. En cambio, las normas en los
sistemas en equilibrio reflexivo serán válidas si se han examinado en
relación con otros juicios y normas dentro del sistema a través
del proceso de dar y recibir razones. Las normas estarán justificadas,
pero sólo para ese sistema. Esto implica cierto pluralismo en relación
con las normas en cuanto que cada práctica tiene que encontrar y
justificar sus normas dentro de sí misma. Ahora bien, si las normas se
estabilizan en un proceso de dar y recibir razones, pareciera que Elgin
piensa en particular en normas implícitas en las prácticas. Si le otorga
un papel a las normas implícitas, sería sólo a las normas que surgieron
implícitamente y que luego se hicieron explícitas y podemos dar y
recibir razones para respaldarlas. Como veremos, esto deja de lado las
normas implícitas en las prácticas que no son explicitables, así como
las normas implícitas que no han sido explicitadas. Esto no es porque
Elgin piense que lo valioso epistémicamente es en principio descriptible
de una manera explícita. Ciertamente, enfatiza la importancia del saber
cómo (que es al menos parcialmente implícito) y reconoce que el saber
cómo es normativo en la comprensión (por ejemplo, Elgin 2017, p. 46Elgin, Catherine, 2017, True Enough, mit Press, Massachusetts. https://doi.org/10.7551/mitpress/9780262036535.001.0001
). Sin embargo, no está claro si y cómo evoluciona
la normatividad del saber cómo en un proceso de equilibrio reflexivo en
el contexto de las prácticas. Dicho de otro modo, no queda claro si y
cómo la normatividad del saber cómo es parte de lo que hace objetiva a
una práctica. A continuación, ahondaré en este tema.
Las normas implícitas que me interesan5Hay muchas maneras de entender las normas implícitas en las prácticas, aunque no todas son pertinentes para la discusión que nos compete. La discusión de Brandom 1994 podría parecer muy apropiada, pues trata sobre las normas implícitas en las prácticas. Pero Brandom se centra en normas expresables lingüísticamente, por lo que no es el mismo sentido de norma implícita que el que yo uso. En ese trabajo, Brandom busca explicar el contenido conceptual evadiendo el dilema en el que cae el tipo de enfoques reduccionistas que él llama regulismo. Muestra que el regulismo lleva a un regreso al infinito de la normatividad del contenido conceptual, y sugiere que la fuente de normatividad no son las reglas proposicionales explícitas, sino lo que llama normas implícitas en las prácticas. A pesar de que empleamos el mismo término, mientras que Brandom se ocupa de prácticas lingüísticas y, en ese contexto, de la normatividad del contenido conceptual, aquí me interesa la fuente de normatividad detrás de la noción de objetividad, que puede o no ser una cuestión lingüística. Más aún, me interesan las prácticas científicas, y en particular las experimentales que, como sugerí, se organizan alrededor de distintos tipos de habilidades no lingüísticas (por ejemplo, cómo ver en el microscopio o cómo preparar una muestra). Así, la noción de práctica en Brandom es diferente de la de práctica científica que aquí resulta relevante. Mientras que Brandom se interesa en el papel de las normas implícitas como base para reglas explícitas sobre el uso apropiado de los conceptos, a mí me interesa el papel de las normas implícitas y no necesariamente explícitas ni explicitables (lingüísticamente) en los procesos de estabilización de las prácticas científicas (por ejemplo, en Martínez y Huang 2011; Martínez y Huang 2015; Esteban y Martínez 2008). son las que surgen de la manera en la que se hacen las cosas en una práctica y que guían el comportamiento y la investigación científica en esa práctica específica (y que en particular nos permiten emitir juicios sobre los procedimientos que se llevan a cabo en la práctica en cuestión). Un ejemplo simple de norma implícita puede servir para ilustrar la idea. En muchos países —y en particular en México—, se acostumbra que los peatones caminen rápido o incluso simulen un sprint cuando un auto les cede el paso. Esta norma no es parte del reglamento de tránsito ni es algo que los padres enseñen a sus niños, pero es sin duda parte de la manera en la que en éste y en otros países se entiende cómo debe ser la relación entre peatones y conductores. Éste es un ejemplo cotidiano lejos de la práctica científica, pero ilustra la idea de que pueden surgir normas sin necesidad de que la sociedad “se ponga de acuerdo” mediante algún mecanismo de coordinación explícito. En la ciencia se sabe que ser una buena experimentadora implica saber hacer una serie de cosas que no se enseñan en los libros. Hay que aprender a ver en un microscopio interactuando con ese aparato en un contexto social, y es a través de esa interacción que llegamos a entender y a utilizar las normas implícitas que nos permiten ser buenos microscopistas.
Un ejemplo de una norma implícita con relevancia
epistémica en la ciencia se ofrece en el relato del trabajo de Arthur
Mason Worthington a mediados del siglo xix que
aparece en Daston y Galison 2007Daston, Lorraine y Peter Galison, 2007, Objectivity, Zone Books, Nueva York.
.
Worthington dedicó un par de décadas a analizar la estructura del
impacto de gotas de fluidos sobre superficies rígidas. Su investigación
consistió en dejar caer una gota en un cuarto oscuro y hacer prender una
chispa en diferentes momentos de la caída para catalogar y analizar
diferentes momentos en la dinámica de la caída. En un principio no
contaba más que con la observación visual durante ese instante de
iluminación, que registraba de inmediato en un dibujo. Luego organizaba
esos dibujos de una manera más metódica. El informe de los resultados de
esta etapa de la investigación de Worthington reveló que las distintas
fases de la caída eran fenómenos radialmente simétricos.
Cuando
Worthington pudo hacerse de una cámara fotográfica, modificó la
preparación experimental para poder documentar esos momentos de la caída
con un registro fotográfico. Lo interesante para nuestra discusión es
que este cambio en la preparación experimental le permitió detectar y
hacer explícita una norma con la que él había estado trabajando sin
advertirlo: que los fenómenos naturales deben ser simétricos. Podríamos
decir que la fotografía le hizo notar al científico las asimetrías que
él sistemáticamente desdibujaba. La cuestión no es simplemente que la
fotografía hizo obvia la asimetría, pues los bosquejos que trazaba
inmediatamente después de observar con ayuda del chispazo ya revelaban
rasgos asimétricos del fenómeno. Sin embargo, cuando Worthington
sistematizaba sus resultados, tendía a juzgar las asimetrías como datos
que se salían de la norma (Daston y Galison 2007, p. 15Daston, Lorraine y Peter Galison, 2007, Objectivity, Zone Books, Nueva York.
).
Daston
y Galison sugieren que Worthington estuvo influido por la idea
(normativa) de que la naturaleza “es perfecta” y que el científico tiene
que descubrir ese orden (y la idea de que la naturaleza es simétrica
encajaba muy bien en esa perspectiva). Esta norma no fue nada más una
elección estética, aunque sin duda tiene esta dimensión. La norma
desempeñó un papel en la manera en la que Worthington caracterizó el
fenómeno que le interesaba y en cómo presentó sus resultados, por lo que
fue también una norma epistémica. Toda su investigación estuvo guiada
por esa norma hasta el momento en que se dio cuenta de este presupuesto y
optó por presentar sus resultados a través de los registros
fotográficos, que tildó de “visiones objetivas” del fenómeno (pp. 11 y ss.Daston, Lorraine y Peter Galison, 2007, Objectivity, Zone Books, Nueva York.
).
Esta idea de norma implícita nace del enfoque de la filosofía de la ciencia basado en las prácticas. De acuerdo con este programa, hay que cambiar una aproximación top down a la epistemología de la ciencia por una bottom up. En proyectos normativos (top down) la idea era encontrar cómo se pueden normar los productos epistémicos de la ciencia, independientemente de cómo los científicos trabajan. Esto condujo a modelos abstractos e idealizados de la ciencia. En cambio, una filosofía de la ciencia centrada en prácticas (bottom up) se pregunta cómo se despliega de hecho la práctica científica. El esfuerzo consiste entonces en descubrir y describir cómo surge la normatividad epistémica de las prácticas científicas “silvestres”. La idea de Elgin de rastrear la justificación epistémica de las prácticas en el equilibrio reflexivo se alinea con este tipo de proyecto que se toma en serio las prácticas, pues precisamente es una manera de explicar el origen de la normatividad científica desde dentro del quehacer científico.
Hay una discusión
prolija en la que no entraré sobre qué es una práctica y cómo un
enfoque basado en prácticas cambia nuestra manera de analizar la
epistemología científica. Seguiré la orientación de Sergio Martínez,
quien a lo largo de diversas publicaciones ha desarrollado una noción de
práctica y un programa de filosofía de la ciencia centrado en
prácticas. Para Martínez, una práctica es el producto de un alineamiento
de diferentes tipos de recursos (entre los que están habilidades,
estructuras cognitivas, medios materiales, valores, normas y fines) en
un patrón de actividad estable con una estructura normativa que tiene la
capacidad de propagarse a través de diferentes tipos de agentes (Esteban y Martínez 2008, p. 160Esteban, José Miguel y Sergio F. Martínez (comps.), 2008, Normas y prácticas en la ciencia, unam-Instituto de Investigaciones Filosóficas, México.
).
Concebir la ciencia como un conjunto de prácticas significa en ese
sentido cambiar la idea de normatividad fuerte que estaba implícita en
el positivismo lógico y otras corrientes (como el objetivismo) por una
“normatividad suave”, de acuerdo con la cual la fuerza normativa
proviene de estándares locales, corporizados y muchas veces implícitos
que se establecen de manera contextualizada (p. 53Esteban, José Miguel y Sergio F. Martínez (comps.), 2008, Normas y prácticas en la ciencia, unam-Instituto de Investigaciones Filosóficas, México.
).
La
pregunta que ahora me parece importante es: ¿cuál es el papel de las
normas implícitas en una versión extendida de objetividad dialéctica?
Elgin reconoce que, para algunos antecesores de su propuesta como Kuhn,
Rorty y Wittgenstein, cualquier indagación se construye en un marco de
constreñimientos implícitos y explícitos que están sujetos a criterios
públicos y se evalúan en términos de normas acordadas
intersubjetivamente (Elgin 2017, p. 17Elgin, Catherine, 2017, True Enough, mit Press, Massachusetts. https://doi.org/10.7551/mitpress/9780262036535.001.0001
). Sin embargo, no parece considerar la posibilidad de que las normas mismas sean implícitas o, dicho de otro modo, que esa intersubjetividad se
establezca implícita en lugar de explícitamente. En parte, el problema
es que el enfoque de Elgin de la justificación epistémica sigue basada
en una concepción proposicional de la epistemología científica. En
cambio, el aporte desde un análisis centrado en prácticas más radical
sugiere que lo no explícito (e incluso lo no explicitable, como veremos a
continuación) puede desempeñar un papel epistémico importante.
Lo que necesitamos es ampliar la noción de equilibrio reflexivo para que abarque la estabilización de recursos explícitos e implícitos. Lamentablemente, los desarrollos posteriores a Elgin como el de Beisbart y Brun 2024Beisbart, Claus y Georg Brun, 2024, “Is There a Defensible Conception of Reflective Equilibrium?”, Synthese, vol. 203, no. 79. https://doi.org/10.1007/s11229-024-04495-1
, aunque también se alejan de la verdad como
producto de la objetividad al relacionarla con la comprensión en lugar
del conocimiento, parten de supuestos que no nos permiten comprender la
dimensión implícita de la práctica. Por un lado, proponen la idea de que
los compromisos tienen un contenido proposicional. En segundo lugar, y a
diferencia de Elgin, consideran que el equilibrio reflexivo es aplicado
por un agente epistémico individual (p. 79Beisbart, Claus y Georg Brun, 2024, “Is There a Defensible Conception of Reflective Equilibrium?”, Synthese, vol. 203, no. 79. https://doi.org/10.1007/s11229-024-04495-1
). En cambio, Elgin enfatiza la dimensión colectiva y social de la ciencia (por ejemplo, en Elgin 2017, p. 129Elgin, Catherine, 2017, True Enough, mit Press, Massachusetts. https://doi.org/10.7551/mitpress/9780262036535.001.0001
). Esto es un retroceso si queremos entender el
papel de las prácticas en la construcción de la objetividad científica,
pues precisamente los agentes epistémicos en una filosofía de las
prácticas lo son en virtud de pertenecer a la práctica. Esto implica que
la evolución que nos interesa es la de los compromisos del colectivo y
no de los que adoptan los agentes individuales. Es decir, si queremos
dar cuenta de las normas implícitas en las prácticas, necesitamos que el
equilibrio reflexivo describa la evolución de los compromisos y normas
implícitas y explícitas en su calidad de productos de un colectivo y no
de productos de la deliberación individual.
Mi sugerencia es complementar la propuesta de Elgin en una dirección diferente de Beisbart y Brun 2024Beisbart, Claus y Georg Brun, 2024, “Is There a Defensible Conception of Reflective Equilibrium?”, Synthese, vol. 203, no. 79. https://doi.org/10.1007/s11229-024-04495-1
y que nos sirva para incluir en el equilibrio
reflexivo los compromisos y normas implícitos. Entendido de esta manera,
el equilibrio involucraría una estabilización alrededor de compromisos y
normas explícitas escudriñadas mediante el proceso de dar y recibir
razones, y compromisos y normas implícitas que se estabilizan a través
de otro tipo de proceso para juntos alcanzar un equilibrio reflexivo.
Este otro tipo de proceso puede caracterizarse de diferentes maneras,
pero en principio se puede decir que sería un proceso de coordinación de
habilidades, hábitos y expectativas. Ambos procesos estarían
constreñidos por su efectividad en la práctica, es decir, por su
capacidad para permitirnos hacer lo que queremos hacer. Además de
desarrollar esta noción de equilibrio reflexivo, haría falta revisar
“cómo el conocimiento ‘implícito’ o ‘tácito’ articulado en habilidades y
prácticas se relaciona con el tipo de conocimiento que es explícito en
las teorías científicas” (Martínez 2006, p. 1Martínez,
Sergio F., 2006, “The Heuristic Structure of Scientific Practices: A
Non-Reductionistic Account of Practices as Heuristic Structures”, Chinese Studies in the Philosophy of Science, vol. 52, no. 2, pp. 1–23.
; véase también Martínez y Huang 2015, p. 79Martínez, Sergio F. y Xiang Huang (comps.), 2015, Hacia una filosofía de la ciencia basada en prácticas, Bonilla Artigas Editores/unam-Instituto de Investigaciones Filosóficas, México.
).
A continuación discutiré de manera programática algunas consideraciones
contenidas en este proyecto, sin pretender resolver la cuestión.
Supongamos que las normas implícitas en las prácticas, como las describe Martínez, son parte de lo que se equilibra en la objetividad dialéctica.6Doy por sentado que las normas implícitas en las prácticas se estabilizan en el proceso de alcanzar un equilibrio reflexivo, pero aún falta el argumento que explique cómo puede decirse que esta coordinación de normas implícitas se genera como resultado de ese tipo de dinámica, lo cual implica establecer mediante qué proceso se estabilizan si no es el de dar y recibir razones que menciona Elgin. Este argumento no lo ofreceré aquí por falta de espacio. Como mencioné, implica entender que el sistema es más que un conjunto de compromisos, es decir, que es una práctica y, como práctica, los hábitos y habilidades también desempeñan un papel y son comparados y negociados. Esa negociación no tiene que ser explícita. Hay argumentos en este sentido que se pueden leer en Fonseca Martínez 2024, Fagan 2010 y Martínez 2006. ¿Cómo afecta la objetividad el hecho de que las normas implícitas sean parte del sistema epistémico en equilibrio reflexivo? Se podría pensar que esto no es un problema grave; simplemente hay que introducir un paso más para las normas y compromisos implícitos, es decir, hacerlos explícitos, y luego ponerlos a prueba mediante el proceso de dar y recibir razones. En el ejemplo de Worthington, el compromiso del científico con la simetría pasó de ser tácito a (al menos en parte) explícito, y esto le sirvió para evaluarlo y después rechazarlo. Pero las normas implícitas no se reducen necesariamente a sus partes que pueden explicitarse. Hay que tomar en cuenta que las normas implícitas están vinculadas con lo que hacemos, y no todo lo que hacemos se puede hacer explícito. En palabras de Martínez:
La
decisión acerca de la pertinencia de una norma […] muchas veces depende
de una interpretación de la situación que se va desarrollando en el
proceso de la toma de decisión y que por lo tanto puede ir cambiando
dependiendo del alcance que se decida darle a las normas. A través de
este proceso normas implícitas en prácticas van delineándose
explícitamente, pero muchas veces esta delineación explícita de la norma
no llega a ser definitiva o a capturar significativamente la norma
implícita. Entender esta dialéctica compleja entre normas implícitas y
explícitas es importante para no trivializar el concepto de norma
implícita en prácticas. Una norma implícita no es simplemente una norma
que en principio puede hacerse explícita. (Martínez 2001, pp. 304–305Martínez, Sergio F., 2001, “El papel de la historia y de las prácticas científicas en la educación”, Éndoxa: Series filosóficas, vol. 14, pp. 289–306. https://doi.org/10.5944/endoxa.14.2001.5028
)
Si las normas no son necesariamente explicitables, la evolución de las normas implícitas en un sistema epistémico no puede ser tratado igual que los compromisos y normas explícitos del sistema. Es decir, no podemos simplemente esperar que el proceso de dar y recibir razones ponga bajo escrutinio estas normas. Eso quiere decir que puede haber sesgos, azar e idiosincrasias de las que no nos alejaremos por el hecho de tener un sistema de compromisos explícitos en equilibrio reflexivo. Esto deja una dimensión de la práctica científica sin tocar en cuanto a la mitigación de sesgos, idiosincrasias y del azar que limitan el alcance de la objetividad dialéctica. Lo anterior muestra que, como lo entiende Elgin, el equilibrio reflexivo no es suficiente para protegernos de los sesgos, azar e idiosincrasias relacionados con las normas implícitas. Pero la objetividad tradicional tampoco lidiaba con ello, como han mostrado —por lo menos— las críticas feministas a la objetividad científica. Considérese la siguiente cita de Harding, en la que explica esta insuficiencia:
El
procedimiento mediante el cual los científicos repiten los experimentos
de otros científicos ciertamente funciona para identificar esos
valores, intereses y supuestos que son diferentes en diferentes
individuos o grupos de investigadores. Pero en los casos donde son
valores sociales, o supuestos que comparten todos o casi todos los
investigadores en un campo determinado —como puede ser el caso de la
supremacía masculina, la supremacía blanca o el eurocentrismo, por
ejemplo— repetir observaciones dentro de ese campo no atraerá la
atención hacia los compromisos sociales compartidos. ¿Cómo van a ser
detectados esos valores e intereses compartidos? Pareciera que los
estándares para la investigación objetiva no tienen los recursos
autocríticos para detectar esos compromisos sociales ampliamente
extendidos. Esos estándares sólo pueden producir una “objetividad
débil”. No son capaces de producir la “visión de ningún lugar” que las
filosofías de la ciencia convencionales han exigido. (Harding 2019, p. 34Harding, Sandra, 2019, Objectivity and Diversity. Another Logic of Scientific Research, University of Chicago Press, Chicago. https://doi.org/10.7208/chicago/9780226241531.001.0001
)
La objetividad absoluta carece de lo que Harding llama “recursos autocríticos”. ¿Puede hacerlo mejor la objetividad dialéctica? ¿De qué recursos autocríticos podemos hacernos? Desarrollar estos recursos con detalle va más allá del propósito de este trabajo, pero señalaré de manera esquemática dos estrategias que en principio podrían funcionar. Los detalles se dejarán para un trabajo posterior.
La primera estrategia implica maximizar la
explicitación de las normas implícitas mediante la contrastación de
diferentes sistemas en equilibrio reflexivo. En resonancia con la idea
del pluralismo activo de Chang 2011Chang, Hasok, 2011, “The Persistence of Epistemic Objects Through Scientific Change”, Erkenntnis, vol. 75, no. 3, pp. 413–429. https://doi.org/10.1007/s10670-011-9340-9
, esto podría lograrse buscando un apoyo
institucional que promueva el desarrollo de diferentes sistemas en
equilibrio para que, a través de una comparación entre ellos, podamos
hacer explícito el mayor número de normas implícitas.
Chang ha sugerido que el pluralismo no solamente debería tolerarse —como una suerte de mal necesario—, sino que deberíamos promover que haya distintas maneras de abordar la indagación de temas
particulares. Chang no está pensando en la objetividad, sino en la
importancia operativa de conceptos que a veces se abandonan de forma
prematura en pos de un monismo explicativo. Pero la idea de que haya
diferentes sistemas en equilibrio que versan sobre el mismo cúmulo de
fenómenos también se puede aprovechar para tener una manera de comparar
diferentes prácticas y, en ese proceso, hacer explícitas algunas de las
normas implícitas en las mismas.7Esta idea se relaciona con lo que Martínez llama “filosofía de la ciencia comparada”. En Carrillo y Knuuttila 2022Carrillo, Natalia y Tarja Knuuttila, 2022, “Holistic Idealization: An Artifactual Standpoint”, Studies in the History and Philosophy of Science, vol. 91, pp. 49–59. https://doi.org/10.1016/j.shpsa.2021.10.009
hacemos ver que en las investigaciones durante la
primera mitad del siglo pasado en neurofisiología y en particular sobre
la transmisión nerviosa, hay un compromiso con la idealización de la
membrana como un capacitor con capacitancia constante. Mostramos que esa
idealización se asocia con la idea de que la membrana nerviosa es como
una especie de colador de iones, proveniente de una analogía que se
estableció a principios del siglo xx entre la
membrana biológica y las membranas semipermeables en unos dispositivos
llamados células galvánicas. Esa analogía permitió que la comunidad
científica se enfocara en buscar explicaciones causales de la
transmisión nerviosa en el movimiento de iones a través de la membrana y
no en posibles corrientes capacitivas producidas por cambios
dimensionales en las membranas biológicas. Como no se encontró en la
época alguna razón para revisar ese compromiso, se mantuvo en el fondo
como un compromiso tácito (en ese trabajo lo llamamos una “idealización
holística”). Lo que interesa aquí es que esa idealización no se
introdujo a propósito, sino que se adoptó como consecuencia de que se
habían adquirido otros compromisos productivos, como la analogía entre
las membranas biológicas y las membranas en células galvánicas. En este
caso, pudimos hacer explícito el compromiso porque otras
investigaciones, como la de Tasaki en los sesentas o la de Heimburg y
Jackson a principios de este siglo, han desarrollado maneras de
investigar el impulso nervioso que no se basan en ese compromiso
con resultados interesantes. Si no hubiera ese punto de contraste, sería
mucho más difícil darse cuenta de cuáles compromisos podrían ser
diferentes. Es decir, nos fue posible hacer explícito este compromiso
gracias a que podemos hacer una comparación con otra práctica que no usa
el mismo tipo de preparaciones experimentales, matemáticas, teorías de
la física y habilidades asociadas para explicar el mismo fenómeno.
La
segunda estrategia atiende a las normas implícitas que no son
explicitables. Aquí podemos aprender de las críticas feministas a la
objetividad, en particular de las de Harding y Longino. Con enfoques
distintos, Longino 1990Longino, Helen, 1990, Science as Social Knowledge. Values and Objectivity in Scientific Inquiry, Princeton University Press, Nueva Jersey.
y Harding 2019Harding, Sandra, 2019, Objectivity and Diversity. Another Logic of Scientific Research, University of Chicago Press, Chicago. https://doi.org/10.7208/chicago/9780226241531.001.0001
han mostrado que una noción de objetividad
tradicional (absoluta) no es suficiente para superar una serie de sesgos
androcéntricos y eurocentristas que, a través de mucha investigación,
ha descubierto la filosofía feminista de la ciencia. Por vías distintas,
ambas llegan a la conclusión de que diversificar la población de
expertos es un paso importante para mitigar en alguna medida esos
sesgos. La idea es que esos sesgos han predominado porque las
poblaciones de expertos suelen ser homogéneas —hombres blancos europeos
en esferas de poder—, lo cual deja a las normas y a los compromisos
implícitos que ellos han adquirido por pertenecer a la esfera a la que
pertenecen sin ser atendidos ni en el ámbito del hacer ni en el de dar y
recibir razones. En la concepción de la objetividad tradicional esto no
se toma en cuenta porque la idea es que la objetividad absoluta ofrece
lineamientos que implicarían que no importa quién haga la investigación,
el conocimiento producido será objetivo en la medida que se siga la
metodología propuesta. Las críticas feministas precisamente ponen en
duda ese presupuesto. La objetividad dialéctica es una mejora respecto a
la tradicional, pues considera la posibilidad de que evoluciones
distintas de los sistemas de compromisos puedan llevar a equilibrios
diferentes (como sugiere la discusión anterior sobre la no unicidad de
los equilibrios). Sin embargo, no dice nada explícito acerca de si y
cómo se pueden mitigar los sesgos provenientes de las normas implícitas.
La sugerencia de Harding y Longino de diversificar la población de
expertos, y en particular de incluir personas que pertenecen a grupos
oprimidos (Harding 2019, p. 35Harding, Sandra, 2019, Objectivity and Diversity. Another Logic of Scientific Research, University of Chicago Press, Chicago. https://doi.org/10.7208/chicago/9780226241531.001.0001
), es una manera de lidiar con el problema. En el
caso de las normas que no se pueden explicitar, o de los aspectos que no
se pueden explicitar de las normas, el hecho de que haya personas que
tienen perspectivas diferentes —lo cual implica también diferentes
maneras de hacer las cosas— incluiría en la negociación de normas
y compromisos un conjunto más heterogéneo de factores implícitos, lo
cual llevaría a un equilibrio reflexivo más robusto.
6. Conclusión
⌅El afán de alcanzar mediante el método científico una representación de la realidad tal como es, independientemente de nuestros puntos de vista y acciones, nos conduce de manera inevitable a un callejón sin salida. En su lugar, Elgin nos propone una perspectiva más modesta que relaciona la objetividad con un tipo de proceso que describe en términos de la evolución de sistemas epistémicos: un sistema de compromisos es más objetivo en la medida en que avanza hacia un equilibrio reflexivo. Yo he subrayado que ese equilibrio debería considerar normas implícitas que se adquieren a lo largo de la evolución de la práctica. Para ello habría que complementar la idea de equilibrio reflexivo para incluir la estabilización de la dimensión tácita de las prácticas epistémicas. Para maximizar la objetividad de estos sistemas tenemos que tomar en cuenta un par de cuestiones que Elgin no considera. Primero, que es importante hacer explícito el mayor número de normas implícitas para poder someterlas a un escrutinio mediante el proceso de dar y recibir razones que promueve un equilibrio reflexivo. Segundo, también es importante atender a los posibles sesgos en las normas implícitas que no se pueden explicitar. Para resolver este problema, he mostrado que la propuesta desde la filosofía feminista de diversificar la población de expertos tiene mucho sentido.